Colaboremos con Manos Unidas

Carta del Obispo de Córdoba con ocasión de la Jornada Nacional de Manos Unidas. Queridos hermanos y hermanas:

Celebramos en este primer domingo de Cuaresma, tiempo de conversión y de reconciliación con Dios y con los hermanos, la jornada de Manos Unidas, este año con el lema: “Madres sanas, derecho y esperanza”. Con él se nos invita a tomar conciencia del grave problema de la salud materno-infantil y a que colaboremos para reducir la tasa de mortalidad de las madres y niños en el Tercer Mundo. Al elegir este lema, Manos Unidas quiere colaborar en la consecución del quinto objetivo de desarrollo del Milenio, aprobado por la ONU en el año 2000: “Mejorar la salud materna”.

Celebramos también en este año el LX aniversario de la Declaración universal de los derechos del hombre, que afirma explícitamente que «la maternidad y la infancia tienen derecho a cuidado y asistencia especiales» (art. 25). La Carta de los derechos de la familia, del Pontificio Consejo para la Familia (1983), explicitaba este derecho al subrayar que «los niños, tanto antes como después del nacimiento tienen derecho a una especial protección y asistencia, al igual que sus madres durante la gestación y durante un periodo razonable después del alumbramiento» (art. 4,1).

La Iglesia es consciente de que la Declaración Universal de los derechos humanos es una formidable conquista de la humanidad. Pero es consciente al mismo tiempo de que los derechos humanos no se fundan en el consenso entre los países que la aprobaron en 1948, sino en la naturaleza misma del hombre y en su dignidad inalienable de persona creada por Dios. Por ello, ni puede ni quiere renunciar a la defensa de esos derechos y, por ello, se implica en su tutela efectiva, al mismo tiempo que se compromete a colaborar con la sociedad para que no sean sólo reconocidos sino también aplicados, como aseguraba el Benedicto XVI en un reciente discurso al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede.

El derecho a la vida es el primer derecho fundamental. Hoy, por desgracia, no está suficientemente tutelado ni legal ni socialmente. Ante el drama social del aborto la Iglesia nos pide a los cristianos una apuesta decidida para ir sensibilizando a la sociedad sobre lo que el aborto significa: la eliminación consciente y querida de una vida humana. El pasado 18 de diciembre, la Asamblea General de la ONU adoptó una resolución por la que se invita a los Estados miembros a instituir una moratoria en la aplicación de la pena de muerte. Dios quiera que llegue también el día en que el aborto sea suprimido de nuestras leyes y todos reconozcamos el inmenso y trágico error cometido en el siglo XX por la humanidad.  

Defender el derecho a la vida es también tratar de mejorar la salud de las madres y reducir la mortalidad derivada de la maternidad. Las estadísticas nos dicen que en el año 2005 murieron en los países del Sur  536.000 mujeres como consecuencia del embarazo o del parto, lo que quiere decir que se produjo una muerte cada minuto. Nos dicen también que en Mozambique, por ejemplo, el 27,8 % de los niños que nacen, mueren antes de cumplir los cinco años, mientras la esperanza de vida es de 36 años.
Ante estas cifras, que esconden un inmenso dolor, no podemos cruzarnos de brazos. Manos Unidas, la organización de la Iglesia en España, formada por voluntarios, que trabaja al servicio del desarrollo de los países del Sur, llama un año más a nuestras puertas y nos recuerda la dignidad sagrada de la vida humana y que la familia es el santuario de la vida. Nos dice también que unas condiciones de vida dignas para las madres repercuten benéficamente en sus hijos. Por ello, nos invita a hacer posible que todo niño que nace en nuestro mundo pueda tener la primera experiencia de amor y de donación en el amor con que es acogido por su madre, pues como nos acaba de decir el Papa Benedicto XVI, “el hombre es redimido por el amor” (Spe salvi, 26).

Estamos iniciando la Cuaresma. Todos estamos llamados a la conversión por las sendas de la oración, la  mortificación, el ayuno, las obras de caridad y un estilo de vida más austero. Manos Unidas nos ofrece la oportunidad de comenzar a vivir el camino espiritual de la Cuaresma compartiendo nuestros bienes con los más necesitados. Apelo, pues, a la generosidad de los fieles de la Diócesis y de todos los cordobeses de buena voluntad. Les pido que colaboren con Manos Unidas a favor de las madres que desean vivir para criar y educar a sus hijos, y también de los niños que tienen derecho a conocer a sus madres. Pido también a los sacerdotes que sigan ayudando a esta obra de la Iglesia, que tiene su fuente de inspiración en el Evangelio y que lleva a cabo su labor con austeridad, eficacia y transparencia, y a la que agradezco su compromiso al servicio de los pobres.

Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición. 

+ Juan José Asenjo Pelegrina
Obispo de Córdoba

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