José Miguel Bracero Carretero es uno de los últimos sacerdotes ordenados en la diócesis de Córdoba. Con 49 años, este presbítero se ordenó el pasado año y es actualmente párroco de Santa María de las Flores de Posadas.
¿Cómo era tu vida antes de decidir ingresar en el Seminario?
Tras haber estudiado Idiomas y Relaciones Internacionales en la universidad, tuve una vida dedicada al comercio internacional, viajando por el mundo, y dando gracias a Dios por todo lo que me regalaba cada día: familia, amigos, trabajo apasionante… pero al mismo tiempo inquieto y en búsqueda.
¿Qué te llevó al sacerdocio?
Un voluntariado en Jordania fue el comienzo, terminé en Etiopía dos años, pero sobre todo, mucha oración y discernimiento. Yo tenía mi fe, iba a misa, practicaba la oración, retiros, pero el testimonio de un sacerdote misionero y su vida entregada a llevar a Cristo a las almas me marcó para siempre.
Y, ¿cómo conociste a Jesucristo?
De pequeñito recuerdo aprender a rezar con mi abuela y mi madre al acostarme, las catequesis de comunión, mis amigos y la misa del domingo. Después en la adolescencia siempre parece que nos rebelamos y queremos ser independientes y hacer las cosas a nuestra manera, pero Jesús que ya habita en tu corazón, no deja de llamarte por tu nombre a través de personas, experiencias, señales, en la oración y vuelves a Él porque siempre te está esperando para decirte cuál es su plan para ti.
¿Cómo describirías tu vida sacerdotal?
Apasionante. El 23 de junio cumpliré mi primer aniversario como sacerdote. Estoy en una nube, un sueño cumplido, unas expectativas que se desbordan por la gracia de Dios enriquecidas por el ejercicio del propio ministerio cada día: celebrando los sacramentos, la Santa Misa, la Penitencia, acompañando y visitando a los enfermos, aprendiendo de los mayores y también de la energía y capacidades de tantos jóvenes cuya sed a veces apagan en otras fuentes del mundo. Ahí está el reto y mi misión: llevar las almas a Cristo y proponerles un plan de salvación personal a cada uno.
¿Cuáles han sido los retos más simbólicos que has enfrentado como sacerdote?
Hacer de la parroquia la casa común de todos, lugar de encuentro, hacer de mediador entre Dios y las almas administrando las gracias y elevando las peticiones al Padre.
¿Qué experiencias como sacerdote te han dejado más impactado?
Además de hacer presente a Cristo vivo y resucitado cada día en el altar, el sacramento de la Penitencia y la Unción de Enfermos. El tanatorio y conversar con las familias me enriquece enormemente y percibir cómo el Espíritu Santo actúa en los corazones usando mis debilidades y miserias.
¿Cuál consideras que es la tarea más difícil para un sacerdote?
Lo más difícil pero al mismo tiempo lo más apasionante es hablar de Dios a quien se encuentra alejado o dice no creer. Todos creemos, pero nos olvidamos o nos alejamos la mayoría de las veces involuntariamente.
¿Y la más fácil?
Equivocarse, pero sin dejar nunca de ser tú mismo. Es fácil también caer en la tentación de pensar que eres tú quien hace las cosas…
Eres de los últimos sacerdotes ordenados y en tu primer año como párroco has recibido la visita del Obispo, ¿qué ha supuesto para ti?
Todo un privilegio tener en nuestro pueblo a D. Demetrio, aprender de su celo apostólico por las almas, conocer su diócesis incansablemente, y gracias a él también he conocido facetas humanas y espirituales de este pueblo maleno volcado y agradecido por tenerle tan cerca.
Al frente de tu parroquia en Posadas, ¿cómo te sientes? ¿Qué has podido palpar en este tiempo?
Estoy encantado, son las almas que Dios me ha encomendado. Encontré un pueblo amable, generoso, entregado a sus retos y metas, solidario con los más débiles y necesitados. Aprendo de ellos todos los días, su capacidad de luchar y perseverar buscando a Dios mediante sus asociaciones, sus hermandades y cofradías, su oración. Sé que todos juntos podremos avanzar hacia nuestra verdadera vocación a la santidad si dejamos que el Espíritu Santo actúe en nuestros corazones y eso es tarea de todos empezando por mí, pidiendo por mi conversión al Señor y entregándome más cada día.
Justamente cuando se cumple un año de tu ordenación, ¿das gracias a Dios por tu ministerio?
Me faltan las palabras para dar gracias a Dios por tanto, siendo yo tan poco.