Cinco vidas al servicio de la Iglesia

Diócesis de Córdoba
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La diócesis de Córdoba comprende la provincia de Córdoba, en la comunidad autónoma de Andalucía y es sufragánea de la archidiócesis de Sevilla.

Cinco vidas al servicio de la Iglesia

La Iglesia particular de Córdoba tendrá a partir del 8 de diciembre cinco nuevos diáconos, que serán ordenados por el obispo de Córdoba, monseñor Jesús Fernández, en la Santa Iglesia Catedral. La palabra «diácono» proviene del griego diakonos, que significa servidor o ministro. Este término fue adoptado por el cristianismo primitivo para describir a aquellos que se dedicaban al servicio dentro de la iglesia. El diácono es un ministro eclesiástico que participa de una manera especial en la misión y la gracia de Cristo. El sacramento del orden lo marca con un sello que nadie puede hacer desaparecer y que lo configura con Cristo que se hizo diácono, es decir, el servidor de todos

A partir de ese momento el diácono puede impartir la bendición, presidir una celebración del matrimonio, bautizar, predicar, celebrar exequias y liturgias de la Palabra, pero no puede ni celebrar la Misa, ni confesar. Su función principal es el servicio a los pobres y a la comunidad. Hay diáconos dos tipos de diáconos, los seminaristas en la etapa final de sus estudios y que serán ordenados sacerdotes pronto; y los diáconos permanentes, que son ciudadanos, generalmente hombres casados, que han recibido la sagrada orden del Diaconado.

Jesús Romera Fernández, Blas Sánchez Villarejo, Angelo Bruno y Ángel González García son cuatro de los seminaristas que serán ordenados por el Obispo este lunes, solemnidad de la Inmaculada Concepción, en la Santa Iglesia Catedral. Los tres primeros han estado en el Seminario Diocesano Misionero Redemptoris Mater “San Juan de Ávila” y el cuarto, en el Seminario Conciliar “San Pelagio”. Los cuatro se han formado en el Instituto de estudios teológicos “San Pelagio”. Por último, el quinto nuevo diácono será José Agustín González Contreras, pertenece al Instituto del Verbo Encarnado (IVE).

“El Señor siempre me ha sorprendido”

Angelo Bruno

¿Cómo llegaste al Seminario?

Mi vocación empezó cuando tenía 14 años, fui a la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid con otros compañeros y fueron ellos los que dieron la disponibilidad, yo le seguí poco consciente, quizá algo tenía en el corazón, pero no tenía la valentía de expresarlo. Gracias a ellos lo pude expresar. Luego seguí mi vida sin hacerle mucho caso a la vocación pero viendo que cuando estaba más contento era cuando hacía la voluntad de Dios y no cuando seguía mis apetencias, sino cuando me dejaba guiar por la Iglesia. Entonces di un sí más maduro a los 19 años, cuando fui a la Jornada Mundial de la Juventud de Cracovia en 2016 y ahí me destinaron, por sorteo, al seminario de Córdoba.

¿Cómo ha sido el proceso formativo en el Seminario? 

El proceso formativo ha sido realmente una aventura, algo inesperado para mí. Dios me metió en una aventura. Cuando llegué aquí encontré una familia, una comunidad y lo aproveché todo. Por otro lado, la misión, estuve primero en Israel, luego en México, y luego de pastoral en Priego y ahora en Montilla. Lo he visto todo como un don, ha sido un proceso largo, pero ha sido un regalo.

¿Con qué te quedas de tu paso por el Seminario? 

Me quedo, sobre todo, con la idea de la importancia de la comunión, de preservar y cuidarla siempre; de la fidelidad a lo recibido y la fidelidad que nos ha dado el Señor, que es lo más grande.

Por delante, de manera inminente la ordenación de diácono, ¿cómo crees que va a ser ese momento?

He visto como el Señor siempre me ha sorprendido y sus sorpresas han sido algo estupendo, así que espero una sorpresa muy grande, un regalo más y seguro que va a estar estupendo.

