Alcanzar la sabiduría: Enseñar el arte de vivir en una nueva entrega de «Educamos entre todos»
“Lo más común es agradecer lo que nos ha sido dado”. “Si hiciéramos una lista de todo lo que hemos recibido de los demás (es una pena que no hagamos este ejercicio más a menudo) comprenderíamos que en muchos sentidos somos la obra de los otros… Somos el resultado de una cadena innumerable de encuentros, de gestos, de buenas voluntades, siembras, caricias, afectos. Nos inspiramos y nos apropiamos del sentido de vidas que no son nuestras, pero que se inclinan pacientemente hacia nosotros, y así nos iluminan y nos arraigan en la confianza”.
Podríamos decir, con el autor que está inspirando estos artículos, que “nuestras vidas son un receptáculo del don. Como una pura dádiva recibimos el bien más preciado, la vida, y del mismo modo gratuito hemos experimentado, y lo seguimos haciendo, que somos protegidos, cuidados, acogidos y amados”. Aunque es verdad que otras muchas cosas dependen de nuestro esfuerzo y nuestro talento y son conquista nuestra.
Recibimos hoy una invitación a “pensar en la importancia de lo que no nos dan” y a saber agradecerlo. Partimos para ello de “las palabras reveladoras de una amiga: Me gusta agradecerle a Dios todo cuanto me da, es siempre tanto que no tengo palabras para describirlo. Pero siento que debo agradecerle también lo que no me da, las cosas buenas que no he tenido, e incluso los que tanto he pedido y deseado y no he llegado a disfrutar. El hecho de que no me haya concedido alguna de ellas me ha obligado a descubrir en mí fuerzas insospechadas y, en cierto modo, me ha permitido ser yo”.
Esto requiere una transformación radical de nuestra actitud interior. “Hacerse adulto por dentro no es precisamente un parto instantáneo e indoloro. En todo caso, mientras no le agradezcamos a Dios, a la vida y a los demás lo que no nos han dado, parece que nuestra oración queda incompleta. Podemos fácilmente seguir alimentando el resentimiento por lo que no nos ha sido dado, comparándonos con otras personas y considerándonos injustamente tratados, lamentando la dureza de lo que en cada etapa no corresponde a lo que habíamos imaginado. O podemos mirar lo que no nos ha sido dado como la oportunidad, si bien misteriosa, si bien a la inversa, para iniciar un camino de perfección… y de resurrección”.
Es la actitud heroica de emplear todo en la vida como una oportunidad de crecimiento, de maduración interior, que nos haga dar ese salto cualitativo que nos ayude a alcanzar la verdadera sabiduría. No es hacernos unos conformistas con todo, sino saber ver en todo la mano providente de Dios que lo sabe emplear para nuestro bien.
Tomado de José Tolentino Mendonça
“Pequeña Teología de la lentitud” (Fragmenta Editorial)
La entrada El arte de agradecer lo que no nos dan apareció primero en Diócesis de Córdoba. Ver este artículo en la web de la diócesis