Mª Dolores Ávila es maestra de Religión y desde el primer día ha sentido que está en el lugar indicado
Soy Mª Dolores Ávila y tengo uno de los trabajos más bonitos e importantes del mundo; soy maestra de religión. Aunque a muchos/as la vocación les llega de pequeños, a mí me llegó cuando era adulta, durante una estancia de seis meses en la residencia para estudiantes María Inmaculada (Toledo).
Gracias a la Hermana Ana Caravaca (a quien estaré eternamente agradecida por acercarme más a Dios) empecé a leer la Biblia con más frecuencia. En uno de los retiros espirituales que realizamos, sentí por primera vez la llamada de Dios. La paz y la claridad que experimenté durante esos días fueron indescriptibles. Algo dentro de mí me decía que debía seguir ese camino, que mi propósito estaba en enseñar y guiar a otros en la fe católica.
Lo que me motiva cada día en mis clases es la posibilidad de influir positivamente en la vida de mis estudiantes, no sólo en su crecimiento académico, sino también en su desarrollo espiritual y moral. Ver cómo los niños y niñas descubren el mensaje de amor y compasión de Jesús y cómo lo aplican en sus vidas cotidianas es una recompensa indescriptible.
En este sentido, todavía me emociono al recordar un gesto de generosidad que tuvo un alumno mío con otro durante un recreo sin esperar nada a cambio. Surgió de él y lo hizo tan en silencio que pasó desapercibido para la mayoría de los que estábamos allí. Ese día me sentí muy agradecida con Dios por esta profesión tan maravillosa.
Aunque no llevo mucho tiempo trabajando como maestra de religión católica, desde el primer día, supe que estaba en el lugar indicado. Durante este periodo he podido ver cómo los niños y niñas se interesaban por aprender sobre la fe, cómo sus ojos brillaban al comprender los valores y enseñanzas del Evangelio, etc.
Me encantan los dibujos que realizan, porque en ellos puedo ver a Jesús a través de sus ojos. Pero sin duda, lo que más me ha asombrado, es la espontaneidad y naturalidad de la fe en los más pequeños, los de Ed. Infantil. Creo que jamás olvidaré el video que grabó y me envió una madre de su pequeña de 5 años canturreando alegre una canción sobre Jesús que le había enseñado en clase, mientras jugaba con sus juguetes.
Por otro lado, acercar a Dios a los más mayores requiere utilizar otras metodologías con las que ellos están más familiarizados, como son los juegos. Ver la expresión de alegría y felicidad en sus rostros mientras repasamos los Sacramentos con un Escape room…
En definitiva, ser maestra de religión católica no es sólo impartir conocimientos teóricos, sino también ser un ejemplo de vida, una guía espiritual y un apoyo constante para mis alumnos. Cada día es una oportunidad para crecer junto a ellos, para aprender y para fortalecer nuestra fe. Se supone que yo les enseño quién es Jesús, pero son ellos/as quienes me lo muestran con sus miradas, sus abrazos y su inocencia.
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