La vocación es un don que solo el Señor puede dar. Tener el corazón abierto y dispuesto a lo que Él pide, es una gracia inmensa que en ocasiones se puede ver multiplicada por dos o por tres, incluso, y que ofrece una felicidad que solo puede venir de Dios
En reiteradas ocasiones el Señor llama sin esperarlo, entra en la vida de las personas y transforma el corazón. Surgen vocaciones y, a veces, en una misma familia, de forma múltiple, con la certeza de que han sido escogidos para dar fruto abundante. “No me escogieron ustedes a mí, sino que yo los escogí a ustedes y los comisioné para que vayan y den fruto, un fruto que perdure. Así el Padre les dará todo lo que le pidan en mi nombre” (Juan 15:16).
Abiertos a su voluntad, las personas consagradas son un don para la Iglesia, un motivo para dar gracias a Dios por sus dones y carismas, por las monjas y monjes de vida contemplativa, por los religiosos y religiosas de vida activa, y por las vírgenes y todas las personas consagradas que viven en el mundo, así como por los sacerdotes. Todos ellos se han consagrado a Dios para seguir las huellas de Cristo obediente, pobre y casto, y entregar su vida al servicio de la vida y misión de la Iglesia para el bien de la humanidad.
Caminar juntos conscientes de que su llamada es un don, ha permitido a una misma familia ver multiplicada la gracia de Dios, compartiendo consagración y vocación con hermanos y familiares, como es el caso de la familia Rivero Moreno, donde han surgido dos vocaciones sacerdotes, dos religiosas y una al Seminario Menor.
Esta familia ha buscado el rostro de Dios día a día en la oración y en los demás, y se han visto reflejados en él de manera abundante. Nicolás y Leopoldo Rivero son presbíteros de la diócesis de Córdoba, mientras que su hermana Rocío decidió ingresar en las monjas Concepcionistas de Hinojosa del Duque, un ingreso que se repitió hace unos meses de la mano de su sobrina, Rocío Navarro Rivero, quien a pesar de su juventud, quiso dejar todo para seguir al Señor, poniéndolo en el centro de su vida.
Los consagrados están llamados a ser en la Iglesia y en el mundo testigos y artífices del proyecto de comunión que Dios tiene para toda la humanidad y en esta familia se está cumpliendo esa llamada, pues no sólo han vivido estas cuatro vocaciones, sino que también se ha sumado el ingreso de Juan Rivero Miranda en el Seminario Menor, el hijo de un hermano de Nicolás, Leopoldo y Rocío.
El año que Juna hizo la Primera Comunión fue a las Colonias Vocaciones que organiza el Seminario Menor “San Pelagio” y al recogerlo sus padres de esos días de convivencia, Juan les dijo que quería ingresar en el Seminario Menor. “Es una decisión que él ha tomado solo, nosotros como padres lo hemos respetado y le dijimos que cuando llegara el momento ya decidiera si quería entrar o no al Seminario Menor. Juan durante tres años estuvo asistiendo a los pre-seminarios que se llevan a cabo una vez al mes durante un fin de semana y eso le ayudó a discernir”, recuerda su madre, María José Miranda, quien anima a los padres a que apunten a sus hijos a vivir esta experiencia tan enriquecedora para ellos, “tanto a nivel lúdico como espiritual”.
Este matrimonio vive con tranquilidad la disposición de su hijo, con la certeza de que “nuestra vida está en manos del Señor, que siempre quiere lo mejor para nosotros”. “Vemos a nuestro hijo feliz y eso es lo más importante”, asegura.
María José subraya también la importancia de transmitir y vivir la fe en el seno de la familia, pues en el caso de su hijo, ver la felicidad de sus tíos y de las monjas de Hinojosa cuando han visitado a su tía, el bien que hacen con su oración, les ha ayudado muchísimo. “Como padres deseamos lo mejor para Juan, que El Señor lo proteja, y si algún día será o no sacerdote, Dios dirá”, indican los padres del joven seminarista.
En su formación, Juan podrá encontrar los caminos para crecer y convertirse en testimonio interpelante en medio de la Iglesia y de la sociedad, un camino que ha encontrado la familia Fernández-Martos Yáñez también.
Esta familia es otra de las familias que viven la vocación con profundo agradecimiento a Dios. Él ha sido muy generoso con ellos, les ha regalado dos vocaciones a la vida consagrada y una al sacerdocio, de los cinco hijos que tiene el matrimonio formado por Javier Fernández-Martos y María Yáñez, algo que la madre lo ve como “normal”, aunque en la sociedad que nos rodea no sea lo común.
“Es muy emocionante ver como desde pequeños has ido creciendo en la fe, han ido madurándola y, aunque el camino lo han encontrado pronto por su familia, han ido profundizando en él con un corazón abierto”, explica Estrella Fernández-Martos, tía de los jóvenes Álvaro Fernández-Martos (presbítero), María y Jaime (religiosos), Javier y Rocío.
Las múltiples vocaciones que han vivido en el seno de su familia es un regalo que se extiende a todos y que les ofrece una felicidad que “solo puede venir de Dios”. “Es una gracia súper grande, que cobra aún más sentido teniendo hermanos sacerdotes y consagrados”, asegura la Hermana María Luz, perteneciente a la comunidad religiosa María Stella Matutina, una comunidad enraizada en la tradición monástica, marcada por la oración del Oficio divino, la adoración eucarística, el trabajo manual y el estudio bíblico.
Tanto María como su hermano Jaime, el Hermano Domingo como es llamado en la Fraternidad Verbum Spei a la que pertenece para vivir una vida escondida en Dios con Cristo, “esto es algo extraordinario que vivimos de una manera muy ordinaria, porque todas nuestras vocaciones nos sobrepasan”.
Esta familia vive una fuerte relación con Dios, configurados con Él y con profundo agradecimiento al Señor, ya que ha sido Él quien ha llamado a tres de sus miembros a la vocación religiosa, al ministerio sacerdotal, “por pura misericordia”. “Estas llamadas siempre las he vivido con mucha alegría y pobremente porque uno se da cuenta que no es por nosotros, sabemos que hay una ofrenda detrás de mis padres de oración, sin embargo, somos conscientes que el Señor nos llama por pura misericordia y no por nuestras cualidades. Por ello, uno lo vive con alegría y acción de gracias”, explica el Hermano Domingo.
Para su hermano Javier, le produce alegría ver cómo sus hermanos han respondido a la llamada y se sienten felices, mientras que para Rocío es “algo desbordante”. “Sus obras son grandes y yo me acojo a ellas, acojo la sobreabundancia que me ha dado con la vocación de mis hermanos y la mía al matrimonio”, indica. Y es que como afirma la familia, cuando el alma descubre quién es Dios, que Dios es creador y amigo, sale solo entregarse a Él.
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