Entrevista a Antonio Morales, Vicario Judicial de la Diócesis y párroco de la Fuensanta.
P. ¿Qué te llevó al sacerdocio?
R. Ha sido Dios quien me ha llevado al sacerdocio, principalmente a través de su providencia, pero, de modo particular, cuando a la edad de trece años aproximadamente, D. Manuel, entonces párroco de Cristo Rey, me preguntó directamente sobre esta posibilidad y le contesté que no. Sin embargo, aquel interrogante, despertó en mí una inquietud vocacional muy fuerte, inexplicable, que he ido discerniendo en mis años de formación en el seminario hasta recibir el don inmerecido del sacerdocio.
P. Y, ¿cómo conociste a Jesucristo?
R. Sinceramente creo que siempre he conocido a Jesucristo, porque desde pequeño rezaba las oraciones infantiles que me enseñó mi madre y procuraba contarle mis cosas todos los días, sintiendo que Él me escuchaba. No porque me concediese en toda ocasión aquello que le pedía, sino porque esa relación sencilla de niño, me daba confianza, fortaleza, ánimo… también viví con mucha intensidad el momento de mi primera comunión y los años de formación en el seminario han sido cruciales para conocerlo mucho mejor a través de la oración y el estudio. Diría que es imposible conocer a Cristo sin vida interior porque si no meditas la palabra de Dios, contemplas los misterios de su vida y entablas diálogo con Él, al final te quedas sin conocerlo personalmente. El estudio filosófico-teológico para mí también ha sido de gran ayuda, desde joven he tenido ganas de conocer a fondo su vida, su enseñanza, conocer el porqué de las verdades de fe. Así mismo, la fraternidad, el acercarse a la realidad del sufrimiento humano, me ha ayudado a descubrir el rostro de Cristo. De todas formas, si tuviera que establecer un orden de prioridad, el medio que más me ha ayudado a conocer a Cristo, es sin duda alguna la oración porque llena el alma por completo.
P. ¿Cómo describirías tu vida sacerdotal?
R. Mi vida sacerdotal es de consagración a Dios y servicio a la Iglesia en las tareas que me han encomendado. Al menos eso procuro, porque no siempre lo consigo ni estoy a la altura.
P. ¿Cuáles han sido los retos más simbólicos que has enfrentado como sacerdote?
R. El reto fundamental del ministerio sacerdotal es la caridad pastoral, anunciar el Evangelio, lograr que todos conozcan a Jesucristo. No es algo fácil porque son muchas las dificultades y, cuando vas madurando, te das cuenta de que esto no se consigue de la noche a la mañana; que cada uno tiene su momento, su tiempo, su experiencia de fe. A pesar de todo, siempre he tenido la sensación de que podía haber hecho más, especialmente cuando pretendes ayudar a las personas y ves que eso no es suficiente.
P. ¿Qué experiencias como sacerdote te han dejado más impactado?
R. Quizás la experiencia que más me ha impactado sea el trato con los que se supone que están más alejados de la Iglesia. En ellos, he descubierto más fe de la que aparentemente se podría esperar y vidas que no están lejos del Reino de Dios. He aprendido mucho en este sentido.
P. ¿Cuál consideras que es la tarea más difícil para un sacerdote?
R. La tarea más difícil es la fidelidad a la propia vocación con todo lo que conlleva y alcanzar la santidad que exige el ministerio. Parece una frase hecha, pero es así.
P. ¿Y la más fácil?
R. Quizás sea la misma que acabo de exponer, pero confiando más en la gracia de Dios.
P. Tras varios años cursando estudios fuera, regresaste a la ciudad y estuviste en diversas localidades ejerciendo tu ministerio. Ahora, te encuentras en el santuario de la Fuensanta. ¿Cómo fue para ti llegar de la parroquia de Montoro y ponerte al frente del lugar en el que se encuentra la co-patrona de la ciudad?
R. Doy gracias a Dios por todos los lugares donde he ejercido el ministerio. Obejo y Villaharta porque fueron las primeras parroquias y ese primer amor nunca se olvida. Montoro, por sus cerca de tres años de intenso fruto pastoral y, ahora, en la parroquia de la Fuensanta, dentro de un barrio obrero de la ciudad de Córdoba, el “14010”, donde estoy contento por la respuesta que están dando las iniciativas que se están llevando a cabo. La verdad es que entre sí, son parroquias muy distintas, pero gracias a Dios me adapto enseguida. Nunca he pretendido ir a una parroquia determinada, lo he dejado en manos del Obispo, y francamente me ha ido muy bien así.
P. Eres además Vicario Judicial del Tribunal Eclesiástico de la Diócesis. ¿Qué supone un proceso de nulidad tanto para una pareja como para un sacerdote?
R. Ser Vicario Judicial es una gran responsabilidad que comparto con cuantos integran el Tribunal Diocesano de Córdoba. En el ejercicio de esta función percibo, sobre todo, el dolor que causa el fracaso matrimonial y el acompañamiento de la Iglesia, que intenta sanar el corazón herido a través de una investigación judicial que tiene como objetivo conocer la existencia o inexistencia del vínculo conyugal. Este proceso suele ayudar enormemente a las personas, porque al principio llegan a la vicaría judicial con muchos prejuicios y miedos, otras veces con grandes dificultades para contar lo sucedido debido al daño sufrido, pero en cuanto nos conocen, van abriendo su corazón, revisan su historia personal y, aunque una declaración pueda parecer algo meramente jurídico, ¡cuánto les reconforta!
P. Y por último, ha sido nombrado recientemente capellán del Córdoba CF. ¿Cómo llevas este cargo y cómo has sido acogido en el club?
R. La temporada pasada, la directiva del Club, con Jesús León al frente, solicitaron al Sr. Obispo un capellán y agradezco este nombramiento. Estoy encantado de ser el capellán del Córdoba CF. Desde primera hora me abrieron las puertas de la entidad blanquiverde y, gracias al esfuerzo de todos, contando con la ayuda divina que nunca falta, se logró la proeza de la salvación. En la presente temporada toca seguir luchando. Esto es solo para valientes.