En Córdoba el pasado 18 de marzo. La Santa Misa Crismal, presidida por el Sr. Obispo y concelebrada por el Cabildo Catedral y el Clero Diocesano, es una de las ceremonias más hermosas de la liturgia católica y contiene un gran simbolismo ya que sirve para dar gracias a Dios por el don del sacerdocio y pedir por los sacerdotes. En esta Eucaristía, “expresión bellísima de la comunión de la Iglesia”, los sacerdotes renovaron las promesas sacerdotales.
Durante la ceremonia, D. Juan José Asenjo bendijo los óleos de los catecúmenos y de los enfermos y consagró el santo crisma, con el que serán ungidos los nuevos cristianos y serán signados los que reciban la confirmación. Así como, serán ungidas las manos de los once nuevos presbíteros que recibirán la ordenación sacerdotal el próximo 21 de junio.
En su homilía, el Obispo manifestó su apoyo y gratitud a los presbíteros “por vuestra fidelidad humilde, vuestro trabajo abnegado, vuestro cansancio, vuestra generosidad silenciosa y vuestros sufrimientos”. Asimismo, les pidió “sed siempre mediadores generosos de la gracia de Dios, siempre disponibles para ofrecer vuestro servicio pastoral a quien os lo reclame […]. Amad a todos, pero especialmente a los más pobres, a los cautivos, a los enfermos y a los marginados por la soledad y el abandono. Pero no olvidéis nunca que ante todo sois misioneros”.
En este contexto sacerdotal y diocesano, todos los presentes despidieron a D. Mario Iceta, quien será consagrado Obispo Auxiliar de Bilbao el próximo 12 de abril en la Catedral de Santiago (Bilbao). Tras expresar su alegría y la de la Iglesia diocesana por esta gran noticia, el Sr. Obispo dio gracias a Dios “por el servicio que has prestado a nuestra Diócesis”.
También, D. Juan José Asenjo manifestó que en la Iglesia de Córdoba D. Mario Iceta siempre tendrá un “hueco grande, sincero y lleno de gratitud, en el corazón del Obispo, de los sacerdotes, los seminaristas, los consagrados y los laicos, tus hermanos, que todos los días pedirán al Señor que te acompañe con su gracia y te conceda los dones de su Espíritu, especialmente la sabiduría, el consejo, la piedad y la fortaleza”.
Antes de finalizar la ceremonia, D. Mario Iceta dirigió unas palabras a todos los fieles reunidos en la Santa Iglesia Catedral. Tras manifestar la inmensa alegría de haber recibido el don de la fe y la llamada a la vocación sacerdotal, expresó su “gratitud infinita a quienes me ayudaron a descubrirla, la alimentaron y sostuvieron”. Asimismo, mostró su agradecimiento al seminario de Córdoba y sus formadores; a todos y cada uno de los sacerdotes de la Diócesis; a los tres obispos que han regido los destinos de esta Diócesis durante su estancia en Córdoba: D. José Antonio Infantes Florido, D. Javier Martínez y D. Juan José Asenjo; a los monasterios de clausura; a los religiosos y religiosas de vida activa, así como “a tantos fieles a los que he tenido el profundo gozo de servir en las parroquias en las que he estado destinado, y con todos aquellos con los que me he encontrado como Vicario de la Campiña, primero, y como Vicario General, después”.
También, manifestó que con la Diócesis de Córdoba “he contraído una deuda impagable. Siempre me he sentido profundamente querido por vosotros, y os manifiesto que también os he querido infinitamente a pesar de mis insuficiencias, limitaciones y pecados”.Y añadió que en su relación con cada uno de nosotros “he procurado siempre vivir con rectitud de intención y limpieza de conciencia. Os pido humildemente perdón si en mis palabras, comportamientos u omisiones alguna vez os haya herido o escandalizado”.