Este paso supone que la ordenación sacerdotal se acerca, ¿Cómo quieres vivir tus últimos meses en el Seminario? 

Espero estos últimos meses que el Señor esté dentro de mí, que pueda prepararme a esta entrega total de mi persona a Él. Poder profundizar en mi relación con Él y que se manifieste en la relación con los demás, para llegar a este día realmente con el deseo y la voluntad de entregarme totalmente para toda la vida.

¿Qué momento crees que está viviendo la Iglesia particular de Córdoba? 

Es un momento muy favorable, es un momento histórico, tanto a nivel universal como a nivel de la iglesia de Córdoba. Es indudable, ya lo vimos, por ejemplo, en el encuentro diocesano de laicos que tuvimos hace poco, que la iglesia de Córdoba es una iglesia viva y tiene mucho que dar a la iglesia universal, así que con mucha esperanza y con mucha ilusión porque creo que estamos en un momento muy bueno.

“He soñado el diaconado y estoy muy confiado”

José Agustín González Contreras, IVE

¿Cómo llegó al Seminario? 

Con casi 35 años, cuando estaba construyendo edificios como arquitecto quiero compartir el proyecto más importante que Dios ha querido edificar en mi vida. Así como dice la Escritura, todo tiene su tiempo y cada cosa bajo el cielo tiene su hora. Tengo 72 años, vengo de una familia tradicional, chilena, mi padre era militar, tengo dos hermanos y mi madre muere muy joven, cuando ingreso a la universidad. Me formo al alero de la parroquia con la formación scout, la que me apasiona mucho, terminando con ello como formador de dirigente a nivel nacional. Ingreso a la arquitectura y para financiar los estudios, trabajo y al tercer año de estar trabajando fui destinado por la empresa donde trabajaba a Venezuela para tomar la gerencia técnica de una empresa de vivienda industrializada y prefabricada. Termino los estudios, tenía mi propia empresa constructora, es decir, lo que proyectaba yo mismo lo construía, lo que era como andar en el ave, a una velocidad increíble. Dios me bendecía constantemente, me venían algunos fracasos pero después me venían proyectos realmente maravillosos, nunca me faltó el trabajo. En un momento fui invitado por la diócesis de San Bernardo para hacer un proyecto de restauración en el seminario. En ese momento tuve la oportunidad de conocer a Juan Ignacio González, que era el obispo que recién comenzaba su periodo episcopal en San Bernardo y me encargó un proyecto para el seminario menor. Hice una capilla, una catequesis realmente maravillosa, quedó muy entusiasmado y me dice que me quiere como arquitecto diocesano. En ese momento empiezo a trabajar en la Diócesis y cambia radicalmente mi sentido de trabajo, del público-privado a lo religioso. Doy gracias a Dios porque es la arquitectura la que de alguna manera permite este paso de comprender que algo estaba pidiéndome Dios. Ya no estaba construyendo la casa para don Carlos o para doña Juana, sino que estaba construyendo un lugar donde verdaderamente habita Dios, presente en el tabernáculo, cuerpo, alma y divinidad, y sentía en mi interior que algo estaba pasando, que algo me estaba pidiendo Dios. Fue así como conocí al Instituto del Verbo Encarnado, una congregación argentina, muy nueva, con 43 años, y presente en los cinco continentes en misiones, algunas muy difíciles. El año pasado estuve en Palermo, que es uno de los barrios quizás más vulnerables de toda Europa. En ese camino de ir conociendo al Verbo Encarnado fui invitado a la Casa Madre. Conozco la Casa Madre y me veo muy cautivado por, primero el amor a las obras de caridad, hay un proyecto que el fundador lo nominó la “Ciudad de la Caridad” con hogares para niños y discapacitados, que me cautivó muchísimo; y lo otro que me cautivó, fue el sentido de familia del Verbo. Hice los ejercicios Ignacianos, según San Ignacio de Loyola, y fue una bomba de tiempo, algo increíble, porque en todo el proceso de los ejercicios me fui dando cuenta de que había un proyecto de Dios que estaba muy oculto, muy guardado, pero ahora Dios me decía: abre los ojos que es lo que quiero de ti. Lo conversé con los superiores y todos estuvieron de acuerdo que en realidad había una vocación y me pedían ir a Italia a formarme.

