Con este lema, se llevó a cabo la vigésima primera edición de esta cita ya consolidada en la Diócesis y que tuvo lugar del 21 al 23 de octubre.
A primera hora de la mañana los jóvenes llegaron a la Catedral para celebrar la misa con el Obispo, comenzando así esta peregrinación. En su homilía, don Demetrio los saludó: “el hecho de que seáis muchos y distintos no rompe la unidad sino que hace que esta unidad sea una riqueza”, afirmó. Además, manifestó que “la realidad de Guadalupe nos hace ver que la Iglesia es de muchos colores, pero el punto fundamental es encontrarse con Jesucristo”.
Tras la misa, una quincena de autobuses recogió a los jóvenes con destino Hinojosa del Duque comenzando así esta experiencia única de oración, convivencia y comunión. Así la definió Fernando Ortega, quien participa por segundo año consecutivo, esta vez como voluntario. Junto a él, estuvieron 34 voluntarios más, muchos de ellos con una experiencia consolidada y al servicio de los demás peregrinos.
Sin duda, se trata de una de las peregrinaciones anuales más especiales, en las que los jóvenes viven momentos de todo tipo. Desde convivencia con otros chicos, compartir inquietudes, hasta encuentros fuertes con Dios, nos cuenta Cristina Zurita, quien realizó por primera vez este año su peregrinación.
TRES DÍAS DE GRACIA
Al igual que en ediciones anteriores, los jóvenes siguieron el mismo itinerario. Comenzaron andando desde Puerto de san Vicente hasta Alía, donde hubo exposición del Santísimo, rezo de vísperas y testimonios.
En la segunda jornada, emprendieron camino hasta Guadalupe, celebrando la eucaristía en la explanada conocida como “villa vaquita”. Desde allí, se dirigieron al monasterio de Guadalupe donde llegaron por la tarde para saludar a la Virgen. Y finalmente, el domingo, culminó la peregrinación con la misa en la basílica y un encuentro en el auditorio.