El Cardenal Müller en Córdoba

Carta semanal del Obispo de Córdoba, Mons. Demetrio Fernández González.

Es para la diócesis de Córdoba un gran honor recibir al Cardenal Gerhard Ludwig Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Colaborador cercano del Papa en los asuntos de fe y costumbres, ha sido invitado para dirigirse a los sacerdotes cordobeses con su visión de Iglesia universal. Será para él una ocasión propicia de acercarse a san Juan de Ávila, recientemente declarado Doctor de la Iglesia, y para cuyo proceso esta Congregación para la Doctrina de la Fe tuvo un papel fundamental. El cardenal Müller es guardián de la ortodoxia, promotor de la fe, distinguido teólogo. El domingo presidirá la Santa Misa en la Catedral de Córdoba y el lunes, en la Basílica de San Juan de Ávila de Montilla. ¡Bienvenido a Córdoba, Eminencia!

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El evangelio de este domingo nos presenta el caso de dos hijos, a los que su padre manda ir a trabajar a la viña. El primero dice sí, pero no va. El segundo dice no, pero termina yendo. Cuál de los dos ha hecho lo que el padre quería. Indudablemente, el segundo. Y de ahí, saca Jesús sus conclusiones, que nos sirven a nosotros.

Cuántas veces –nos pasa a todos- pensamos bien e incluso queremos hacer el bien, pero no lo hacemos. Más aún, hacemos el mal que no quisiéramos. Esto quiere decir que somos débiles y pecadores. Pero nuestra desgracia es mayor porque no lo reconocemos humildemente. Y nos parece que diciendo de boquilla que sí a Dios, nos vamos a salvar. No nos salva lo que decimos ni lo que pensamos. Nos salvan las buenas obras, que podamos realizar en colaboración con Dios y con su gracia en nosotros.

Por el contrario, cuántas veces nos sucede que emitimos juicios acerca de comportamientos ajenos, que probablemente estén mal y que vemos inmediatamente en las vidas ajenas, olvidando nuestros defectos, quizá mayores que los que criticamos. Y tales personas a las que juzgamos negativamente pueden recapacitar, pueden cambiar de vida, pueden humildemente reconocer su maldad y abrirse a la gracia de Dios, ajustándose a su voluntad.

No son los que se creen buenos lo que se salvan, sino los que hacen el bien aunque hayan sido pecadores. Y Jesús es muy claro, dirigiéndose a los «buenos» de los fariseos: «Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del Reino de Dios» (Mt 21,31). Es decir, los «pecadores» os llevan la delantera, no por sus pecados, sino porque a la predicación de conversión de Juan respondieron con penitencia y arrepentimiento. Mientras que los buenos, por creerse buenos, no están abiertos a la conversión que necesitan.

Puede sucederles a muchos cristianos que se consideran buenos y que piensan que los únicos que se salvan son ellos solos. Y, sin embargo, nos dan un chasco los malos, los pecadores, porque son capaces de arrepentimiento, de penitencia y de conversión. De nuevo, es la misericordia de Dios la que está en el fondo de la cuestión. Y gracias a esa misericordia, todos podemos esperar el perdón, la gracia y la conversión para nosotros y para los demás.

No se trata, por tanto, de decir sí, sí. Y luego nos hacer lo que Dios quiere. Se trata de hacer la voluntad de Dios, aunque hayamos sido pecadores. Arrepentidos quiere Dios, porque es eterna su misericordia.

Recibid mi afecto y mi bendición:

+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba

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