Carta Pastoral del Arzobispo de Sevilla y Administrador Apostólico de Córdoba, Mons. Juan José Asenjo, en la LI Campaña contra el hambre.
Queridos hermanos y hermanas:
Una año más, Manos Unidas llama a nuestras puertas, en este caso en la conclusión de la celebración del L aniversario de su fundación. Efectivamente, esta institución eclesial nació hace cincuenta años declarando la guerra al «hambre de pan, de cultura y de Dios», informando, reflexionando, orando y actuando para remediar este pavoroso problema. A lo largo de estos años, con ilusión y creatividad nacidas del amor a los pobres, ha luchado denodadamente por eliminar las causas de la pobreza. Ha procurado además concienciar a la sociedad española con materiales educativos atractivos, sugiriéndonos a todos la necesidad de adoptar nuevos estilos de vida y un consumo responsable. Ha ayudado, por fin, a niños, jóvenes y adultos a vivir la solidaridad. Manos Unidas ha trabajado a lo largo de medio siglo como enlace entre los proyectos concretos de los países en vías de desarrollo y nuestras parroquias e instituciones de la Iglesia, posibilitando lazos de unión eficaces entre donantes y receptores.
La Conferencia Episcopal Española ha querido alentar en este año jubilar a Manos Unidas con un Mensaje dirigido a sus directivos, voluntarios y socios. En él afirmamos los Obispos que “como institución que es de la Iglesia, no puede descuidar su acción misionera: ha de evangelizar promocionando y promocionar evangelizando; con pasión y peculiar estilo, inspirada en la mirada compasiva del Buen Samaritano; cercana a la realidad y próxima a los hombres; buscando su desarrollo integral y no sólo satisfaciendo sus necesidades materiales”. El desarrollo del hombre debe ser integral, de todo el hombre y todos los hombres.
La Campaña de este año tiene como lema: “Contra el hambre, defiende la tierra”. Con él se pretende que todos tomemos conciencia de que la tierra es un don originario de Dios para todos, y de que el mandato divino “llenad la tierra y sometedla” (Gn 1,28) es para que la cuide, pues toda planta y árbol “os servirá de alimento” (Gn 1,30). El dominio del hombre sobre la Tierra no es absoluto. Somos sólo administradores. Debemos gobernarla como Dios quiere y no tiranizarla. No podemos olvidar que es la “casa” común de toda la humanidad y no un mero “recurso”. Es un grave error el del hombre de hoy, creer «que puede disponer arbitrariamente de la Tierra, sometiéndola sin reservas a su voluntad, como si ella no tuviese una fisonomía propia y un destino anterior dado por Dios, y que el hombre puede desarrollar ciertamente, pero que no debe traicionar» (Centesimus annus, 37).
El Papa Benedicto XVI ha evidenciado recientemente ante el Cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, la raíz principal de la destrucción del hombre y de lo creado: «La negación de Dios –nos ha dicho- desfigura la libertad de la persona humana, y devasta también la creación». Y en el mismo discurso pontificio alude con preocupación a algo que han señalado recientemente los Obispos africanos en el Sínodo de África: “la erosión y la desertificación de grandes extensiones de tierra de cultivo, a causa de una explotación desmedida y de la contaminación del medio ambiente», que genera inseguridad alimenticia, pobreza, enfermedad, migraciones y muerte.
En la encíclica Caritas in veritate trata el Papa la compleja y dura realidad del hambre, al mismo tiempo que nos brinda propuestas de solución: «El problema de la inseguridad alimentaria debe ser planteado en una perspectiva de largo plazo, eliminando las causas estructurales que lo provocan y promoviendo el desarrollo agrícola de los países más pobres mediante inversiones en infraestructuras rurales, sistemas de riego, transportes, organización de los mercados, formación y difusión de técnicas agrícolas apropiadas, capaces de utilizar del mejor modo los recursos humanos, naturales y socio-económicos, que se puedan obtener preferiblemente en el propio lugar, para asegurar así también su sostenibilidad a largo plazo. Todo eso ha de llevarse a cabo implicando a las comunidades locales en las opciones y decisiones referentes a la tierra de cultivo» (27).
Manos Unidas quiere, como Iglesia que es, cumplir el mandato divino de dar de comer al hambriento (cf. Mt 25,35) mediante la financiación de proyectos concretos que solicitan comunidades pobres del Tercer Mundo. La colecta de este año será el domingo 14 de febrero y el día del ayuno voluntario el viernes 12. Ayunando podremos “experimentar” lo que es el hambre. Del ayuno realizado por amor brotará la limosna para los pobres.
Quiero agradecer a todos los voluntarios, colaboradores y socios de Manos Unidas su compromiso generoso y constante por luchar contra el hambre en el mundo. Les felicito porque en el año 2009 pudieron salir adelante treinta proyectos financiados con las aportaciones de fieles cordobeses, personas de buena voluntad, asociaciones, empresas e instituciones. Pido a los sacerdotes que hagan con gran interés la colecta del domingo 14. Os invito a todos a ser generosos, conscientes de que «hay más alegría en dar que en recibir» (Hch 20,35).
Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.
+ Juan José Asenjo Pelegrina