Homilía monseñor Jesús Fernández, día 20 de Julio de 2025 XVI Domingo del Tiempo Ordinario

Diócesis de Córdoba
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Querido Don Antonio, canónigo concelebrante, personas consagradas, hermanos fieles laicos.

El Evangelio del Domingo  pasado, haciendo memoria, trataba de la importante y hermosa parábola del Buen Samaritano. Es  necesario tenerla en cuenta para comprender que si en esa ocasión Jesús alababa la vida activa, el compromiso a favor de los demás, hoy ensalza la vida contemplativa. Por eso a María, que sentada a sus pies le escucha, le dice que ha elegido la parte mejor.

A veces,  precisamente por no tener en cuenta ese contexto, se ha llegado a decir que en este texto evangélico, que recuerda la visita que Jesús rindió a sus amigas, a esta familia de Lázaro, a Marta y María, se ha llegado a decir que, efectivamente, la vida contemplativa es superior a la vida activa. No es esa la intención del Señor, sin duda, porque ambas la contemplación, la vida de oración y la vida activa, son necesarias.

San Benito y sus hijos de la congregación o de otras nacidas a partir  de ese germen contemplativo tienen como lema ora et labora,  es decir, reza y trabaja porque como no se contraponen,  no podemos decir una es superior a la otra. Tenemos que afirmar  que la oración es básica como punto de partida, pero Dios no pone la vida contemplativa como un modo de vida por encima de la vida activa. Recordamos el este pasaje evangélico tan  hermoso, que significa que Jesús también  disfruta, busca compartir  amistad con las personas.

Este tiempo  de verano, en que muchos tendrán vacaciones, sin duda es un tiempo también para ver que incluso cuando no hay nada que hacer se puede aprovechar para la escucha,  la hospitalidad, para la meditación, para la oración.

Jesús visita a Marta y Marta  se traduce por señora, así que Marta es la señora de la casa, algo contracultural en el mundo judío, porque realmente  no estaba bien visto en ese contexto cultural que una mujer fuera señora de la casa,  ni tampoco estaba bien visto que una señora de la casa acogiera a un hombre en su casa. Pues bien, Marta se afana preparando cosas para que pueda estar a gusto, sin duda donde sentarse, sin duda también algo que comer o que beber.

Y en ese afán se sorprende porque María está sentada a los pies del Señor. También María es  una figura contracultural porque tampoco en los judíos estaba bien visto, no estaba permitido en la ley judía que la mujer aprendiera leyes, estudiase la ley y tampoco estaba bien visto que  fuera enseñada por un hombre. Así que también ella presenta una figura que no encajaba bien en la cultura judía. Pues bien, María está sentada, que es la postura de la discípula que escucha el maestro para asimilar, para  acoger su doctrina, sus palabras. Marta se cela,  se sorprende de que, teniendo tantas cosas que hacer para agasajar al invitado, ella esté allí sentada escuchando al Señor. Por eso  le pide a Jesús que intervenga,  que la movilice para que haga algo, para que deje la contemplación y se dedique a la acción,  a trabajar. Y Jesús responde, Marta, Marta, -esa repetición del nombre significa cariño, porque realmente era muy amigo  de esta familia- y le recuerda lo que decía al principio.

Marta se ha quedado con lo más importante. Lo más importante es, sin duda,  la escucha de la palabra. Lo que Jesús recrimina a Marta  no es que esté preparándole las cosas. Lo que la recrimina es el activismo, es que ande de un lado para otro  sin tener un centro claro. Es lo que llamamos habitualmente activismo, estar demasiado urgido por hacer cosas sin encontrar motivos para hacerlas, sin encontrar una base en la que fundamentar lo que hacemos, un sentido a lo que hacemos.

Por cierto, es un mal muy frecuente en el momento actual, hacer muchas cosas, tener muchas ocupaciones. Es un riesgo que nos asalta a todos, especialmente puede asaltarnos incluso a los pastores. Tener muchos frentes, muchas cosas que hacer, porque estamos urgidos por muchas cosas, y podemos perder el centro que sin duda es la Palabra, es la Palabra de Dios. Por eso elogia a María, porque se ha quedado con la escucha de la Palabra.

Hay dos palabras que creo que son muy importantes, dos actitudes muy importantes para cualquier discípulo de Jesús. Uno es escuchar, escuchar al que es camino, verdad y vida, como se presentó Jesús a sus discípulos. Es lo que hace María, escuchar a la Palabra de Dios que fundamenta, que da sentido a todo lo que hace.

El riesgo del activismo es patente y la acción, el actuar nos agota,  nos descentra y no sabemos a  qué atender. El Evangelio no opone acción y contemplación, sino que lo que opone es la escucha y el activismo.  Podríamos, por lo tanto, clasificarnos en estos dos grupos. Caemos en el activismo o prestamos atención a la palabra.

Nos dedicamos a la escucha, a la escucha de Dios en primer lugar, pero también a la escucha de los hermanos, porque Dios también habla a través del magisterio de la Iglesia, habla a través de los acontecimientos, habla a través de acompañantes que podemos tener, los que nos aconsejan.

La escucha es muy importante y en este tiempo también es contracultural, porque solemos  caer en el individualismo y buscamos ser maestros de nosotros mismos o buscamos maestros en las redes, pero la escucha personal es muy importante. Por eso la escucha, como digo, es una actitud muy propia del discípulo de Jesús.

La segunda palabra es hospedar. Hospedar, es lo que hizo también Abraham.  Recordad la primera lectura. Llegan tres personajes, en los que la tradición ha visto reflejada la Trinidad, porque su respuesta es unánime, como si fueran una sola persona.  Es Abraham el que acoge a Dios. Ahí está su hospitalidad, les da de comer. Y  el premio  es que  Sara, su mujer, siendo los dos mayores, va a tener un hijo, se lo promete: cuando volvamos a verte habrás tenido un hijo. Toda hospitalidad tiene compensación,  tiene premio.

La realidad es que las dos hermanas fueron hospitalarias cuando escuchan y cuando les sirven.  Por lo tanto, las dos  son para nosotros modelo, no en el activismo, pero sí en la escucha y en el hospedaje al que llega.

Y en este sentido, queridos hermanos, yo quiero aludir a la situación que en una parte de España, en concretamente Murcia, se ha vivido esta semana. De una agresión a una persona mayor y la reacción de enfrentamiento, incluso la llamada a la caza del inmigrante.

España, nuestro país, ha sido un país de personas que han emigrado hacia otros lugares en un determinado momento. En este momento están llegando a nosotros un número de inmigrantes y realmente nos ha entristecido  ese enfrentamiento, nos ha entristecido porque realmente  no podemos caer en estas situaciones.

Nuestra fe nos invita  a hospedar como lo hizo Abraham, como lo hicieron Marta y María. Que  el Señor nos ayude a comprender que en el otro hay un hermano y que de forma ordenada, nunca violenta como dice la Doctrina Social de la Iglesia, estamos llamados a coger al que llega y a compartir, porque en ese hospedaje viene Dios.

El que llega es la Trinidad, decíamos en el caso de Abraham, o un amigo en el caso de Jesús. Acojamos pues para que nadie se sienta agredido, ni tampoco, por supuesto, nadie agreda a esas personas, porque si creamos una cultura del diálogo y el encuentro, eso será posible, la convivencia pacífica, para que todos salgamos beneficiados.

 

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