
La solemnidad de la Inmaculada aromatiza el Adviento: “Tiempo de silencio interior, de reflexión personal, de allanar senderos, de conversión a Dios”
Como pórtico, la Vigilia de la Inmaculada, bajo el lema: “Con María, peregrinos de esperanza”. Como mensaje, las palabras del Concilio Vaticano II, definiendo a la Virgen: “Mujer humilde que escucha a Dios, con confianza y alegría”. Como permanente lección pastoral: “María, modelo para la Iglesia”. Contemplemos los rasgos de una Iglesia más mariana en nuestros días.
Primero, una Iglesia que fomenta la “ternura maternal” hacia todos sus hijos e hijas, cuidando el calor humano en sus relaciones.
Segundo, una Iglesia de brazos abiertos, que no rechaza ni condena, sino que acoge y encuentra un lugar adecuado para cada uno.
Tercero, una Iglesia que, como María, proclama con alegría la grandeza de Dios y su misericordia también con las generaciones actuales y futuras.
Cuarto, una Iglesia que se convierte en signo de esperanza por su capacidad de transmitir vida.
Quinto, una Iglesia que sabe decir “Sí” a Dios, sin saber muy bien a dónde la llevará su obediencia.
Sexto, una Iglesia humilde como María, siempre a la escucha de su Señor.
Séptimo, una Iglesia atenta al sufrimiento de todo ser humano, que sabe, como María, olvidarse de sí misma y “machar deprisa” para estar cerca de quien necesita ser ayudado. ¡Maravillosa contemplación de María!
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