Presidida por el Presidente del Cabildo, Manuel Pérez Moya, y concelebrada por el Cabildo Catedralicio, en la Santa Iglesia Catedral.
En la solemnidad de la Natividad del Señor más de doscientas personas celebraron la Santa Misa, presidida por el Presidente del Cabildo, Manuel Pérez Moya, y concelebrada por el Cabildo Catedralicio, en la Santa Iglesia Catedral.
Durante la homilía, el Presidente del Cabildo manifestó que “Dios deja de mirar al mundo y a los hombres de lejos, y se atrevió a visitarnos en carne mortal: no quiso ser un mero espectador como quien contempla la belleza, pero sin implicarse con ella; deseó mezclarse con los hombre y vivir en medio de ellos y así asumir nuestro destino y conducirnos a la vida eterna”. Para Dios -añadió- “todo esto fue posible por su nacimiento humilde que nos desarmó al querer hablarnos directamente al corazón”, por lo que “celebrar este misterio es descubrir el nuevo rostro del hombre al quedar iluminado por la luz de la fe”.
También, señaló que “es necesario admirar este misterio y acogerlo en nuestro corazón. Dios hecho niño se manifiesta por la obediencia y la dependencia total de María y José. A nosotros nos gusta decir la última palabra y mandar mucho pero que nadie nos mande. Nos gusta y somos cómplices del consumismo. Nos gusta ser fuertes y aparentar tener poder. Pero, Dios nos educa en la austeridad al manifestarse en un pesebre, y se reviste de debilidad hasta el punto que le hace exclamara a San Pablo la fuerza se realiza en la debilidad”.
Por eso, destacó que “no hay oposición entre la omnipotencia de Dios y las aspiraciones del corazón humano por alcanzar su plenitud (…). El Niño Dios asume la humanidad para que el hombre puedan alcanzar la el compromiso de hacerse samaritanos con el destino de los más desfavorecidos y pobres de la tierra”. Con Él -dijo- “podemos alcanzar todos los deseos y sueños de nuestro corazón, ya que sólo con Él, modelo de hombre perfecto, llegaremos a ser los hijos de Dios”.
Por último, los fieles adoraron al Niño Jesús besando su imagen al finalizar la celebración de la Eucaristía.
