En la Fiesta de la Sagrada Familia

Carta de D. Juan José Asenjo con motivo de la festividad de la Sagrada Familia. Queridos hermanos y hermanas:

En el marco entrañable de la Navidad, celebramos en este domingo la fiesta de la Sagrada Familia, modelo de las familias cristianas. El misterio de la cercanía de Dios al hombre para ofrecerle su vida y su amor, que celebramos en estos días, se realiza en el seno de una familia, una familia tan sencilla como extraordinaria, santa, amorosa, protectora, acogedora y fiel, la Sagrada Familia de Nazareth, Jesús, María y José.

En el marco litúrgico de esta fiesta, la Iglesia en España celebra la Jornada de la Familia bajo el lema “Sin embargo, nuestra ciudadanía está en el cielo” (Fil 3,20). Con estas palabras de San Pablo, se nos invita a reparar en una verdad esencial del cristianismo: somos peregrinos, no tenemos aquí la patria permanente, nuestra patria verdadera es el cielo, aspecto que no debería faltar en la tarea educativa de los padres cristianos.

La verdad es que no soplan vientos favorables para esta propuesta en la vida familiar. Por desgracia, la fe y la esperanza en la vida eterna se ha ido desdibujando en la conciencia de muchos cristianos como consecuencia de la secularización. Así lo ponen de manifiesto las encuestas. Otra consecuencia del secularismo es la dimisión de muchos padres de su obligación fundamental de ser los primeros comunicadores de la fe a sus hijos. Hoy son legión los matrimonios que no enseñan a sus hijos a rezar, ni les inician en el conocimiento del Señor o en la devoción a la Virgen, en el descubrimiento del prójimo o la experiencia de la generosidad, en las virtudes y normas morales y, mucho menos, en la esperanza cristiana, que tiene su culmen en la posesión de Dios después de nuestra peregrinación en este mundo.  No es extraño, pues, que abunden entre nuestros niños, adolescentes y jóvenes conductas insolidarias y egoístas, cuando no delictivas, y que en tantos casos el horizonte vital de muchos de ellos sea chato, alicorto y sin la amplitud de ideales que ha caracterizado siempre a la juventud.

El Catecismo de la Iglesia católica nos dice que la fecundidad del amor conyugal no se reduce sólo a la procreación de los hijos, sino que debe extenderse también a su educación moral y a su formación espiritual. El papel de los padres en la educación tiene tanto peso que, cuando falta, difícilmente puede suplirse. Nos dice también que los padres deben mirar a sus hijos como a hijos de Dios y que han de educarlos en el cumplimiento de la ley de Dios, mostrándose ellos mismos obedientes a la voluntad del Padre. Ellos, en efecto, son los primeros responsables de la educación de sus hijos. Ejercen esa responsabilidad creando en su hogar una atmósfera que haga posible la ternura, el perdón, el respeto, la fidelidad, la responsabilidad, el servicio desinteresado y la fraternidad. El hogar es el lugar más apropiado para la educación en las virtudes, para el  aprendizaje de la abnegación, la austeridad, el amor a la verdad, el espíritu de sacrificio, la laboriosidad y el dominio de sí, condiciones de toda libertad verdadera. Los padres, por otra parte, han de enseñar a sus hijos a apreciar los valores espirituales por encima de los intereses materiales, procurando al mismo tiempo enseñarles con el ejemplo de una vida cristiana inspirada en el Evangelio. 

En la tarea nobilísima de educar a sus hijos en la fe los padres  cristianos cuentan con la gracia peculiar recibida en el sacramento del matrimonio, que les capacita para evangelizar e iniciar a sus hijos en los misterios de la fe y en la oración, introduciéndoles paulatinamente en la vida de la Iglesia. La catequesis familiar precede, acompaña y enriquece la formación religiosa que se recibe en la catequesis parroquial o en la enseñanza religiosa escolar, que los padres han de procurar también para sus hijos, conscientes de que esta es la mejor herencia que pueden dejarles.
Al mismo tiempo que encomiendo a la Sagrada Familia de Nazareth a todas las familias de nuestra Diócesis, les pido que tomen muy en serio la responsabilidad de educar cristianamente a sus hijos. Les invito además a participar en el acto que tendrá lugar en la plaza de Colón de Madrid el domingo 30 de diciembre, Jornada de la Familia, convocado por los movimientos y nuevas realidades eclesiales, que el señor Cardenal Arzobispo de Madrid acoge gustosamente. Tendrá como lema “Por la familia cristiana” y será un encuentro festivo y orante, en el que se nos recordará el plan de Dios sobre el matrimonio y la familia y las consecuencias que se derivan del mismo: la defensa de la vida, la unión indisoluble del matrimonio entre hombre y mujer, el significado trascendente del amor conyugal y el derecho insustituible de los padres a educar a sus hijos según sus propias convicciones.

Con la esperanza de encontrarnos en Madrid, os deseo a todos un feliz y santo año nuevo y os aseguro mi bendición.

+ Juan José Asenjo Pelegrina
Obispo de Córdoba

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