Concha, Ana, Elena, Francisco y Mari viajaron hasta Perú para vivir una experiencia misionera y tener contacto con la Misión de Picota en primera persona.
El pasado mes de mayo, estos aguilarenses fueron recibidos por los sacerdotes diocesanos Francisco Granados y Juan Ropero en la Misión de Picota en Perú, una experiencia única que han querido contar en primera persona y que ha quedado plasmada en el siguiente documento.
Testimonio
Cuando fuimos invitados a ir a misiones a Perú y nos decidimos a ello, la verdad, es que no nos planteamos demasiados interrogantes; nuestra idea la pusimos en manos de Dios y allá estuvimos porque Dios lo quiso.
Allí nos encontramos con dos misioneros entregados a su labor en cuerpo y alma, con entusiasmo, alegría y mucho amor. En ellos se manifiesta claramente una frase que leímos en cierta ocasión sobre los misioneros: “Personas de gran corazón movidos por el amor”. Así son el Padre Juan y el Padre Francisco.
Con ellos nos dedicamos a conocer su labor, a ayudarles en diversas tareas, en la medida de nuestras posibilidades, porque es mucho lo que hay que hacer en aquellas tierras: visitar enfermos, escuelas de apoyo, botiquín, organizar ropa y material escolar llegado de España, visitar poblados en donde se imparten sacramentos (Bautismos, Eucaristías, Matrimonios, Confesiones, etc.)
Las situaciones de pobreza y necesidad superan en mucho cuanto se puede contar e imaginar. Al llegar allí se nos cambian los esquemas porque lo que aquí consideramos prioritario, allí se convierte en algo secundario.
Para el Padre Juan y el Padre Francisco al día le faltan horas, ya que, después de la jornada y tras la misa de las siete de la tarde, comienzan las charlas, catequesis, reuniones de coordinación, etc.
La puerta de esa bendita casa siempre está abierta, aquella gente acude a los padres para contarles sus problemas, buscando ayuda de todo tipo, allá se escucha a todo el mundo, sin prisas, y si es la hora de comer, también se comparte lo que se tiene.
Todo se hace con la mayor naturalidad, con cariño, entrega, nada se nos hacía pesado, al contrario, hemos vivido esos días con alegría, disponibilidad y una paz interior que sólo podía venir de Dios.
En nuestras mentes y en nuestros corazones traemos grabados las caras, los gestos de esos niños, necesitados de todo y sobrados de cariño para con quienes les echan cuentas.
Agradecemos al Padre Juan y al Padre Francisco el habernos invitado a pasar unos días en la Misión de Picota.
Le damos gracias a Dios por habernos posibilitado vivir esta experiencia que tanto bien está suponiendo a nuestras vidas y que estamos dispuestos a repetirla si Dios lo quiere y cuando Dios lo quiera.
Concha Varo Alcalá
Ana Estrada Ortiz
Elena Reyes Luque
Francisco Jiménez
Mari Soriano