Ocho familias vivieron el sábado en la Catedral una celebración extraordinaria con la consagración de los nuevos presbíteros
La solemnidad de la ordenación sacerdotal de ochos nuevos sacerdotes ha desbordado de alegría a sus familias y amigos. Ellos han sido testigos de sus primeras llamadas sacerdotales, de la decisión de cada uno de entrar en el seminario, del crecimiento confiado de todos ellos y del día en que con su imposición del Obispo fueron consagrados sacerdotes.
La alegría de toda la Diócesis se concreta en nombres propios de hermanos, madres, padres, tíos y abuelos que con su presencia en la Catedral contagian emoción, agradecimiento y confianza en Dios por haber elegido para seguirlo como sacerdote a uno de los suyos. Como una secuencia continua, han visto ese día fluir los recuerdos de la infancia, la primera vez que con complicidad les escucharon su decisión de consagrase a Cristo como sacerdotes. El día de las órdenes se multiplicaron las sonrisas y algunas lágrimas con las que las familias celebran entregar un sacerdote a la Iglesia, un acto de amor profundo a Dios con el que alentaron desde el principio sus vocaciones.
“Mucha emoción, un regalo del Señor. La alegría de ver a mi hermano tan contento, tan feliz. Esa sonrisa no puede venir de otra cosa que no sea Jesucristo”, así se expresaba María Yered, hermana de Francisco Javier Rodríguez Calmaestra al finalizar la celebración de ordenación el día 29 de junio en la Catedral. Ella junto a sus amigos Sofía y Rafael y el resto de la familia han comprobado cada día su decisión y paso firme hacia el sacerdocio. La alegría compartida llegaba a mayores y menores, reunidos en una celebración grabada siempre en sus corazones.
La familia de Javier González ha estado también arropada por miembros de su parroquia de San Nicolás de la Villa y hermanos de la Sentencia que han vivido su ordenación como un regalo de Dios, una gracia que también a ellos los interpela para continuar sirviendo a la Iglesia. Javier es un joven abierto y a la vez silencioso cuando se trata de describir su vocación y las decisiones que con coherencia ha ido tomando. “Él lo guarda y lo reza todo”, comentaba su hermano en la Catedral antes de poder besar las manos de su hermano Javier recién ordenado. Con sus palabras contagiaba el entusiasmo de esta celebración “familiar” que superaba a otras muchas también vividas, aunque esta es extraordinaria porque supone que “entrega su vida totalmente al Señor; hemos estado ilusionados durante toda esta semana. Y ahora hemos sido una explosión de alegría espectacular”, afirmaba.
La madre de Javier, Milagrosa, vivía el día de la ordenación de su hijo como la materialización de un servicio para el que está en camino toda la familia, “nosotros la vivimos con alegría, hemos visto que el Padre lo llamaba: estamos al servicio siempre”. Una donación de vida que en absoluto interpreta como sacrificio el padre de Álvaro Fernández-Martos, para quien la vocación sacerdotal de su hijo “es un regalo para nosotros que luego se extiende a toda la ciudad. Por tanto, entiendo que no nos cuesta mucho sacrificio, sino más bien que es un regalo que lo disfrutamos y lo compartimos con todos”. Su madre, María, pudo recorrer en su memoria los muchos momentos vividos con Álvaro al tiempo que presenciaba emocionada su consagración, todo atravesado por la sencillez y la naturalidad con la que “lo viviría la Virgen”. Una entrega que “como te sobrepasa, tampoco intentas comprenderlo, sino que lo disfrutas”, una maternidad que se extiende a todos los sacerdotes consagrados en la solemnidad de San Pedro y San Pablo porque con “mi oración también podré apoyarlos y ayudarlos”.
La entrada Familias de nuevos sacerdotes llenas de gozo y gratitud apareció primero en Diócesis de Córdoba. Ver este artículo en la web de la diócesis
