Bendición e inauguración de la nueva Casa Sacerdotal en Córdoba

Alocución de Mons. Renzo Fratini, Nuncio Apostólico en España

Excelencias, Queridos sacerdotes, Hermanos y Hermanas en Cristo:

Me complace vivamente poder dirigirles un cordial saludo con ocasión de la inauguración de la remodelación de esta Casa Sacerdotal, haciéndoles llegar, como representante de Su Santidad en España, la cercanía del Santo Padre Benedicto XVI. Me alegro al contemplar cuántos esfuerzos, promovidos por Mons. Juan José Asenjo, actual Arzobispo de Sevilla, han visto su feliz conclusión como fruto también de la solicitud pastoral del Sr. Obispo, Mons. Demetrio Fernández. Asimismo me uno a los sentimientos de gratitud hacia los bienhechores que han contribuido generosamente a esta feliz iniciativa.

Para muchos sacerdotes, esta Casa Sacerdotal, signo de comunión en el presbiterio, les ofrece dignos medios y las posibilidades de la necesaria atención a causa de la edad o de la enfermedad, o simplemente les facilita, de muchas maneras, el servicio activo que prestan a la Diócesis. Bendigamos al Señor por todos estos signos de su bondad para con nosotros.

En estos momentos me complace recordar las reflexiones que ofrecía el Santo Padre en la clausura del reciente Año Sacerdotal invitándonos a tomar conciencia de nuestra identidad sacerdotal. Decía el Santo Padre: “Dios quiere que nosotros, como sacerdotes, en un pequeño punto de la historia – también, podríamos decir, en un lugar como es este – compartamos sus preocupaciones por los hombres”. Así es. Jesús, al darnos a compartir su misión de salvación, en toda situación, particularmente en las noches oscuras de nuestra existencia, nos confirma que nunca nos abandona y nos hace sentir que está siempre con nosotros. Es particularmente en los momentos de la cruz, en los momentos de dolor, donde podemos “unirnos a Cristo, que sufrió con amor infinito”(Spe salvi, 38); amor que hacemos presente en la celebración de la Santa Misa y que nos invita cada día a ofrecernos con El por la salvación de los hombres, nuestros hermanos.

Es por eso también que quiero dirigirme particularmente a vosotros, mis queridos hermanos sacerdotes que sentís el paso de la edad u otras limitaciones y os alegráis de la posibilidad de esta Casa. Leo en vuestros corazones el deseo de agradar a Cristo, de renovar vuestra consagración a El hasta darle el último aliento. Como leemos en la vida de S. Agustín, el sentía la necesidad, y aprovechaba sus últimos años, para dedicarse con más intensidad a la oración. Cristo es siempre joven: «No rechaces rejuvenecer con Cristo, incluso en un mundo envejecido. Él te dice: "No temas, tu juventud se renovará como la del águila"» (cf. Serm. 81, 8). No lo dudéis, con vosotros está la Iglesia que os dice: ¡gracias por vuestra entrega, por el sí dado al Señor!

Quiero terminar con un saludo cariñoso a las Hermanas Mercedarias de la Caridad y al personal que colabora en esta Casa de la Diócesis. Gracias por el cuidado que dispensan a todos los sacerdotes, particularmente ancianos y enfermos, y la atención que seguirán dispensando en todas las labores de este renovado centro.

Particularmente tengan en cuenta que el tiempo transcurrido al lado de quien se encuentra en la prueba, es mirado con mucho agrado por el Señor. Que El les bendiga y recompense.

+ Renzo Fratini

Nuncio Apostólico