Carta Pastoral del Obispo de Córdoba, Mons. Demetrio Fernández González.
La vida la vivimos por etapas. Y en septiembre comenzamos la nueva etapa del curso pastoral, al compás del curso académico y la reanudación de todos los trabajos, pasadas las vacaciones. Unos han podido descansar en vacaciones, cambiando de ritmo en su vida y en su actividad. Otros, no han podido disfrutar de ese descanso. Todos, comenzamos la nueva etapa del curso con renovado vigor y entusiasmo.
El nuevo curso que comienza es una nueva oportunidad de gracia. Es Dios quien nos da el tiempo para que crezcamos en el camino hacia la santidad, que pasa por el cumplimiento de nuestros respectivos deberes, según la vocación a la que cada uno ha sido llamado. Pero el tiempo siempre es gracia ofrecida, kairós de salvación, y no sólo sucesión monótona de los minutos, las horas y los días (kronos). Acogemos el nuevo curso como un don de Dios, con el que queremos fructificar con abundantes frutos de santidad. En la Carta pastoral para el inicio de curso os señalo entre otros estos acentos:
La celebración de la JMJ en Madrid, con su etapa previa en la diócesis, que nos invita a reflexionar sobre lo que ha acontecido. La juventud necesita de la Iglesia y la Iglesia necesita de la juventud. La JMJ ha sido un encuentro mutuo, que nos llena de esperanza y nos plantea nuevas urgencias en el campo de la pastoral con los jóvenes. Los jóvenes necesitan de Jesucristo y por eso la Iglesia ha de salir a su encuentro para ofrecerles la salvación que sólo viene de Él. Los jóvenes son el futuro de la Iglesia y de la humanidad y en nuestro entorno es una etapa especialmente amenazada. Reflexionemos sobre lo sucedido y Dios nos ayude a descubrir pautas de actuación para el futuro en nuestra diócesis.
Una nueva etapa con san Juan de Ávila. La próxima declaración como doctor de la Iglesia universal coloca a la diócesis de Córdoba en situación de servir a toda la Iglesia esta figura eminente por su doctrina y su apostolado. Montilla ha de ser un foco de espiritualidad avilista, que la diócesis de Córdoba en colaboración con otras instituciones tiene que fomentar para bien de la Iglesia universal, y especialmente para bien de sacerdotes y seminaristas diocesanos. Nuestra diócesis ha de crecer en el aprecio de esta gran figura, y entre todos hemos de contribuir a su conocimiento y veneración.
Cuidemos de los sacerdotes y de las vocaciones al sacerdocio. El sacerdote es un regalo del Corazón de Cristo a su Iglesia, nos recordaba el santo Cura de Ars. La Iglesia no puede vivir sin sacerdotes, y la primera tarea de un sacerdote es cuidar de sus hermanos sacerdotes. Que todo el pueblo cristiano aprecie la labor del sacerdote, y que cada sacerdote se sienta urgido a una mayor santidad para el bien del pueblo cristiano. Promovamos la oración por los sacerdotes y por las vocaciones al sacerdocio.
Los fieles laicos son más necesarios que nunca, los adultos, los jóvenes y los niños. Atender su iniciación cristiana, su formación permanente, su protagonismo en la vida de la Iglesia. Lo que el alma es en el cuerpo, eso han de ser los cristianos en el mundo. Todo el laicado diocesano ha de dar gracias a Dios por la celebración del Cursillo de Cristiandad nº 1.000 en nuestra diócesis de Córdoba. En la Misa del 22 de enero, en la que deseo estén presentes todos los laicos de la diócesis, daremos gracias a Dios por estos dones.
La vida consagrada es un testimonio elocuente de la santidad de la Iglesia. Presente en distintos campos de parroquias, colegios, atención a pobres y enfermos, es una riqueza que Dios concede a nuestra diócesis, que todos hemos de valorar y que hemos de potenciar en los distintos carismas para el bien de la Iglesia. A todos nos alegra que Dios suscite nuevas vocaciones a la vida consagrada entre los jóvenes de nuestra diócesis.
Os recomiendo a todos la lectura y la reflexión de la Carta pastoral del Obispo en el comienzo del curso pastoral. Que cada persona y cada institución incorpore los acentos que en ella se señalan para el presente curso, que ponemos en manos de María Santísima, nuestra madre del cielo.
Recibid mi afecto y mi bendición:
+ Demetrio Fernández
Obispo de Córdoba