El Sr. Obispo bendijo la nueva iglesia de San Diego de Alcalá, filial de San Antonio de Padua, el pasado domingo de Pentecostés, a las 20:30 horas.
La iglesia, situada en la urbanización de Torreblanca, se ha construido sobre un terreno cedido por la familia de Diego Barrena, para que los vecinos de la urbanización puedan disponer de un lugar sagrado y abierto al culto todos los sábados a las 8 de la tarde.
Filial de la parroquia de San Antonio de Padua, al templo se le ha dado el nombre de "San Diego de Alcalá", en recuerdo a este santo del s. XVI, perteneciente a la Orden de los Frailes Menores de la Observancia, que vivió en el convento de San Francisco de Arruzafa de Córdoba gran parte de su vida.
En la ceremonia estuvieron presentes el párroco Manuel Cobos; los sacerdotes, Héctor José Sánchez y José Antonio Gallego; el Vicario de la Ciudad, Manuel Mª Hinojosa; así como el Secretario del Sr. Obispo, Manuel Rodríguez.
La celebración estuvo presidida por el Sr. Obispo, quien en la homilía recordó que la bendición de esta iglesia coincidía con la fiesta de Pentecostés, en la que a los cincuenta días de la resurrección del Señor, celebramos la venida del Espíritu Santo sobre la Iglesia. "Al celebrarla, este Espíritu viene sobre su Iglesia, la renueva desde dentro y renueva nuestros corazones y nuestras vidas", afirmó.
Mons. Demetrio Fernández explicó que "esta pequeña iglesia es un espacio sagrado abierto a Dios, en el que se podrá entrar en comunicación con Él". Asimismo, manifestó que "debemos darle muchas gracias a Dios por que en esta urbanización de Torreblanca ya vive Dios en una Iglesia".
Además, agradeció a todas las personas que han hecho posible realizar esta obra y en especial, a la familia de Diego Barrena por ceder el terreno al Obispado para la construcción de este templo para poder cumplir una necesidad que tenía el barrio, como es la de tener una iglesia y un lugar sagrado abierto al culto todos los sábados. D. Demetrio señaló que "este día es un día grande para darle gracias a Dios por inaugurar un templo consagrado a Él". "Ese templo sois vosotros, por tanto, glorificar a Dios con vuestro alma, con vuestro cuerpo y con vuestra vida", aclamó.
Concluyó la homilía pidiendo que "el Espíritu Santo venga sobre este lugar y santifique este lugar dedicado a Dios y al culto".
A continuación, tuvo lugar el rito de bendición del Altar y de la Iglesia.