¿Qué sintió que quería Dios de usted? 

Dios quería algo que yo tenía pero yo tenía que vivir esa experiencia para purificarme más, era mi padre. Mi madre había muerto, mis hermanos habían muerto, mi segunda madre había muerto y mi padre estaba enfermo. Decido volver a casa y le digo a los superiores que el proyecto de Dios lo tengo clarísimo, pero primero creo que, por caridad, debo cuidar a mi padre. Lo acompañé durante ocho años y el día de su muerte lo velamos en el noviciado que está en San Bernardo, en la misma Diócesis; al día siguiente, llamo a mi director y le digo: estoy pronto, me voy a vivir a un hogar de chicos discapacitados, 42 chicos con deficiencia mental leve- moderada, y ahí me quedo haciendo un postulantado, pero que no era postulantado porque las necesidades del hogar eran otras y me quedo como administrador. Llegado el momento llamo al superior y le digo que yo no quiero ser administrador, quiero ser cura, entonces, decidimos que me voy a Italia. Era bueno para mi formación, había que hacer una muerte a la arquitectura, aunque no es una muerte total porque es un don que Dios nos da y todavía de alguna manera estoy ofreciendo cada vez que hay una necesidad ese don, esa habilidad que Dios me ha dado. Me fui a Italia con la gracia de que mi maestro novicio era a quien yo había conocido como novicio en Chile cuando era terciario de la tercera orden. Él fue mi maestro novicio y cuando paso al seminario mayor él también pasa como rector, entonces siempre tuve el acompañamiento de él y fue muy lindo. Fue una experiencia realmente gratificante vivir en un seminario internacional, con cerca de 20 realidades muy distintas, de distintos países, culturas muy distintas, pero la vida comunitaria es realmente maravillosa y el seminario fue el mejor tiempo de mi vida. La vida del seminario es algo que queda para siempre en el corazón

¿Cómo llegó a Córdoba? 

Llegué a Córdoba de misión para reforzar la comunidad y acompañar a los padres que están aquí en la Diócesis. Desde que llegué intenté conocer su riqueza arquitectónica, tiene una Catedral que es algo único y debería estar entre las maravillas del mundo. He recorrido la Diócesis y la he conocido bastante. En la parroquia de la Inmaculada Corazón de María me han recibido con mucho cariño.

Por delante, de manera inminente la ordenación de diácono, ¿cómo crees que va a ser ese momento? 

Estoy muy confiado, muy tranquilo porque sé que este es un proyecto que Dios lo ha iniciado hace muchísimos años, que yo no lo quería ver pero que después Dios me lo ha mostrado con mucha claridad y estoy dispuesto en todo a hacer siempre su voluntad.

El diaconado lo he soñado, creo que Dios me ha hecho crecer de alguna manera a la hora de entender que este proyecto que Él me ha desarrollado lo tengo que vivir intensamente, en la caridad de mi comunidad y en la caridad al servicio de los parroquianos.

Ha vivido en Chile, Italia y España ¿Qué momento crees que está viviendo la Iglesia? 

Son tiempos difíciles, pero creo que un proyecto que nace de Cristo y que ha permanecido por más de dos mil años y que nada lo ha hecho cambiar es porque no es un proyecto de los hombres. Hay que tener una visión sobrenatural para entenderlo y debemos confiar en eso, que Cristo ha dado su vida por nosotros, esto es una barca que tratan de hundir pero jamás lo van a conseguir.

“Ya no soy mío, soy de Jesús”

Ángel González García

¿Cómo llegaste al Seminario? 

