Tamar Arranz Descalzo es técnica de Economía Solidaria de Cáritas Española. El martes, 30 de abril, estará en la parroquia de las Santas Margaritas de Córdoba para presentar la iniciativa “Iglesia por el Trabajo Decente”. En esta entrevista desvela las claves que animan su compromiso para combatir la precariedad laboral a la luz de la doctrina social de la Iglesia.
P. ¿Qué objetivos persigue la iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente?
R. La Iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente surge en el compromiso por la defensa del Trabajo Decente, en la que nos unimos entidades y organizaciones de inspiración católica y congregaciones religiosas que trabajamos en red para ser la voz pública y unida de la Iglesia por el trabajo decente, con el objetivo de favorecer dinámicas de sensibilización, visibilización y denuncia sobre una cuestión central para la sociedad y esencial para la vida de millones de personas como es el trabajo y poner en primera línea la necesidad de un trabajo decente. Sensibilizando en este camino tanto hacia el interior de nuestras organizaciones, hacia la Iglesia en general y hacia la sociedad.
P. En la actualidad, muchos salarios no cubren las necesidades básicas de las familias, ¿qué aspectos de la economía están dando lugar a esta precarización?
R. Los datos muestran que aún son muchas las personas que se encuentra en situación de desempleo, el 14,7% de la población. A lo que se añade, que el 50% de las personas en paro, lo son de larga duración. Y más de 1 millón de hogares tienen a todos sus miembros activos en paro. Además, a pesar de que la tasa de desempleo ha bajado en los últimos años, la desigualdad no se ha reducido en igual manera. Lo que supone que hoy en día, tener un trabajo ya no es garantía de estabilidad económica. Así, el 14% de la población ocupada son personas que a pesar de tener un empleo no logran salir de la pobreza, según datos de la OCDE, el 58% son mujeres. Lo que hoy se denomina trabajadores y trabajadoras pobres. Esta situación está provocada por nuestro actual mercado laboral, en la que la falta de empleo es un problema estructural, incapaz de crear empleo de calidad y caracterizado por elevados índices de precariedad, temporalidad y salarios bajos. Esto está provocando que las personas trabajadoras cuenten con varios contratos temporales, una tendencia de los últimos años, donde vemos que hay muchos más contratos que personas trabajadoras.
En definitiva, el mercado laboral prioriza la obtención de beneficio económico por encima del bienestar de las personas, como parte de un sistema económico que promueve el individualismo y la competitividad, lo que está generando cada vez mayor pobreza, injusticia y desigualdad.
P. Cuando la formación deja de ser garantía para obtener un puesto de trabajo digno, ¿qué esperanza les queda a los jóvenes?
R. La formación no debería ser vista únicamente como una vía de acceso al mundo laboral. La formación va mucho más allá, supone para las personas jóvenes el acceso a la educación, hábitos, habilidades, capacidades y dones. La deshumanización del trabajo lo ha fragmentado y precarizado, lo que ha provocado una gran desmotivación hacia la formación, aumentando el abandono y absentismo escolar. Piensan que, si igualmente no van a conseguir un trabajo o les van a explotar, ¿para que esforzarse y formarse?
P. Encontramos jóvenes que día a día tienen que reinventarse, pues tienen que valer para todo y ser la perfecta persona pluriempleada.
R. Las personas jóvenes necesitan no sentirse culpables de la situación en que se encuentran ante el mercado laboral, que pese a tener una buena formación no garantiza el acceso a un trabajo digno.
Les queda la organización, la formación en derechos, el despertar conciencias, el compromiso con lo que hacen, la participación en la sociedad y en el entorno en el que viven. Así como la reivindicación y la lucha por la defensa por un Trabajo Decente, como ya están haciendo muchas personas jóvenes que forman parte de las organizaciones que participamos en la Iniciativa.
P. Hemos atravesado una crisis y hay signos de una nueva desaceleración económica, ¿hemos aprendido algo?
R. Estamos viendo que la salida de la crisis y recuperación económica sigue sin llegar a gran parte de la población. Una recuperación que está siendo tan asimétrica como lo fue la propia crisis, muchas las familias y personas se encuentran en situación de exclusión social, el 22,3% de tasa de pobreza en 2018. Y es que las medidas adoptadas para salir de la crisis siguen la misma línea que la provocó: desregularización del mercado, privatizaciones, flexibilización del mercado laboral y recortes al Estado del Bienestar; medidas para favorecer un sistema basado en la competencia, la individualidad y la maximización del beneficio económico.
Ante este escenario la Doctrina Social de la Iglesia nos invita a reflexionar: “No hay peor pobreza material que la que no permite ganarse el pan y nos priva de la dignidad del trabajo”; “El desempleo juvenil, la informalidad y la falta de derechos laborales, no son inevitables, son resultado de una previa opción social, de un sistema económico que pone los beneficios por encima de la persona”, decía el Papa Francisco en el Encuentro Mundial de Movimientos Populares en Santa Cruz 2015.
Y en esta defensa del trabajo decente, dentro de un sistema que prime a las personas y el cuidado de la creación sobre el beneficio económico, surge la Iniciativa por el Trabajo Decente, como un ejemplo de trabajo conjunto, de Iglesia Unida para luchar por un mundo más justo.