“Esperar y actuar en la creación”

Jornada mundial de Oración por el cuidado de la Creación

El 1 de septiembre, que este año cae en domingo, es la Jornada mundial de Oración por
el cuidado de la Creación, instituida por el Papa Francisco en 2015 para alentar el
cuidado de la creación en todos los católicos, y en toda persona de buena voluntad. Ya
en ambiente cristiano ortodoxo oriental viene celebrándose hace décadas, y en un
movimiento ecuménico de todo el mundo se ha impulsado esta Jornada para bien de
todos. Un mes dedicado especialmente al cuidado de la creación, que concluye el 4 de
octubre en la fiesta de san Francisco de Asís, patrono de la ecología integral.
Se trata de caer en la cuenta de que el mundo que nos rodea y en el que habitamos es
obra de la acción creadora de Dios, que lo ha hecho todo de la nada, como un acto
generoso de creación, en la que expresa su gloria y su amor por nosotros, y en la que ha
creado al hombre para que sea el virrey de esa creación.
El hombre contemporáneo, olvidado de Dios, ha olvidado también el destino de la
creación. Y la usa indiscriminadamente, abusando de ella y destruyéndola muchas
veces. Como reacción, han surgido con fuerza algunos movimientos de izquierdas, de
inspiración marxista, que reivindican el cuidado de la naturaleza, llegando incluso a
idolatrarla. Somos hoy víctimas de esas posturas extremistas, que condicionan los
gobiernos mundiales en una serie de medidas que asfixian al hombre. Ahí está también
la Agenda 2030, implacable en una serie de aspiraciones en este campo.
La Iglesia católica ama la naturaleza, porque es obra de su Señor, del Creador de todo lo
visible y lo invisible. Recibe la naturaleza como un don de Dios al hombre, la considera
obra de Dios, es creación suya, y asume el encargo de cuidarla.
Nuestros grandes místicos nos enseñan a mirar la creación con ojos de fe, que
transfiguran la realidad y la interpretan como un canto de amor. Ahí tenemos a San
Francisco de Asís con el “Cantico de las Criaturas”, donde canta al agua, a la tierra, a la
naturaleza en todas sus expresiones. En todo ello ve la mano de Dios, que todo lo ha
creado para dárselo al hombre, y que lo cuide. Ahí está san Juan de la Cruz en la
“Canción del alma enamorada”, donde hace hablar a las criaturas sobre el amor de su
Amado: “Mil gracias derramando / pasó por estos sotos con presura / yéndolos mirando
/ con solo su figura / prendados los dejó de su hermosura”.
Esa es la perspectiva cristiana del que mira la creación con ojos de fe, y le duele
tremendamente el destrozo que el hombre está causando a diario sobre esa naturaleza
creada, a todos los niveles. Eso le lleva a comprometerse seriamente en esta causa.
El lema de este año, “Esperar y actuar en la creación”, tiene de fondo el texto de Rm
8,19-25, donde se habla de que la creación entera gime con dolores de parto esperando
la redención, sometida a la esclavitud por el demonio, en la espera de la libertad de los
hijos de Dios, que Jesucristo nos ha alcanzado. El trabajo, por tanto, en favor de la casa
común (ecología) que Dios nos ha regalado, la creación en la que vivimos, tiene un
profundo sentido religioso y está inserto en una tarea de redención y de liberación de las
garras del demonio y del hombre destructor.

La esperanza a la que nos invita el próximo Jubileo 2025 (La esperanza no defrauda)
afecta también a este campo de la ecología integral, de la armonía del hombre con el
ambiente, de esa misma armonía consigo mismo, hombre-mujer, a la armonía
comunitaria de la familia y de la comunidad humana, y a la armonía rota continuamente
de la paz y la concordia de los pueblos y las naciones. Todo está conectado.
Volvamos a leer la encíclica Laudato Si´ y la Carta Laudate Deum del Papa Francisco, y
no nos desentendamos de esta causa, que es también nuestra.
Recibid mi afecto y mi bendición:

+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba

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