Con estas palabras ha querido despedirse de don Gaspar Bustos el sacerdote de la diócesis de Córdoba Antonio Gil
ANTONIO GIL, Sacerdote
Gaspar Bustos se nos ha marchado a la Casa del Padre, con una larga singladura sacerdotal y apostólica, centrada, sobre todo, en la espiritualidad de los seminaristas, sacerdotes y religiosas. Los titulos quedan para su biografía pero lo que prevalece en estos momentos, a la hora del adiós, es su vida entera dedicada especialmente a la formación de los futuros sacerdotes, a los retiros y ejercicios espirituales y tantos “acompañamientos” de vocaciones a la vida religiosa. Conocí a Gaspar, en mi primer año como sacerdote, al formar parte de su equipo de superiores, siendo él Rector del Seminario de Nuestra Señora de los Ángeles. Luego, seguí de cerca su trayectoria pastoral, a lo largo de tantos años, en mi función informativa como delegado diocesano de medios de comunicación social, y a través de sus retiros y comentarios al evangelio en la revista diocesana “Iglesia en Córdoba”.
Tres hermosos destellos configuran su vida sacerdotal: la espiritualidad derramada en aquel Seminario Menor de los Ángeles y posteriormente en el Seminario de san Pelagio; sus retiros y ejercicios en tantos conventos y monasterio de vida contemplativa; y su testimonio de hombre generosamente entregado a su ministerio, en la dirección espiritual, en los “encuentros vocacionales” y en ese trato directo de “orientación y acompañamiento” de tantos jóvenes, ayudándoles a descubrir su verdadero camino vocacional.
Gaspar Bustos ha dejado en nuestra diócesis la huella de su “palabra cercana y sencilla”, con el humilde ejemplo de sus grandes valores humanos y sus virtudes cristianas. Su vida y su palabra sirvieron de “brújula vocacional”, su apertura a todos los corazones para hablarles de Dios, su generosa y sacrificado disposición para atender a todo el mundo, marcaron un quehacer intenso como “heraldo de Dios y mensajero suyo”, especialmente para los jóvenes.
Dios le habrá premiado tantos desvelos, tantas luces derramadas por todos los senderos, tantos gestos de amor, tanto sacrificio y tanta generosidad, tantas “escuchas atentas” para ofrecer siempre “la voluntad de Dios” que fue su principal “arma de apostolado” a lo largo de su intenso ministerio. Descase en la paz del Señor Jesús, Sumo y Eterno Sacerdote.
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