“El hombre no tiene sed de cosas, tiene sed de amor”

Diócesis de Córdoba
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La diócesis de Córdoba comprende la provincia de Córdoba, en la comunidad autónoma de Andalucía y es sufragánea de la archidiócesis de Sevilla.

Gratitud. No hay mejor instrumento para vivir nuestra vida que hacerlo con agradecimiento, la clave que lo cambia todo es saber que cada día esa mirada agradecida a Dios nos da la felicidad de sabernos elegidos para vivir aquí y ahora. En cada cosa podemos encontrar un momento para reconocer el don de la vida. Motivos tenemos unos y otros, a las buenas y a las malas porque todo podemos vivirlo agradecidos. “Buenos días y gracias a Dios” es el título del libro del escritor, periodista y profesor, Javier Rubio. Este libro es una invitación a vivir el cristianismo desde la encarnación, la cercanía y la confianza. El martes, 10 de octubre, a las 19:30 horas, será presentado en Córdoba, en el Palacio de Viana

¿Estamos perdiendo la oportunidad cada día de dar gracias? Gracias porque nos cedan el asiento en el autobús o el turno en el mercado, gracias porque alguien te da los buenos días

Yo creo que sí. Constantemente estamos como sobrevolando nuestro tiempo, que es el presente. Antes de montarnos en el autobús hay que dar gracias a Dios por el amanecer, porque nos regala un día más de existencia. Nos ha traído a este mundo, nos ha puesto en unas circunstancias, las que sean, unas más favorables y otras menos, con más sufrimiento y con menos pero son las que tiene cada uno y hay que dar gracias por eso.

El aislamiento social nos lleva a cultivar poco el trato amable con el prójimo ¿Estamos ante generaciones desentrenadas para dar las gracias?

Sí. Estamos ante generaciones, y la nuestra en la que me incluyo, no es que se lo achaque sólo a los jóvenes, que estamos entrenados en la queja, en ejercer por encima de todo nuestros derechos, que está muy bien y es de justicia que lo hagamos, pero más allá de todo eso la gratitud actúa como el lubricante de las relaciones sociales. La cortesía, la amabilidad o el optimismo crean un buen ambiente en las personas con las que nos cruzamos e interactuamos cotidianamente. Si no lo ejercitamos vamos perdiendo entrenamiento y nos vamos aislando cada vez más. Nos creemos que estamos muy relacionados porque tenemos un montón de likes, de gente que nos sigue y que le gusta todo lo que hacemos pero en realidad cuando necesitamos a alguien se pueden contar con los dedos de una mano las personas a las que podemos recurrir y esos son de verdad los que merece la pena cultivar. Lo otro está bien, entra en el entretenimiento pero la vida no es sólo entretenimiento, es gratitud, mostrarse agradecido porque, como decía San Ignacio, todos los bienes y dones descienden de arriba y así hay que entenderlo. Todo nos viene dado, nos cae y tenemos que disfrutarlo y hacerle la vida lo más grata posible a los que tenemos alrededor con la visión de que la gratitud es la forma más exquisita de cortesía. Le damos las gracias a alguien porque valoramos lo que ha hecho por nosotros, si la gratitud es a Dios, que es el creador de todas las cosas, estamos valorando el inmenso regalo que supone que estemos aquí.

Todo se nos da pero muchas veces se nos plantea la disyuntiva ¿Se puede dar gracias por todo o el dolor nos aparta de esa actitud de gratitud?

Esta es una pregunta que me han hecho otras veces y algunos lectores me han trasladado y que, incluso en la presentación del libro en Sevilla comenté que el libro no vale nada comparado con la persona que da gracias por una enfermedad grave en su vida. A nadie le gusta sufrir y no se da gracias por el sufrimiento en sí sino por lo que se le puede sacar, porque es esas circunstancias valoras de verdad a los amigos que están en las duras y en las maduras. En las duras se forja la verdadera amistad. Se estrechan los lazos con la familia, hay más diálogo, cada uno tiene que examinar sus circunstancias y ver que la enfermedad trae imposibilidades físicas pero también trae otras cosas buenas.

Tenemos la idea de que la vida tiene que ser ideal pero hay dolor, heridas y cicatrices por las que hay que dar gracias porque nos enseñan a vivir y a ser fuertes. El que sufre se compadece del que ha sufrido porque entendemos aptitudes que hasta entonces no nos entraban en la cabeza. Al pasar por lo mismo que esa persona la podemos entender con más facilidad y es motivo de agradecimiento.

Gratuidad y gratitud son palabras que se parecen aunque tengan raíces distintas, lo gratis y lo grato están siempre muy cerca ¿Vivimos la vida como si se nos debiera algo?

En eso incide mi libro, hay que entrenarse en la gratitud, día a día hay que esforzarse. Al final de cada jornada diaria habría que hacer examen y ver porqué hay que dar gracias. Nuestros días son tan ricos que cada uno tiene que encontrar el motivo por el que dar gracias. Hay que entrenarse y estar permanentemente en ese ejercicio para no tener la sensación de que eres acreedor de todo lo que se te da. El primer don que se nos ha dado es la vida. No elegimos venir a este mundo. A pesar de las diferencias entre unos y otros, todas las vidas son dignas de vivirlas y todos debemos estar agradecidos por vivirla.

Tenemos razones para la esperanza en medio de un mundo que se describe como una amenaza para tantas cosas, para el clima, para la natalidad, en el mundo laboral, en todo lo que nos rodea, los conflictos internacionales, ¿Dónde buscamos la esperanza, miramos hacia arriba?

Evidentemente. En la propuesta creyente la esperanza como virtud teologal viene directamente como gracia caída del cielo. El horizonte no se acaba en esta vida sino que hay una vida futura que va a ser mucho más placentera que no podemos ni imaginar. Gozar de la presencia cara a cara de Dios. Cuando el creyente tiene esperanza en una vida futura se le amplia el horizonte una barbaridad porque está en la vida terrena un tiempo, el que Dios mande, no está en nuestra mano. La esperanza te lanza a una visión sobrenatural que falta en la sociedad. Nos hemos encerrado en determinadas cosas muy materiales, la sociedad ofrece una oferta completa de cosas pero el hombre no tiene sed de cosas, nuestra alma tiene sed de relación, de personas, de intimidad, de amor y eso no lo dan las cosas.

 

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