“No hay mejor escuela para nuestros hijos que la misión”

Diócesis de Córdoba
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La familia López- Perea se siente desbordada por el amor de Dios. Han regresado de la misión en China, después de años en el país asiático llenos de gratitud. Han vencido la barrera del idioma y comprobado como las diferencias culturales hacían impenetrable, a veces, la Buena Noticia. La presencia de esta familia con once hijos en China dio frutos en su entorno y hoy sus hijos continúan el camino iniciado por José Antonio y Amalia, es un balance provisional de un tiempo que no tiene fronteras. En sus hijos está la semilla de la misión

¿Cuándo se sintieron llamados a la misión?

Pertenecemos al Camino Neocatecumenal en donde continuamente se nos habla de la importancia del anuncio del Evangelio: llevar a Cristo a todas las personas del mundo para que todo aquél que lo acoja tenga la oportunidad de salvarse, como lo ha hecho con nosotros. De esta forma, cada año, en encuentros, convivencias… se piden sacerdotes, célibes y familias que libremente estén dispuestos  a partir a cualquier parte del mundo. En 2006, en el encuentro del Papa con las familias en Valencia, teniendo  cinco hijos, sentimos por primera vez que el Señor nos llamaba a hacer esta misión. En ese momento no fuimos capaces de levantarnos, pensando que era una locura o un sentimiento pasajero. Pero la llamada persistía y nosotros nos veíamos encadenados en la vida que teníamos: trabajo, casa, familia….pero con un vacío y tristeza interior que nada lo llenaba. Fue en 2010, con el Evangelio de la hemorroisa, cuando quisimos tocar a Cristo con la fe y nos abandonamos a hacer su voluntad, partiendo para el sur de Taiwán, en la zona aborigen,  en 2011 con ocho hijos y ocho maletas.

En un destino como Taiwán, ¿cómo se ha desarrollado vuestra misión?

Los frutos de la misión sólo Dios los sabe, nosotros lo único que hacíamos era vivir entre los chinos pero según la Iglesia nos ha enseñado: comiendo juntos alrededor de una mesa con nuestros hijos, lo que ellos no hacen porque están siempre trabajando; celebrar la Navidad, en un ambiente pagano que no conocen lo que es, y teniendo  que pedir permiso en el colegio porque nace un tal Jesús que es nuestros Salvador, y así lo damos a conocer, poniendo el Belén en la puerta de la casa para que las personas lo visiten,…..simplemente vivir el día a día.

¿Cuáles han sido vuestras principales dificultades?

Para nosotros la principal dificultad ha sido el idioma. Hemos comprobado que no hay mayor pobreza que no entender nada y ni poder hablar ni una palabra. Llevar al médico a nuestros hijos y no poder expresar lo que le pasa ni entender lo que te dice o saber el medicamento que hay que darle; comprar y sentirte tantas veces engañado; explicar las dificultades de nuestros hijos a los profesores….Nosotros partimos sin saber nada de chino, y el Señor poco a poco fue abriendo el oído, empezamos a entender, balbucear palabras, hasta poder llegar a desenvolvernos.

Otra dificultad es intentar entender su cultura tan diferente a la nuestra, y para eso nada mejor que vivir como ellos: comiendo su comida, metiendo a nuestros hijos en sus colegios estatales, trabajando en sus trabajos (descansando los domingos)….

¿Qué aspectos de aquella sociedad revelan la ausencia de Dios en la vida de las personas?

El cristianismo le ha dado la dignidad a la persona, y allí no la tienen. No se trata de pobreza, que no la hay, se trata de saber vivir dignamente. Un simple ejemplo: para ellos lo importante es el coche, un buen coche, y lo guardan en el salón de las casas (el bajo de una casa de aquí digamos), junto con el sillón y la inmensa TV que suelen tener, y allí están, comen (sin mesa claro),…la vida no vale nada: si atropellas a alguien, mejor rematar que pagar.

¿Qué ocurre cuando por conoceros, y a través de vosotros al Señor, una persona se convierte y pide los sacramentos?

¡Eso es un regalo tan grande que el Señor nos ha permitido vivir! Una de nuestras hijas estaba en el curso de infantil y empezamos cierta amistad con su profesora, pagana evidentemente. Necesitábamos cuidadora para que se quedara con nuestros hijos mientras íbamos a la Eucaristía y se lo pedimos a ella. Así empezó a entrar en nuestra casa, ver cómo vivimos y empezar a preguntar. Se ha bautizado e incluso hace unos meses se ha casado y su marido es ahora quien quiere bautizarse.

También nuestros hijos han traído amigas/os que al ver cómo vivimos cada vez se han pegado más a nuestra familia y deseado tener algo así en su vida. Hay quien no ha podido romper con las tradiciones de su casa, pero al menos conocen otra forma de vida.

¿Cómo acogió vuestro entorno vuestra decisión de misionar en Asia?

No fue fácil: para la mayoría era una locura, para otros una heroicidad y para algunos docentes una forma de estropear la vida de nuestros hijos. Evidentemente, para la familia más cercana un dolor por la separación…..nadie nos entendía….sólo los hermanos de la comunidad nos apoyaban y animaban a entrar en ese proyecto de Dios, dejándolo absolutamente todo: comunidad, trabajo, casa , familia, colegio, amigos…

¿Cuáles han sido los frutos que esta decisión ha dejado en vuestra familia?

Fundamental esa pregunta que sólo se puede responder pasados años de comenzar la misión, y lo decimos con todo el contenido de las palabras porque muchas veces nos hemos preguntado lo mismo: ¿hemos estropeado la vida de nuestros hijos o será un regalo que dará fruto a su tiempo?: “El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres”: nuestros hijos han aprendido a vivir de Dios, literalmente, y eso no se aprende en el colegio. Es lo más importante que le hemos enseñado. Nuestro señor obispo, D. Demetrio nos lo dijo antes de partir y eso es lo que se nos quedó grabado:” no hay mejor escuela para vuestros hijos que la misión”.

Pero además el Señor nos está permitiendo ver unos frutos increíbles: nuestra hija mayor, María, está como misionera en Harbin (Norte de China); nuestro cuarto hijo, Jose Antonio, acaba de entrar en el Seminario Diocesano Misionero Redemptoris Matter de Viena; nuestra segunda hija, Amalia, quiere casarse en unos meses y formar una familia cristiana abierta a la vida y en su interior sigue teniendo la inquietud de la misión (eso ya Dios les hablará….). Así que frente a todos los miedos que pudiéramos tener por la vida de nuestros hijos…..Dios desborda.






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