Día del trabajo, cuidemos el trabajo decente

La fiesta del 1 de mayo, que en el inicio fue una fecha de reivindicación en el mundo del
trabajo, fue “bautizada” por el Papa Pío XII en 1955 estableciendo en esta fecha la fiesta
de san José obrero. Con ello, la Iglesia sale al encuentro del mundo del trabajo, como
hace en tantas ocasiones para llevar a las personas el evangelio del trabajo.
Jesús trabajó con sus propias manos para ganar el sustento de su familia en el hogar de
Nazaret. Tuvo como maestro a san José. Uno y otro, obreros redimiendo el trabajo con el
sudor de su frente.
El trabajo es un ámbito privilegiado de relaciones humanas, no un lugar de conflicto. Es
un ámbito en el que cada persona ha de ser el centro de tales relaciones humanas. Sin
embargo, en muchas ocasiones lo más importante no es la persona, sino el producto del
trabajo, la riqueza que se genera u otros aspectos que desplazan a la persona del centro.
Eso genera injusticia, porque entonces a la persona se la trata sencillamente como objeto
de producción.
Al llegar esta fiesta del trabajo, la Iglesia quiere que tomemos conciencia de nuestras
responsabilidades en el mundo laboral. Quien asume un trabajo sabe que con ello colabora
al desarrollo, propio y ajeno. Con el trabajo apropiado la persona puede atender sus
propias necesidades y las de su familia, puede proyectar su vida y atender sus necesidades
vitales, puede hacer un mundo mejor.
Por el contrario, cuando se disloca la persona del centro, aparecen los egoísmos en todas
las direcciones. Explotación de la persona, abuso en los horarios y en la producción,
precariedad en las condiciones de trabajo. Y en sentido del trabajador, absentismo, falta
de interés, falta de responsabilidad.
La fiesta del trabajo viene a santificar este ámbito de la vida de las personas. Tomando
como referencia el ejemplo de Jesús obrero con su padre José obrero, aportemos cada uno
lo mejor de sí mismo para construir un mundo nuevo, también un mundo nuevo en las
relaciones laborales.
Hace ahora 20 años que la Organización Internacional del Trabajo estableció el 28 de
abril, en las inmediaciones del uno de mayo, el Día mundial de la salud y la seguridad en
el Trabajo. Es una preocupación cada vez más extendida que el trabajo debe realizarse en
condiciones que no ponga en peligro la salud de la persona. Las cifras, sin embargo, son
tremendamente preocupantes.
En España se notificaron casi un millón doscientos mil accidentes laborales, de ellos,
4.714 fueron de carácter grave (90 a la semana) y 826 mortales, más de dos muertes
diarias y casi 16 por semana. Y en la provincia de Córdoba se han producido más de 10
mil accidentes laborales (27 diarios), de los que 74 fueron graves (6 al mes) y 22 muertes,
7 más que en 2021
El Papa Francisco nos recordaba hace poco: “Un trabajo que no cuida, que destruye la
creación, que pone en peligro la supervivencia de las generaciones futuras, no es
respetuoso con la dignidad de los trabajadores y no puede considerarse decente. Por el
contrario, un trabajo que cuida contribuye a la restauración de la plena dignidad humana,
contribuirá a asegurar un futuro sostenible a las generaciones futuras”.
Desde el Evangelio y desde la misión que la Iglesia recibe de Jesucristo, trabajemos por
el trabajo decente, cuidemos a los trabajadores para que no tengan que asumir riesgos que
ponen en peligro su vida, evangelicemos el mundo del trabajo para que sea cada vez más
digno del hombre, para que el trabajo sea un lugar de encuentro y no de conflicto.
Recibid mi afecto y mi bendición:
+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba

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