
Antonio Gil nos recuerda esta semana la Jornada Mundial de los Pobres, que se celebra este domingo, 16 de noviembre
Este año la Jornada Mundial de los Pobres se celebra en el marco del Jubileo dedicado a ellos, del 14 al 16 de noviembre, en Roma. Bajo el lema del salmista: “Tú, Señor, eres mi esperanza”, el Papa León XIV alerta del riesgo de acostumbrarse y resignarse ante las nuevas oleadas de empobrecimiento. Frente a ellos, invita a poner a los pobres “en el centro de la mirada” y a generar nuevos signos de esperanza que testimonien la caridad cristiana.
Si visitamos el convento de las Hermanas de la Cruz, en Córdoba, en la puerta de entrada, sobre una pequeña losa de mármol, leemos esta inscripción: “Ricos de la tierra, mirad al cielo”. No es sólo una sugerencia, sino una invitación que enlaza con estas palabras del Papa, en su Exhortación Apostólica “Dilexi te”, sobre el amor hacia los pobres: “Los pobres están en el centro de la Iglesia, porque es desde la fe en Cristo hecho pobre, y siempre cercano a los pobres y excluidos, donde brota la preocupación por el desarrollo integral de los más abandonados de la sociedad”.
A san Juan Crisóstomo se le atribuía esta exhortación: “La limosna es el ala de la oración; si no le das alas a la oración, no volará”. Por eso, León XIV subraya en su mensaje de esta Jornada: “La pobreza más grave es no conocer a Dios. La ciudad de Dios, en consecuencia, nos compromete con las ciudades de los hombres”. Me viene a la memoria una de las frases del recordado cardenal Amigo: “¡Los pobres no son nuestros, son de Dios!”.
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