Carta Pastoral del Obispo de Córdoba

«Manos Unidas, la solidaridad cristiana».

El segundo viernes del mes de febrero y el domingo siguiente son las jornadas anuales de Manos Unidas, una ONG de la Iglesia católica compuesta principalmente por voluntarios. Una organización que cuenta con enlaces en todas las parroquias de España y que lleva más de cincuenta años promoviendo el desarrollo en todo el mundo. En el año 2010 ha recaudado 53 millones de euros, destinándolo a 641 proyectos en 55 países. Cuenta con 95 mil socios en toda España. Una obra grandiosa que tiene su origen en las mujeres de Acción Católica hace 53 años, que en vez de taponar las fuentes de la vida para que no haya bocas, ha ensanchado la mesa para que quepan todos a la hora de comer.

La colecta de Manos Unidas se deposita “a los pies de los Apóstoles” en la colecta litúrgica de este domingo. Nos recuerda aquella primera comunidad cristiana: “No había entre ellos ningún necesitado, porque todos los que poseían campos o casas los vendían, traían el importe de la venta, y lo ponían a los pies de los apóstoles, y se repartía a cada uno según su necesidad” (Hech 4,34-35). Aquella comunidad, que era perseverante en la oración en común, que acudía a la enseñanza de los Apóstoles, al ponerlo todo en común, lo ponía “a los pies de los Apóstoles” para que ellos lo repartieran. Éstos, para dedicarse a la oración y al ministerio de la Palabra, eligieron siete diáconos que se encargaban del servicio de la caridad en la comunidad cristiana, bajo la autoridad de los mismos Apóstoles.

La colecta de Manos Unidas tiene por tanto un sentido litúrgico y sagrado. No es la simple acumulación de una cantidad cuanto más grande mejor, sino la expresión de una comunión eclesial que tiene su reflejo visible incluso en los dineros, y se presenta como ofrenda con la propia vida en la celebración eucarística. El desprendimiento de cada donante tiene unas motivaciones profundamente cristianas, al estilo de Cristo, y tiende a establecer una fraternidad que brota de nuestro ser hijos de Dios. En la colecta de Manos Unidas, Dios está por medio. Es el Espíritu Santo el motor de toda esta movida de solidaridad, es el Espíritu Santo el que va “formando el corazón” (Deus caritas, 31a) de los que trabajan en Manos Unidas. Y al terminar cada campaña, los que han participado en ella salen renovados en su vida cristiana. Cada euro en Manos Unidas es sagrado, porque brota de la santa virtud de la caridad cristiana, es decir, del amor a Dios y del amor al prójimo por amor de Dios, independiente de partidos e ideologías (Ib. 31b).

Este año Manos Unidas nos llama la atención sobre la salud con el lema: “La salud, derecho de todos. ¡Actúa!”. La cantidad de recursos que tenemos a nuestro alcance nos hace perder de vista que la mayoría de los habitantes del planeta no tienen tales recursos, no tienen la mínima atención sanitaria, no pueden curar sus enfermedades, y la muerte les sobreviene con toda facilidad. En la campaña contra el hambre en el mundo, es muy importante este campo de la salud, según señala el Objetivo del Milenio, nº 6. Pero se trata de la salud que busca el bien integral de la persona, no la salud a cualquier precio, donde puede filtrarse el egoísmo que destruye a la persona, sino la salud con rostro humano, creado a imagen y semejanza de Dios.

La Iglesia católica atiende miles de dispensarios por todo el mundo, está en la avanzadilla de la salud para los países en vías de progreso. Malaria, tuberculosis, SIDA, lepra y otras enfermedades olvidadas son atendidas por tantos  misioneros y misioneras que dan su vida en la vanguardia de la misión. Y lo hacen no por proselitismo, pues atienden gratuitamente a los católicos y a los que no lo son, sino por amor a Dios y a los hombres (Ib. 31c).

Agradezco a todos los voluntarios de Manos Unidas de toda la diócesis su trabajo a favor de esta causa. En mi Visita pastoral me encuentro con muchos de estos voluntarios, que ponen la imaginación al servicio de la caridad. Que no falte en ninguna parroquia esta Colecta, esta mentalización de Manos Unidas, las actividades propias de esta ONG de la Iglesia católica. Y no olvidemos nunca que la mayor carencia es la carencia de Dios, tan frecuente en este mundo tan lleno de cosas.

Con mi afecto y bendición:

+ Demetrio Fernández
Obispo de Córdoba

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