Llego al seminario después de un encuentro real con Jesús en mi proceso de vida universitaria, a través de un movimiento que se dedica a fomentar la adoración eucarística entre los jóvenes, Jesús polarizó mi vida. A la vez llegó un nuevo sacerdote a mi parroquia y empezó un grupo de jóvenes al que me invitaron. De una forma muy sencilla empecé a ir, con mucha naturalidad me llamaban mucho la atención los planes que hacían, totalmente diferentes a los planes que tenía hasta ese momento. El grupo de jóvenes revolucionó mi vida y ver la vida de ese sacerdote me llamaba poderosamente la atención, cómo vivía, cómo entregaba su vida y su alegría. Me cuestionaba constantemente, ¿qué tendrá él para vivir así? En ese momento empezaba en mi corazón a resonar la llamada del Señor y después de un proceso de discernimiento vocacional, de estar acompañado por este sacerdote, él me trajo al seminario para conocerlo y mi boca decía: no, no, no, no pero el corazón decía que sí, que este era el lugar, que Jesús me quería aquí. Así que llego al seminario después de un año entero de discernimiento, de oración, de conocer la realidad de la Iglesia, que es bellísima, y de conocer el corazón de Jesús, que es un corazón vivo infinitamente bueno con todo.

¿Cómo ha sido el proceso formativo en el Seminario? 

Ha sido todo una experiencia de gracia, de conocer a Jesús, diría que es muy similar al proceso de los discípulos. Jesús cuando llama a sus discípulos, en primer lugar los llama para que estén con Él, para que vivan con él, en definitiva para que aprendan de su modo, cómo Jesús ama, cómo mira. El mismo Jesús que se encarna en Nazaret, hijo de María y de José, que da la vista al ciego, que recobra el oído al sordo o da de beber a la samaritana, ese mismo Jesús nos ha llamado a cada uno de los que estamos en esta casa para compartir su vida con él. Compartir su vida ha sido una experiencia brutal. El seminario es una escuela de santos y eso pretendemos, que salgamos de aquí con el deseo de ser santos, porque Él lo quiere. Entonces, por una parte, ha sido el lugar donde me he enamorado de Jesús, y por otra, un lugar donde encontrarte contigo mismo, conocerte, reconciliarte con tu propia historia, saber que todo tiene un para qué en tu vida, que Dios no se equivoca, que tu vida es perfecta y que Él tiene un plan para ti.

¿Con qué te quedas de tu paso por el Seminario? 

Es difícil decir solamente una cosa, porque han sido muchos regalos del Señor, pero creo que elegiría la intimidad con Jesús, conocer su corazón, que no te elige por tu pasado sino por el futuro que quiere hacer contigo, que te ama incondicionalmente, un corazón infinitamente bueno siempre con todo. Por otra parte, la vida comunitaria, para mí ha sido un don muy grande. Vivir con 40 jóvenes que compartimos el mismo deseo de llevar a Dios al mundo entero y de saciar la sed que el mundo tiene de Dios, que es muy grande.

Por delante, de manera inminente la ordenación de diácono, ¿cómo crees que va a ser ese momento? 

Madre mía cuántas veces he soñado con ese momento. La ordenación de diácono la imagino con muchísima alegría porque, no es simplemente el deseo que yo tengo de ser para Jesús, sino pensar en el deseo que Jesús tiene de que yo sea suyo, pensar en el gozo tan grande en el que Jesús nos hace suyos y nos pone en el lugar que tiene que estar el diácono, el último. Lo imagino como el día de la entrega, a partir de ese día ya no somos nuestros, no nos pertenecemos, somos por entero de Jesús. Pensar que tantas veces lo hemos renegado, le he dicho que no o le he dado la espalda y, de repente, ya no soy mío sino que soy de Jesús, ¿Puede haber algo tan grande como ser de Jesús para siempre?

Este paso supone que la ordenación sacerdotal se acerca, ¿Cómo quieres vivir tus últimos meses en el Seminario? 

