Alumnos y profesores del Instituto de Ciencias Religiosas “Beata Victoria Díez” se han reunido para glosar la figura de Javier Sánchez, profesor de asignaturas como Liturgia Especial o Misión Evangelizadora, entre otras. La Laudatio, celebrada con agradecimiento y emoción, sirvió para poner de manifiesto la ingente labor pedagógica desarrollada por el sacerdote fallecido el pasado 13 de septiembre y compartir el cariño y gratitud del Instituto hacia el “amigo y maestro”. Tras la eucaristía, los alumnos y el director del centro y profesor, Adolfo Ariza, se congregaron en un aula para rendir tributo a un profesor irremplazable
El alumnado resaltó el vasto conocimiento que Francisco Javier Sánchez demostró al frente de asignaturas que impartía como “como una pequeña y suave llovizna, que parece que no cala, pero que inunda cada poro de mi piel”, expresó Victoria Cañete, que aprendió junto al sacerdote desaparecido que debía “intentar aportar nuestro granito de arena, no solo en nuestra vida como consagradas al matrimonio, sino también intentando evangelizar con nuestro humilde ejemplo de vida auténticamente cristiano”. Rosa Quero, que ya tiene el título de bachiller, se remitió a las enseñanzas del profesor fallecido sobre La lectura teológica de la Biblia, “donde la Palabra de Dios tiene que estar presente en la vida y en la misión de la Iglesia”. En este esbozo, Rosa Quero destacó el entusiasmo por diversas materias teológicas, un amor que se concretaba en la Liturgia, “el Crisma y la Misa Crismal fueron parte importante en sus enseñanzas”, aseguró Consolación Moreno, también alumna de centro.
Para Juan Diego Buenosvinos su recuerdo estará siempre centrado en comprobar como “realmente vivía todo lo que enseñaba y así nos lo hacía ver”. Gracias a él y en especial a la clase de patrología sobre los apologistas griegos, “advertí la necesidad de mi formación no por cumplir una obediencia, sino para dar razón de mi fe”, explicó. Este alumno destacó la huella indeleble que le han dejado las conversaciones con el “profesor y amigo” y finalizó asegurando que ante su figura humana e intelectual,“siempre quedaban ganas de aprender más. Siempre era como el encuentro de María Magdalena con el Resucitado: ¡Rabboni!, mi gran maestro.”
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