Monseñor Demetrio Fernández ha bendecido a las parejas de novios cristianos que han asistido a la misa dominical de la Catedral
Un año más, en el marco del “Mes de la familia”, la Delegación diocesana de Familia y Vida ha convocado a las parejas de novios cristianos para asistir a la misa dominical de la Catedral junto al Obispo y recibir su bendición.
En su homilía, el pastor de la Diócesis ha comenzado explicando las lecturas del Evangelio de este domingo para recordar a los presentes que solo Dios “tiene el poder de limpiar nuestros pecados y de aumentar en nosotros todas las virtudes que necesitemos en nuestra vida cristiana”.
Dirigiéndose a los novios, el prelado les ha recordado que San Valentín es un santo mártir que se dedicó durante su vida a facilitar el matrimonio a aquellos que tenían que partir a la guerra, por lo que ha invitado a las parejas a invocarle “para que él bendiga y proteja el camino de la vida cristiana del noviazgo”.
“Sed cristianos siendo novios y decid a otros jóvenes como vosotros que vivís el noviazgo como Dios quiere, en el camino de la santidad”, ha pedido el Obispo a las parejas, al tiempo que les ha recordado que este día “es para bendecir vuestro amor para que vaya purificándose y vaya siendo cada vez más auténtico”.
Asimismo, monseñor Demetrio Fernández ha explicado a los jóvenes novios que la Iglesia pone a su disposición una preparación al matrimonio para que no sea un puro trámite antes de la boda, sino que haya un catecumenado, un tiempo de preparación y diálogo para invocar la gracia de Dios. Al hilo de esto, ha hecho alusión a “Camino de Caná”, una iniciativa para conocerse personalmente y mutuamente, “para construir el matrimonio sobre roca y cuando vengan las tormentas, la casa esté firme y aguante todas las dificultades”.
El Obispo ha concluido recordando que el matrimonio lo ha inventado Dios, “es algo muy bonito porque en el marco del matrimonio que constituye la familia hemos nacido todos y hemos de dar gracias a Dios por ello”. A su vez, ha instado a los presentes a ser misioneros y testigos de los jóvenes de su generación, porque “hay una crisis profunda entre los jóvenes que no quieren casarse, sino juntarse, sin asumir el compromiso para toda una vida cristiana, “sin embargo, ahí está una felicidad que es la Dios promete, por eso, sed testigos de un amor que Dios ha puesto en vuestros corazones por el que podemos querernos toda la vida”.
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