“Ninguna reforma educativa ha devuelto a la familia la responsabilidad que le compete”

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Entrevista al profesor cordobés José Carlos Aranda Aguilar. Para este escritor las clases de religión son muy importantes porque en ellas el alumno encuentra un sentido de la trascendencia que le abre una puerta a la esperanza.
Entre grandes paseos por el sendero del arroyo de Pedroches, subiendo a Santo Domingo, el profesor cordobés José Carlos Aranda Aguilar busca recursos educativos para poner al alumno en el centro de un sistema que sabe debe cambiarse para que la familia sea el primer motor de la educación. Para este escritor con vocación investigadora las clases de religión son muy importantes porque en ellas el alumno adquiere principios éticos, pero sobre todo, encuentra un sentido de la trascendencia que le abre una puerta a la esperanza.

P. ¿Para cuándo la reforma educativa que docentes, padres y alumnos llevan reclamando?

R. Todos desearíamos que lo antes posible, pero mucho me temo que no será así. Y lo que es peor, ¿será la que necesitamos o atentará de nuevo contra los principios básicos de la educación? Solo tenemos que ver el panorama político para comprender lo lejos que estamos de una ley de consenso que haga posible una reforma educativa en profundidad. Y, lo más importante, en ninguna se ha devuelto a la familia la conciencia y la responsabilidad que le compete. La escuela no se basta a sí misma, la familia es el primer motor de educación y cualquier ley que lo ignore estará abocada al fracaso.

P. En cuanto a las clases de religión, ¿qué función tiene para el crecimiento de los alumnos el conocimiento de los valores cristianos?

R. En cierta ocasión, el hijo de un socialista ateo, el francés Jean Jaurés, fundador del periódico L´Humanité, pidió a su padre una carta que lo dispensara de la clase de Religión. Él se negó, pretendía que su educación fuera completa y entendía que no lo sería sin un estudio serio de la Religión, cuando fuera mayor de edad, tiempo tendría de decidir por sí mismo. ¿Cómo puede entenderse la historia, el arte, la literatura o el pensamiento de occidente sin estudiar Religión? Estamos inmersos en el humanismo cristiano que bebe de esta fuente y constituye la espina dorsal de la sociedad que hemos construido. La perspectiva moral puede educarse desde principios éticos, pero la trascendencia que es la puerta de la esperanza, no. Entiendo que es básica en la formación de cualquier ser humano.

P. La motivación y un ambiente familiar es importante para el aprendizaje, ¿qué más debe saber un profesor de su alumno para que conseguir su crecimiento integral?

R. Aprender a mirar, a ver detrás de cada rostro que te mira desde el pupitre a la persona y no simplemente a un alumno al que hay que calificar. El profesor debe aprender a amar su profesión y amar a sus alumnos como seres humanos para ser capaz de intuir el proyecto de futuro que late en cada uno y procurar transmitirle la fe y la esperanza, la autoestima y la resiliencia necesarias para que ese proyecto florezca. Y eso solo se consigue desde el cariño, la constancia y la mirada amable. Todos somos únicos, diferentes, pero magníficos. Las competencias más valiosas en la vida no se evalúan en una cartulina –alegría, resiliencia, constancia, compañerismo, sociabilidad, asertividad…-. Es mucho lo que un buen profesor puede influir en la vida de una persona.

P. Las nuevas tecnologías ocupan el ocio de muchos jóvenes y niños, ¿cómo influye este uso en el proceso de aprendizaje?

R. Es el peor problema al que nos enfrentamos. Los últimos estudios arrojan cifras aterradoras: cinco horas diarias pegados a las pantallas de móviles, ordenadores o tabletas. Está afectando fundamentalmente a la memoria y a la capacidad de razonamiento. En la memoria por el llamado efecto “Google”. La información que sabemos disponible no la retenemos, nuestro cerebro confía en que en cualquier momento puede recuperarla y no hace el esfuerzo de retener. Disminuye nuestro hipocampo. En el razonamiento porque el léxico y la sintaxis se empobrece. En ciento cuarenta caracteres puedes expresar una idea pero no un razonamiento. Todo ello nos lleva a serios problemas de comprensión, expresión y capacidad de relación social. De ahí que los psicólogos estadounidenses y canadienses, a través de los puericultores, estén recomendando “0” exposición a pantallas hasta los 2 años, no más de media hora al día hasta los cuatro. Además, es adictivo y afecta al sueño. Por último, afecta a la atención consciente imprescindible en el aprendizaje. Todo esto ya se está notando en los alumnos que nos llegan cada nuevo curso.

P. ¿Tenemos cada vez peor ortografía por el uso de medios tecnológicos?

R. Todos hemos utilizado abreviaturas para tomar apuntes, pero era la excepción. Ahora se ha transformado en norma, de ahí que hoy aparezcan faltas de ortografía nuevas derivadas de los mensajes cortos a los que están acostumbrados. La atención deficitaria hace el resto. Da la impresión de que en las redes sociales todo está bien, pero no es así. En esta línea publiqué el Manual de redacción para profesionales e internautas, y en esa dirección va también la última publicación de la RAE este mismo año.

P. Usted participa como docente en parroquias de Córdoba para orientar a padres en la educación de sus hijos, ¿cuáles son las principales preocupaciones de los padres actuales?

R. Diría que encontrar el norte o, si lo prefieres, recuperar el sentido común. Estamos rodeados de mensajes contradictorios en todos los sentidos y las familias necesitan reafirmarse en convicciones que, a veces, son de lo más elementales. Por ejemplo, la necesidad de unas normas de convivencia, de unos principios, de la colaboración en las tareas domésticas o, simplemente, del respeto mutuo como base de la armonía familiar. Conviene recuperar la autoridad desde el cariño y el respeto, pero que los padres vuelvan a ejercer como tales. “Yo no puedo ser tu amigo, soy tu padre. Si fuera tu amigo, te dejaría huérfano”, dice el juez Calatayud. Hoy los peligros más acuciantes son la sobreprotección y la permisividad dominantes en la sociedad actual.

P. ¿Cómo hablar de Dios a los hijos cuando en entorno social repara poco en la vida espiritual de los niños?

R. Como con todo lo demás en la educación: a través del ejemplo. No necesitas hablarle de Dios porque es él quien te va a preguntar cuando viva en el seno de una familia donde la oración y las prácticas religiosas formen parte de su vida. Los educamos desde nuestro ejemplo, si queremos que ellos sean piadosos, seamos nosotros piadosos, es así de sencillo. Si Dios está presente en el seno familiar, se hará presente en su vida y esa semilla le servirá de brújula para navegar al crecer como ser humano allá donde vaya.

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