Todavía está abierto el plazo de inscripción para los ejercicios de abril. Aurora Sáez nos cuenta su testimonio en estos ejercicios espirituales.
Un total de 32 jóvenes de la Diócesis se han inscrito para asistir a la primera tanda de Ejercicios Espirituales «Coraje», organizados por la Pastoral Vocacional y la Delegación Diocesana de Juventud. A estos ejercicios asistirán jóvenes mayores de 16 años y se desarrollarán en la casa de Espiritualidad de San Antonio de Córdoba.
La primera tanda del 1 al 3 de marzo, contará con la dirección de Borja Redondo, delegado diocesano para el clero, y entre el 12 y 14 de abril, el delegado diocesano de Apostolado de la Oración, Carlos Gallardo, será el sacerdote encargado de la dirección. Aunque ya está cerrado el período de inscripción para los primeros ejercicios, los jóvenes que lo deseen pueden apuntarse ya para los ejercicios del mes de abril. Para esta segunda tanda ya hay inscritos 38 jóvenes.
Estos ejercicios «Coraje» son una experiencia de oración que busca profundizar y enriquecer la relación con Dios. Los ejercicios comenzarán el viernes por la tarde y terminan con almuerzo del domingo en la Casa de Espiritualidad San Antonio de Córdoba con un de 45 € por participante.
+INFO Más info en: 676 42 36 63 y en memoriaycoraje@gmail.com
Pre-inscripción en: https://goo.gl/forms/hmvJ8BP7POYJslTV2
El testimonio de Aurora Sáez Lara
Si tuviera que describir con una palabra qué supuso para mí hacer los ejercicios espirituales de coraje, utilizaría la palabra OPORTUNIDAD. Porque cada retiro, cada oración, cada convivencia y, en definitiva, cada momento que Dios te regala para que te centres más en Él es una GRAN oportunidad. En mi caso lo fue para aprender qué significa Amar voluntariamente —de voluntad— a Dios: muchos de los jóvenes que viven esta experiencia disfrutan de unos días llenos de paz, de sosiego, de alegría… Pero para mí fue todo lo contrario. El Señor quiso que atravesase una lucha interna, una oscuridad en la que ni siquiera le encontraba a Él para que pudiera guiarme. Sin embargo, ahí en medio también experimenté el inmenso Amor de Dios, porque me regaló la gracia de comprender que esta era el regalo que Él me brindaba, uno muy grande: la posibilidad de amarle aún en la incomprensión, en el dolor que suponía sentirme olvidada por Él, en la desgana, en el rechazo a todo lo sagrado. Y así lo hice, con su ayuda: recé, como nunca lo había hecho en mi vida; confié, más ciega de lo que jamás había estado; y esperé, con la esperanza más grande que se puede tener, la esperanza en que me siga amando aunque yo no lo experimente.
Tras estos días de esfuerzo, vencimiento y convencimiento, todo cambió. La nube que sentía en mi interior desapareció, y volvió el sol. ¿Para qué? —Pues sólo el Señor lo sabe, pero es cierto que desde este retiro he experimentado multitud de gracias, regalos y cambios en mi vida y mi vida interior que jamás hubiera podido soñar. Pero eso nos dice el Señor: «Soñad y os quedaréis cortos».