Custodios de la vida

Carta del obispo de Córdoba, Mons. Demetrio Fernández, con motivo de la Jornada por la Vida 2021.

El 25 de marzo celebramos cada año la solemnidad de la Encarnación del Hijo de Dios en el seno de María virgen, nueve meses antes de su nacimiento para el 25 diciembre.
Es la fiesta de la vida, el momento en que el Hijo de Dios se hizo célula viviente, embrión humano. En ese momento recibió un alma creada, que unida a su carne, constituye una naturaleza humana completa: la humanidad en la que se ha expresado Dios por medio de su Hijo. Todo lo que el Verbo ha tocado ha quedado sanado, ha quedado redimido. También esta realidad de la concepción humana, del inicio de la vida humana en el seno materno. También la muerte asumida con amor y como expresión del amor más grande.

Nuestra cultura, donde la libertad está exacerbada, quiere disponer de la vida. Utiliza incluso todos los avances de la ciencia para la fecundación artificial, para la manipulación de embriones, para suprimir incluso la vida naciente, cuando puede resultar incómoda. O cortar su final natural mediante la eutanasia, cuando ya no existen cuidados amorosos. El hombre contemporáneo quiere atribuirse el papel de Dios en el campo de la vida.

La Jornada por la Vida viene a recordarnos que el hombre no es dueño absoluto de la vida, porque la vida siempre es un don de Dios y constituye el primero y fundamental derecho de toda persona humana. Cuando Dios ha dado su Ley fundamental, en el quinto mandamiento nos dice: “No matarás”. Nunca hay motivo para suprimir una vida humana, y menos cuando ésta es inocente, o cuando es débil, frágil y vulnerable.

Estamos en el Año de san José. Él recibió una misión en relación con la vida de su esposa María y de su hijo Jesús. Él fue verdadero custodio de la vida, cuidador vigilante de la vida de su esposa y de su hijo, sobre todo cuando éstos estaban en peligro. Toda la ternura de un padre aparece cuando José toma a María y al Niño de su vientre, que viene del Espíritu Santo, y les da la cobertura de su seguridad y de su cuidado. Cuando tiene que huir a país extranjero o regresar a su patria. San José ha puesto su vida entera al servicio de la vida. No pensó si la vida era o no era conveniente, no calculó si los trabajos valían la pena, no adoptó nunca una actitud de egoísmo, sino que puso su vida al servicio de la vida, y eso le hizo feliz, porque cumplió así la voluntad de Dios.

La Jornada por la Vida este año quiere ponernos delante de los ojos a san José, custodio de la vida, para que aprendamos de él a custodiar la vida, la nuestra y la de los demás. El dragón rojo del Apocalipsis está al acecho para devorar al niño cuando nazca (Ap 12,4). Herodes mandó matar a todos los niños de menos de dos años para eliminar a Jesús (Mt 2,16), pero éste ya había huido a Egipto con José y con María.

En España cada año son eliminados más de cien mil niños por el aborto procurado. A partir de ahora tendremos cifras de las personas mayores que han sido eliminadas antes de su fin natural y de todas aquellas que han decidido quitarse la vida, y son ayudados a ello por personal sanitario. La vida está en peligro. Necesitamos urgentemente “custodios de la vida”, que salgan al paso del dragón rojo y de Herodes, como hizo san José.

Cuando Dios está ausente, cuando no se cuenta con Dios para nada, hasta la vida humana corre peligro. Entonces, el hombre se considera dueño absoluto de su vida y de la vida ajena en su origen y en su final, la vida corre peligro. La sociedad y sus leyes se elaboran al servicio de estos intereses. Por eso, los creyentes de cualquier religión, y los cristianos más todavía, somos amantes de la vida, custodios de la vida, como san José. La vida es un don de Dios y nosotros hemos de protegerla, ser “custodios de la vida”.

Recibid mi afecto y mi bendición:

+ Demetrio Fernández

Obispo de Córdoba

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