El sacerdote y periodista Antonio Gil hace esta semana una reflexión de la homilía del Obispo en la Misa del Miércoles de Ceniza
Así, con estas palabras, nuestro obispo, monseñor Demetrio Fernández, definió a la Cuaresma, en su homilía de la Misa del Miércoles de Ceniza, en la Santa Iglesia Catedral: “La Cuaresma es el tiempo de la misericordia. Abramos, por tanto, nuestras vidas de par en par, para que Dios nos perdone, porque Él no se cansa nunca de perdonar”.
Tras la bendición de la ceniza, primero, el deán Joaquin Alberto Nieva, se la impuso al Obispo, y a continuación, los fieles recibieron la imposición de la ceniza, por el prelado y por el deán, mientras se cantaba el “Perdona a tu pueblo, Señor… Perdónale, Señor”. En sus palabras, don Demetrio quiso ofrecer la “esencia viva” de los cuarenta días de la Cuaresma, como preparación para la Pascua, el misterio central del cristianismo, que la Iglesia celebrará después durante cincuenta días: “Lo primero que tenemos que hacer es abrir nuestras vidas a la misericordia de Dios para que perdone nuestros pecados. Dios no se cansa nunca de perdonar”. Y a continuación, se refirió al “lema penitencial” de la cuaresma: “Oración, ayuno y limosna”. “La oración, subrayó nuestro prelado, nos pone en contacto con el Señor, abriéndole el corazón. El ayuno nos invita a “mejorar nuestras vidas”, eliminando todo aquello que nos aprisiona o estorba. La limosna nos llama a atender a nuestros hermanos más necesitados, sintiéndolos hermanos, y ayudándoles con generosidad, no sólo de lo superfluo sino de lo que también necesitamos nosotros”.
El Papa, en su Mensaje cuaresmal, nos invita a “detenernos para acoger la Palabra de Dios y a detenernos como el samaritano, ante el hermano herido”.
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