Nueva entrega semanal del sacerdote Antonio Gil
Así llama el Papa Francisco a la fiesta de los Todos los Santos: el día de la Gran Esperanza, que tiene su fundamento en la Resurrección de Cristo: «Cristo ha resucitado y tambien nosotros estaremos con Él». Dice el Papa que «los santos y los beatos son los testigos más autorizados de la esperanza cristiana, porque la han vivido plenamente en su existencia, entre alegrías y sufrimientos, poniendo en práctica las Bienaventuranzas que Jesús predicó y que resuenan en la liturgia de este día». Recordamos a los santos con peana y sin peana, a personas de diversas civilizaciones y culturas, como nos dice la lectura del Apocalipsis, que apostaron y vivieron las bienaventuranzas.
Jesús proclama bienaventurados a los «pobres», los que aspiran y colocan sus vidas en los «bienes de arriba»; a los «mansos», aquellos que tienen dominio de sí, que dejan sitio al otro, que lo escuchan y lo respetan en su forma de vivir, en sus necesidades y en sus demandas; a los que «lloran», porque a pesar de todo, confían en el Señor y se ponen a su sombra, no son indiferentes ni tampoco endurecen sus corazones en el dolor, sino que esperan con paciencia el «consuelo de Dios»; a los que «tienen hambre y sed de la justicia», los «buscadores de Dios» por los caminos de la verdad y del amor; a los «misericordiosos», los que ponen su corazón en las miserias humanas; a los «limpios de corazón», los que caminan sin hipocresías ni engaños; a los «pacíficos», los sembradores del bien; a los que «perseguidos», por su testimonio clarividente. ¡Hoy aclamamos sus vidas y proclamamos su santidad!
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