Antonio Marín Romero es Bioquímico de formación y Doctor en Biomedicina. Actualmente, trabaja como especialista de aplicaciones en un equipo internacional dentro de una empresa del sector biotecnológico y colabora con prestigiosos institutos de investigación en Europa. Pero más allá de su trayectoria científica y empresarial, cultiva su pasión por la composición musical.
Antonio cuenta con más de 35 composiciones en el repertorio de más de 20 bandas de Andalucía y otras regiones de España. Además, ha colaborado con productores y cantantes y ha participado en competiciones internacionales de música cinematográfica.
¿Qué significa para ti hacer música cofrade?
Para mí, hacer música cofrade es un regalo de la vida, una forma de expresión que va más allá de lo que las palabras pueden transmitir. Es una fuente inagotable de ideas a la que acudo para canalizar sentimientos no tangibles y que son transmitidos por el alma de quienes la interpretan.
El hecho de saber que mi música acompaña a momentos tan significativos de miles de personas significa un agradecimiento inmensurable a quienes la sienten, la hacen suya y le dan vida con cada nota, cada paso y cada emoción compartida.
¿Cuándo se despertó en ti el interés por la composición cofrade?
Mi interés por la composición cofrade nació en 2011, cuando dejé mi localidad natal para comenzar mi carrera profesional. Hasta entonces, estaba profundamente vinculado a la banda de mi pueblo, y el hecho de no poder compartir con ellos los ensayos de cada tarde despertó en mí una necesidad inmensa de seguir conectado a ellos y a su música. Fue entonces cuando encontré en la composición el canal perfecto para expresar y decidí formarme y adentrarme en el mundo de la creación musical.
¿En qué te inspiras para componer y qué es necesario para componer una marcha que eleve a la contemplación y oración de unos titulares?
Para componer, necesito encontrar la idiosincrasia de cada obra, su identidad propia. Cuando una marcha está dedicada a una hermandad, mi primer paso es sumergirme en su esencia: observo imágenes, veo vídeos que «muteo» para contemplar en silencio el movimiento de sus titulares, como si fuera una película en busca de su banda sonora. Mi labor es precisamente escribir esa música que los acompañe y les dé voz. A partir de ahí, busco inspiración en los pasajes bíblicos relacionados con la hermandad, intentando situar la música en su contexto espiritual.
Cuéntanos el proceso de la creación de una de tus marchas que recuerdes de manera especial o por algo significativo.
Cada una de mis marchas tiene una historia especial, pero hay algunas que, por distintos motivos, han dejado una huella más profunda en mí. Por ejemplo, «Cae tu Sangre» fue la primera marcha que dediqué a una Hermandad de mi pueblo, lo que la convierte en una obra con un vínculo muy personal y emotivo. Algo similar ocurre con «Sentencia al Rey», la primera composición que me fue encargada por una Hermandad de mi localidad, lo que refuerza aún más esa conexión con mis raíces. Por otro lado, «Y Expiró en el Arco» ocupa un lugar especial en mi trayectoria porque fue una marcha compuesta fuera de España, durante una estancia en Italia.
Podría contar una historia detrás de cada una de mis composiciones, ya que todas encierran un significado especial. Cada marcha es un reflejo de un momento, una inspiración o una vivencia que ha quedado plasmada en la música.
¿Se puede componer sin fe o sin devoción o es necesario tener una referencia cristiana?
Idealmente, contar con una referencia cristiana puede aportar un mayor significado y profundidad a la composición, ya que las marchas procesionales están intrínsecamente ligadas a este contexto. No obstante, no es un requisito imprescindible. La inspiración también puede surgir de vivencias personales, emociones o experiencias profundas, y estas pueden conectarse perfectamente con el espíritu de la Semana Santa.
¿Es posible innovar en un género que podemos definir como “conservador” como son las marchas procesionales?
La música no tiene límites, aunque es cierto que el contexto de las bandas procesionales impone ciertas limitaciones. A pesar de ello, la creciente formación musical de los intérpretes y las pequeñas mejoras en la instrumentación, han abierto nuevas puertas para la evolución de la música procesional.
Como músico, cuando escuchas una de tus marchas siendo tocadas detrás de cualquier imagen, ¿qué te aporta?
Cuando escucho una de mis marchas siendo tocada detrás de cualquier imagen, lo que siento es, ante todo, un profundo orgullo por el don que la vida me ha regalado. Es un enorme agradecimiento poder acompañar a tantas personas en momentos tan significativos de sus vidas, cuando están contemplando a sus titulares. Sinceramente, es una sensación tan única que no encuentro nada en la vida que me aporte algo parecido.
¿Qué momento de la Semana Santa es el que más vives?
El momento de la Semana Santa que más vivo es, sin duda, la salida del Cristo de la Sentencia de Granada, por varias razones. En 2016, tuve la oportunidad de acompañar como músico a este titular, y al día siguiente de esa experiencia, mi vida se vinculó profesionalmente a la ciudad de Granada. Es la ciudad donde vivo desde hace 10 años, y el ver salir al Cristo de la Sentencia desde su iglesia, a los pies de la Alhambra, en el maravilloso contexto de la Carrera del Darro, me parece un cóctel de coincidencias insuperables. Además, he tenido la suerte de dedicarle a esta imagen una de las composiciones más importantes de mi trayectoria musical, «Sea Crucificado».
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