Gonzalo J. Herreros Moya desgrana el episcopologio de la diócesis cordobesa, donde Mons. Jesús Fernández es el octogésimo segundo titular de la cátedra cordobesa
La inminente llegada de monseñor Jesús Fernández González como octogésimo segundo titular de la cátedra cordobesa, desde que Lope de Fitero la restaurara en el siglo XIII, es un buen momento para realizar una rápida mirada al pasado y repasar el episcopologio cordobés desde el pontificado de León XIII.
Comenzamos con José Pozuelo y Herrero (Pozoblanco, 1828-Córdoba, 1913), último de nuestros prelados nacido dentro de la propia diócesis cordobesa. Fue obispo auxiliar de Ceuta, Canarias, Segovia, y finalmente en 1898 de Córdoba. Debido a su ancianidad su episcopado no se impregnó de las directrices sociales de Rerum novarum. Tras su óbito fue enterrado en la antecapilla de la Inmaculada, en la catedral, junto al obispo Alburquerque.
Le sucedió Ramón Guillamet i Coma (Olot, 1856-Barcelona, 1926). Comenzó su carrera episcopal en León, y luego pasó a Córdoba en 1913. En ella completó la incipiente reforma del palacio episcopal iniciada en bajo el gobierno de Pozuelo. Fue el primero en emplear medios estadísticos para el estudio de la diócesis y su patrimonio. En 1920 pasó al obispado de Barcelona, donde murió seis años más tarde.
Mucho más dilatado fue el gobierno de Adolfo Pérez Muñoz (Soto de Campoo, Cantabria, 1864-Córdoba, 1945). Obispo de Canarias, luego de Badajoz, por fin en 1920 se le nombró para Córdoba. Continuó las obras del palacio episcopal, permitiendo sus primeras excavaciones arqueológicas, inició la promoción de viviendas sociales, inauguró importantes monumentos como el de Osio o el Sagrado Corazón de las Ermitas, y rubricó la fundación y refundación de muchas cofradías en el contexto de la Posguerra. Murió en 1945, y fue enterrado en la cripta de la capilla de la Inmaculada.
El obispo más carismático del siglo XX fue sin duda fray Albino González Menéndez-Reigada (Cangas de Narcea, Asturias, 1881-Córdoba, 1958). Dominico, en 1924 se convirtió en obispo de Tenerife, donde publicó el Catecismo patriótico español, obra de referencia en el primer franquismo. En 1946 pasó a la mitra de Córdoba, donde promovió la construcción de más de 4.000 casas en el entorno del Campo de la Verdad para los más desfavorecidos y estableció nada menos que 86 parroquias nuevas en todo el obispado. Murió en palacio en el verano de 1958 y se sepultó a los pies de la capilla de las Ánimas de la catedral.
Manuel Fernández-Conde y García del Rebollar (Puertollano, 1909-Córdoba, 1970), trabajó largos años en Roma al servicio de Pío XII, y tras su muerte en 1958 le fue proveído el obispado de Córdoba. Estuvo bastante tiempo ausente debido a su participación en el Concilio Vaticano II, cuyos postulados no le dio tiempo a implantar del todo. Sus restos descansan junto a Alburquerque y Pozuelo en la antecapilla de a la Inmaculada de la catedral.
Le sucedió José María Cirarda Lachiondo (Baquio, Vizcaya, 1917-Vitoria, 2008), primero obispo auxiliar de Sevilla, y como tal fue el único prelado español que acudió a las tres sesiones plenarias del Concilio Vaticano II. Tras ser administrador apostólico de Bilbao donde chocó en no pocas ocasiones con mandatarios del régimen, en 1971 se convierte en Córdoba. Bajo su pontificado se dividió la diócesis en cuatro vicarías territoriales, construyó y bendijo una veintena de nuevas parroquias e inició la reforma de la casa sacerdotal y el antiguo seminario. Pasó en 1978 al arzobispado de Pamplona, y falleció ya retirado en su tierra natal.
Muy intenso sería el pontificado de José Antonio Infantes Florido (Almadén de la plata, 1920-Gelves, Sevilla, 2005). Obispo de Canarias, donde destacó por su convencido ecumenismo, y desde 1978 de Córdoba. Reabrió los seminarios, renovó la actual organización parroquial, inauguró la Casa sacerdotal y creó el Museo diocesano. También apoyó el nacimiento de cofradías y hermandades. Renunció por su edad en 1995, y murió diez años más tarde como obispo emérito de Córdoba. Su cuerpo reposa en la capilla de la conversión de san Pablo, en la catedral.
Francisco Javier Martínez Fernández (Madrid, 1947), fue primero obispo auxiliar de Madrid y miembro sucesivamente de los consejos pontificios para el diálogo con los no creyentes, de la cultura y para los laicos. Fue obispo de Córdoba entre 1996 y 2003 en que pasó al arzobispado de Granada, que rigió durante veinte años hasta su jubilación, y de la que es actual emérito.
Juan José Asenjo Pelegrina (Sigüenza, 1945), comenzó su carrera como obispo auxiliar de Toledo, fue secretario general de la Conferencia Episcopal Española, y como tal pieza clave en la organización de la visita de Juan Pablo II en 2003. En ese verano se le provee la mitra de Córdoba, que gobernó durante siete años sin grandes cambios pero también con discreción y diplomacia. A finales de 2008 pasó a arzobispado de Sevilla, donde hasta 2021 desempeñó su labor diocesana.
Por último, monseñor Demetrio Fernández González (El Puente del arzobispo, Toledo, 1950). Maestro de vocación, desempeñó varios puestos en la diócesis de Toledo hasta que 2004 se le nombró obispo de Tarazona, puesto que simultaneó con distintas responsabilidades en comisiones de la Conferencia Episcopal. En 2010 llegó a Córdoba, y durante quince años exactos ha gobernado esta diócesis hasta su jubilación. Gran melómano, ha impulsado el estudio y divulgación de grandes figuras como Osio o san Juan de Ávila.
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