Del 5 de abril al 5 de julio, la Catedral de Córdoba acoge la exposición “Símbolo, Luz de Nicea” para mostrar a los visitantes la figura de Osio de Córdoba y la importancia del Concilio de Nicea. Una muestra para la que han trabajado minuciosamente un equipo de personas, entre los que se encuentran Jorge Ruiz, arquitecto de la exposición.
Para un arquitecto, representa un reto profesional intervenir como museólogo en un edificio Patrimonio de la Humanidad. ¿Qué significado ha tenido trabajar en esta exposición?
En nuestras actuaciones, intentamos ser lo más discretos posibles en el sentido de que no pese el diseño espacial y museográfico sobre el expositivo. Es un proyecto científico que hay detrás, que nos organiza desde el principio todo el discurso y la concatenación de espacios, de cómo se organizan. En una primera fase, es importantísimo el diálogo con el comisariado y expresarlo. A partir de ahí, empezamos los primeros bocetos de diseño. Luego hay una retroalimentación, intentamos que en el discurso cronológico y temático se incorporen conceptos de arquitectura, no digo solo del edificio, sino del espacio que creamos. Por ejemplo, adaptamos los espacios que se necesitan con los que tenemos.
En el caso de la exposición, hemos hecho un diseño que, mientras que en otras salas de exposiciones quizás podría itinerar e ir a otros sitios, aquí está integrado 100 % con el espacio que tenemos. No solo en cuanto a la arquitectura y su imponencia al espacio religioso, sino a la geometría, la escala que tiene, etc. Nosotros al principio cuando hablábamos con los artistas, las ideas que tenían, los conceptos, eran de ocupación de un espacio mayor y eso nosotros lo hemos ido no encorsetando, sino delimitando con el conjunto de la exposición porque va todo unido. Es una fase que costó también al principio, pero que ha tenido un resultado muy bueno. Las obras interactúan mucho con el visitante, cómo se descubre, cómo se llega a ese espacio, y lógicamente siempre en diálogo con el comisario, porque el comisario es el que establece un poco esa pieza donde va.
Para nosotros ha sido un reto, porque no nos hemos encontrado nunca con un proyecto de este tipo donde la carga conceptual sea tan fuerte. Ha sido gratificante para nosotros y para el comisario con el que ha habido mucho diálogo.
Hace escasos días, una encuesta que ha hecho la Mezquita-Catedral de Córdoba decía que lo más valioso para el visitante era la visión integral del bosque de columnas. Esta disposición en semicírculos por el que va descubriendo el público todo, ¿tiene que ver con el respeto absoluto a cada una de ellas?
Claro, nosotros intervenimos mucho en patrimonio y hemos presentado proyectos en comisiones de patrimonio muy habitualmente, no solo con exposiciones temporales, sino intervenciones permanentes, etc. Y es verdad que nosotros siempre partimos, por supuesto, no solo de un respeto hacia el espacio, la arquitectura, sino que incluso físicamente no tengamos elementos que la agredan. En este caso, hemos partido de una tarima que acoge todo el espacio expositivo, lo cual permite no solo canalizar cualquier tipo de instalación, sino proteger el pavimento, que es el único elemento donde hay un contacto físico con la arquitectura que es el suelo, porque el resto de elementos no se tocan. Aquí se ha utilizado este recurso que encarece ligeramente, porque es un material que es recuperable también, pero que nos permite no solo el tránsito del público, sino trabajar todos los módulos, toda la carpintería se puede mover, ir desplazando en la fase de montaje, que es muy importante, sin dañar absolutamente ningún elemento. Y luego en el espacio, hay una estructura más rígida hacia el exterior que lo cierra, que va dialogando con los intercolumnios del espacio, con la altura también del arranque de los capiteles y luego en el interior, hay un diseño más orgánico, donde el visitante va entrando y descubriendo elementos casi con paz, buscándola.
Para finalizar, ¿cuál ha sido la mayor sorpresa?
Emocionante yo creo que ha sido todo el proceso. Quizás el arranque en el que nosotros empezamos a crear un poco el espacio. Lo más emotivo es realmente lo que la Catedral impone con su propia arquitectura, o sea, que realmente aunque hubiéramos hecho un elemento menor, esa sensación y ese impacto sería el mismo porque es sobrecogedor del sitio donde estamos; luego, lógicamente, el espacio, donde tenemos una serie de obras de patrimonio de diferentes instituciones que hay que colgar, exponer o colocar en vitrinas, en paredes, donde sea, y que no pueden estar puestas a lo mejor de otra forma. Ha sido bonito adaptarse a los bienes que se exponen, pero sobre todo el primer arranque, que es cuando ya empezamos a dialogar con el edificio.
Es la conmemoración del Concilio de Nicea, otras ciudades lo han acometido a modo de exposición, congresos, etc. pero esta es la única ciudad que acoge la conmemoración en el lugar donde nació su presidente el obispo Osio. ¿Esto qué significado puede tener para gente que no sepa nada que esto?
Cuando salga la gente de visitar la exposición sabrá algo más de esto, no me cae ninguna duda, porque tiene un contenido muy profundo y a la vez muy formativo en sentido histórico y de documentación, que posiciona muy bien el momento.
Yo creo que se entiende no solo un conocimiento de la figura de Osio, de lo que fue el Concilio, etcétera, sino de la parte espiritual y conceptual que se desarrolla, o sea, se exponen muchas partes de la exposición, algunas de una forma muy sutil y de otras impactantes.
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