Antonio Gil destaca la importancia de tomar conciencia de la presencia de los pobres en nuestras ciudades y comunidades
El pasado jueves, 14 de noviembre, la parroquia de santa Luisa de Marillac, de nuestra capital, celebró un acto fraternal, “un espacio de oración y merienda”, con motivo de la VIII Jornada Mundial por los pobres, juntamente con las personas y familias a las que acompaña la parroquia. Fue, sin duda, un buen pórtico para este domingo, en el que los “pobres” son los protagonistas de una Jornada Mundial que tiene como lema: “La oración del pobre sube hasta Dios”.
Como sabemos, la idea de impulsar esta jornada surgió el 13 de noviembre de 2016, durante el cierre del Año de la Misericordia y cuando en la Basílica de San Pedro, el Santo Padre celebraba el Jubileo dedicado a las personas marginadas. Al finalizar la homilía, y de manera espontánea, Francisco expresó un deseo: “Quisiera que hoy fuera la jornada de los Pobres”. Desde entonces, se celebra en torno a esta fecha.
En su Mensaje de este año, el Papa nos ofrece tres hermosas “invitaciones”: primera, que “tomemos conciencia de la presencia de los pobres en nuestras ciudades y comunidades, para comprender sus necesidades”; segunda, que “aprendamos a rezar por los pobres y a rezar junto a ellos, con humildad y confianza”; tercera, que “centremos actividades pastorales en la atención a las necesidades de los pobres en los barrios mediante signos concretos. Y una “atención espiritual” más seria hacia todos ellos”.
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