Es una gracia inmensa para la diócesis, para la Iglesia, para estas familias, para el Seminario. El día de Sagradas Órdenes es un día especial en el calendario del Seminario y de la diócesis. En los más de doce años que sirvo a la diócesis de Córdoba, el Señor ha estado muy grande con nosotros, y por eso estamos muy alegres.
Este sábado 18 de junio, cinco jóvenes que han seguido los cursos de formación propios del Seminario, reciben el sacramento del Orden en el grado de presbíteros: Manuel, Abrahám, Pedro, Pablo para la diócesis, y Jesús del Hogar de Nazaret. Fueron ordenados diáconos en la fiesta de la Inmaculada del año pasado. Y han ejercido su ministerio diaconal de múltiples maneras en distintas parroquias de la diócesis. Ahora llega el día soñado, en que se hace realidad aquella intuición de hace años, por la que se sintieron llamados por Dios.
El camino no es fácil, como no lo es ningún otro camino en el que uno quiere hacer lo que Dios quiere. Ha habido momentos de lucidez, momento de turbulencias, momentos de paz y certeza absoluta, momentos de duda y perplejidad. En la serenidad de la oración, con el consejo de los formadores y con la ayuda de los hermanos seminaristas, el horizonte va aclarándose hasta llegar a la certeza moral: Dios me llama para ser su sacerdote, Jesucristo me llama para que sea suyo totalmente, la gente necesita del sacerdote para acercarse a Dios. Aquí estoy, envíame, como dijo el profeta.
Por eso, el día de Sagradas Órdenes es día de júbilo para todos. No sólo para los que son ordenados, sino para toda la Iglesia diocesana. Las familias viven un momento de plenitud al ver que Dios se ha fijado en uno de sus hijos, de sus nietos, de sus hermanos para un ministerio tan grande. Cada una de estas familias se siente bendecida especialmente por Dios. Las parroquias han visto crecer en la fe a cada uno de estos jóvenes, han apoyado su maduración en la vocación, y hoy sienten un gozo grande, al ver que Dios sigue enviando sacerdotes a su Iglesia. Los compañeros seminaristas no acaban de creérselo, se trata de un compañero, de un amigo con el que han compartido momentos de todo tipo, y les emociona profundamente que se acerquen al altar y reciban por la imposición de manos el don del Espíritu Santo que los configura con Cristo Cabeza y Esposo de su Iglesia. Un día de Órdenes es un día de gran estímulo para los que se sienten llamados a la misma vocación.
Hemos de seguir pidiendo continuamente al Dueño de la mies que mande trabajadores a su mies, porque la mies es abundante y los obreros son pocos. No hay mayor tristeza para una diócesis que no tener seminaristas, aspirantes al sacerdocio, y por tanto no conocer días como éste. Y no hay mayor alegría para una diócesis que tener seminaristas, que van ordenándose sacerdotes para el servicio del Pueblo santo de Dios.
La Iglesia no puede vivir ni sobrevivir sin sacerdotes. Se trata de una necesidad vital. Porque no puede vivir sin la presencia de Cristo que la vivifica continuamente por los sacramentos, y especialmente por la Eucaristía. Sin sacerdotes no hay Eucaristía ni perdón sacramental de los pecados, ni acompañamiento a tantas personas que buscan esa presencia de Cristo a su lado. Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo, nos promete Jesús. Y lo cumple con creces.
Jóvenes, si el Señor te llama por este camino, no tengas miedo. De tu misma pasta son estos jóvenes que hoy son ordenados. Y si tienes alguna inquietud en esta dirección, ponte en manos de algún sacerdote que te ayude a discernir. Te aseguro que si das este paso, serás feliz, porque no hay mayor felicidad que la de entregar la vida para el Señor y hacer felices a los demás, dándoles al Señor.
Recibid mi afecto y mi bendición:
+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba
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