Me encantaría vivir con un gozo profundo todo lo que el Señor tiene preparado para mí para estos meses. Hay un santo que a mí especialmente me encanta que dice: “Soñad y os quedaréis cortos” porque la gracia del Señor siempre es mucho mayor a lo que nosotros imaginamos. Un deseo profundo del corazón es vivir disfrutando del día del día de Dios, de su plan, de ajustarme a su voluntad, lo que Él quiera para mayor gloria de Dios, y sobre todo, disfrutar mucho de mi vida comunitaria. Tengo este año el gran regalo de estar en la pastoral vocacional y estar en contacto con tantos chicos que se plantean si el Señor los está llamando a una vida consagrada en el sacerdocio, renueva interiormente, porque ves que hay muchos jóvenes, que la Iglesia está viva y que Jesús sigue llamando. En definitiva, quiero vivir estos meses dando gloria a Dios, que para eso estamos aquí.

¿Qué momento crees que está viviendo la Iglesia particular de Córdoba?  

Está viviendo un momento precioso porque acaba de llegar el Papa León XIV, acaba de llegar nuestro Obispo, D. Jesús, y en la Iglesia todo momento es momento de renovación y de conversión, especialmente cuando se inicia un nuevo tiempo. Estamos en un momento donde el Espíritu Santo quiere actuar de una forma muy concreta, la de volvernos al primer amor. Que nuestro deseo, nuestra ambición y todas nuestras obras, se dirijan a mirar a Jesús, que sea Él el que haga, que nosotros como medio, podamos llevarlo.

“Me basta con la voluntad de Dios”

Jesús Romera Fernández

¿Cómo llegaste al Seminario? 

Es una larga historia, cuando era pequeño me dio cierto deseo en un encuentro vocacional pero se difuminó con la adolescencia. Con 18 o 19 años había dado unas pocas de vueltas y, hablando con un párroco y con mi padre, me comentaron de ir a otro encuentro vocacional para poder entrar a un seminario misionero. Decidí ir a ese encuentro, que fue en Italia durante 15 días, me hablaron del seminario y decidí ir a uno, que al ser misionero pues te mandan donde Dios quiera, y me mandaron aquí a Córdoba.

¿Cómo ha sido el proceso formativo en el Seminario? 

El proceso formativo ha sido muy bueno, han sido diez años porque yo no tenía hecho bachillerato, entonces hice bachillerato y todos los estudios aquí en San Pelagio. También hice dos años de misión, en Siberia, Rusia, que fueron muy bien. Fueron dos años muy buenos a pesar de convivir en una situación muy difícil allí pero con muy buena gente. La verdad es que ha sido un proceso formativo integral que me ha ayudado en todos los sentidos, humanamente y espiritualmente. Me ha ayudado completamente para tomar esta decisión del diaconado y del presbiterado.

¿Con qué te quedas de tu paso por el Seminario? 

Me quedo con la vida en el seminario, ese cuerpo que se hace con los compañeros y con los formadores es lo que más me ha ayudado personalmente en todos los sentidos.

Por delante, de manera inminente la ordenación de diácono, ¿cómo crees que va a ser ese momento? 

La verdad es que no lo sé, no es que no me lo planteé, pero como no lo sé no he querido crearme una falsa expectativa de lo que va a ser. Sé que es lo que Dios quiere, su voluntad, y con eso me basta.

Este paso supone que la ordenación sacerdotal se acerca, ¿Cómo quieres vivir tus últimos meses en el Seminario? 

Estoy de pastoral en Fuente Palmera entonces estoy entre el Seminario y la pastoral, pero estos últimos meses quiero disfrutarlos, estar con los hermanos y poco más.

¿Qué momento crees que está viviendo la Iglesia particular de Córdoba? 

