Combatir el hambre, proyecto de todos

Carta Pastoral del Administrador Apostólico de Córdoba, D. Juan José Asenjo Pelegrina. Queridos hermanos y hermanas:

Una vez más Manos Unidas y su Campaña contra el Hambre llama a nuestras puertas, en esta ocasión en el año en que esta institución de la Iglesia celebra el cincuenta aniversario de su fundación. El punto de partida fue el famoso manifiesto de la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas (UMOFC), fechado en Roma el 2 de julio de 1955. En él, cientos de mujeres católicas, que se sentían “llamadas por Jesucristo para dar testimonio de un amor universal y efectivo por la familia humana”, afirmaban que no podían resignarse ante el “hecho de que la mitad de la humanidad sufra hambre”. Finalizaba su mensaje con esta conocida expresión: «Declaramos la guerra al hambre». En España, fueron las mujeres de la Acción Católica quienes asumieron este compromiso y se pusieron manos a la obra, instituyendo el Día del Ayuno Voluntario, con el deseo de combatir el hambre de pan, de cultura y de Dios.

Durante estos cincuenta años los proyectos de desarrollo de Manos Unidas con destino a los países del Sur han sido numerosísimos: más de 3500 proyectos sanitarios, 3000 para la promoción de la mujer, 4000 de desarrollo agrícola, 6000 de carácter social (viviendas, cooperativas, etc.) y 8000 proyectos educativos.

La celebración del cincuentenario debe ser ocasión para dar gracias a Dios por los muchos frutos humanos, espirituales y sociales que estos proyectos han deparado para los pueblos del Sur y por la esperanza que han generado. Hemos de dar también gracias a Dios por la credibilidad de que goza Manos Unidas ante la sociedad española, por su austeridad en la gestión, la eficacia de sus proyectos y porque ha conseguido sensibilizarnos a todos sobre la lacra terrible del hambre en el mundo.

El lema de la campaña de Manos Unidas en este año jubilar es Combatir el hambre, proyecto de todos. El informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) reconoce que 923 millones de personas sufren la dramática experiencia del hambre en el Tercer Mundo. El Papa Benedicto XVI, por su parte, en el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de este año, titulado “Combatir la pobreza, construir la paz”, denuncia la crisis alimentaria de que son víctimas muchos hermanos nuestros y nos dice que “esta crisis se caracteriza no tanto por la insuficiencia de alimentos, sino por las dificultades para obtenerlos y por fenómenos especulativos y, por tanto, por la falta de un entramado de instituciones políticas y económicas capaces de afrontar las necesidades y emergencias”. Nos  recuerda además que la solución de la pobreza no está en la mera técnica, sino que necesita “hombres y mujeres que vivan en profundidad la fraternidad y sean capaces de acompañar a las personas, familias y comunidades en el camino de un auténtico desarrollo humano”.

El hambre es una triste realidad y una desgracia para una parte importante de la humanidad, que requiere una lucha concreta y eficaz mediante una estrategia adecuada, en una búsqueda continua del bien común, fundamentada en el principio del destino universal de los bienes de la tierra e inspirada en un humanismo integral y solidario.

Manos Unidas nos invita un año más a la generosidad con los que nada tienen y a comprometernos eficazmente en la lucha contra el hambre. Así nos lo pedía el Vaticano II en la constitución Gaudium et Spes: “Habiendo como hay tantos oprimidos actualmente por el hambre en el mundo, el Concilio urge a todos, particulares y autoridades, a que recuerden aquella frase de los Padres: `Alimenta al que muere de hambre, porque si no lo alimentas, lo matas´”(n. 69).

Los hambrientos claman ante las sociedades opulentas y golpean nuestra conciencia. Dios, sobre todo, nos llama a compartir nuestros bienes con los necesitados. En el momento crucial del juicio no habrá posibles ambigüedades. Los criterios últimos de discriminación serán nuestros sentimientos de amor con los pobres y desgraciados: «Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer» (Mt  25,41).

La Iglesia contempla en los pobres el rostro de Cristo (Centesimus Annus 58). Por ello, el amor a los hambrientos exige un compromiso generoso, una esperanza firme y también austeridad de vida, para compartir con los pobres no sólo lo que nos sobra, sino incluso aquello que estimamos necesario. En realidad cuando el amor no duele es pura hipocresía. Hay muchos hermanos nuestros que esperan nuestra ayuda y pueblos enteros condenados al subdesarrollo. Mitiguemos sus carencias con nuestra generosidad, ayudándoles en su desarrollo integral.

Por todos estos motivos os invito a ser generosos en la Campaña que se llevará a cabo en las parroquias de la Diócesis el próximo domingo, al mismo tiempo que ruego a los sacerdotes que hagan con todo interés la colecta, motivándola adecuadamente en la homilía.

Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.

+ Juan José Asenjo Pelegrina
Administrador Apostólico de Córdoba

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