Creo que está viviendo un tiempo muy bueno de cambio, está habiendo cosas que están ayudando a rejuvenecer la Iglesia. Estamos viviendo un tiempo de cambio, sobre todo de la nueva evangelización, de la que ya se habló en el Concilio Vaticano II, y que se está empezando a ver, no sólo en la Iglesia de Córdoba, sino en toda la Iglesia, pero aquí se está viendo con mucha fuerza, la verdad.

“El Señor ha tenido mucha paciencia conmigo”

Blas Sánchez Villarejo

¿Cómo llegaste al Seminario? 

Entré en el seminario en septiembre 2016. Antes había estudiado una carrera, tenía muchos proyectos, pero veía que el Señor, con distintos acontecimientos, me cambiaba un poco el rumbo de mi vida, cambiaba mis proyectos. El verano de antes había ido a la JMJ de Polonia con el Papa Francisco preguntándole al Señor, por primera vez de verdad, qué quería hacer con mi vida, y ahí fue donde escuché la llamada. Hablé con mi párroco y con mis catequistas, y ellos me enviaron a una convivencia y desde ahí me mandaron al seminario Redemptoris Mater de Córdoba.

¿Cómo ha sido el proceso formativo en el Seminario? 

Ha sido un tiempo largo, porque soy duro y necesito mucho tiempo, pero el Señor ha tenido mucha paciencia y mucha misericordia conmigo. Ha sido una alegría poder vivir en comunidad, con seminaristas de todas partes del mundo, que ha sido una riqueza, y siempre con los formadores. La relación con los formadores, tantas gracias y tantas ayudas que me ha dado el Señor con su Iglesia, con mi comunidad y con la Palabra, viendo la fidelidad del Señor cada día a pesar de mi infidelidad muchas veces.

¿Con qué te quedas de tu paso por el Seminario? 

Me quedo con la vida en comunidad. Yo vengo de una familia numerosa, somos 9 hermanos y la vida en comunidad ya la tenía en casa, pero en el seminario se ha intensificado, con seminaristas que vienen de todas partes del mundo, con los formadores, con las hermanas que nos ayudan en la casa. Ha sido una riqueza poder vivir en comunidad para mirarme no sólo a mí mismo, sino también a la persona que vive a mi lado, para salir de mi egoísmo y conocerme a mí mismo a través de la convivencia con los demás.

Por delante, de manera inminente la ordenación de diácono, ¿cómo crees que va a ser ese momento? 

Últimamente estamos con el ajetreo, con muchas cosas que hacer y no pienso mucho en ese día porque no soy consciente de que se acerca, de que está muy cerca. Creo que será un día pues muy especial en el que el Señor de nuevo me mostrará que está conmigo, que no me abandona nunca, y no lo veo como un llegar a la meta sino como un continuar este camino de convertirme cada día y de poder servir a su Iglesia con lo que soy.

Este paso supone que la ordenación sacerdotal se acerca, ¿Cómo quieres vivir tus últimos meses en el Seminario? 

Este curso estoy haciendo un año de pastoral en Pozoblanco, mi pueblo, fue a sorteo pero el Señor me mandó a mi parroquia, San Sebastián y estoy viviendo con el párroco, aprendiendo con él, ayudándonos el uno al otro en lo que podemos y teniendo ese primer contacto con lo que, si Dios quiere, será mi futuro, vivir en parroquia, con las distintas realidades, con los feligreses y las cofradías. Veo como esto es una primera toma de contacto con lo que será mi futuro, si Dios quiere.

¿Qué momento crees que está viviendo la Iglesia particular de Córdoba? 

Hablando con la gente veo que hay cierto pesimismo, por ejemplo, con las vocaciones que dicen que faltan presbíteros, pero en Córdoba estamos muy bendecidos, no tenemos derecho a quejarnos porque si lo comparamos con otras diócesis tenemos muchos presbíteros, muchos seminaristas, muchas vocaciones y muchas familias cristianas que quieren vivir su fe de una manera santa. Miro con un poco más de optimismo esta realidad, todos estos frutos, todos estos regalos que el Señor está haciendo en esta Diócesis.

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