«¡Ven, Señor Jesús!», empieza el tiempo de Adviento

Diócesis de Cartagena
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La diócesis de Cartagena es una sede episcopal dependiente de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la catedral de Santa María, situada en la ciudad de Murcia.

En el tiempo litúrgico del Adviento, que comienza este domingo, nos preparamos para recibir a Aquel que vino, viene y vendrá.

Adventus. De este término en latín procede la palabra Adviento, que da nombre al primero de los tiempos litúrgicos, el periodo que abarca los cuatro domingos previos a la Navidad, una vez concluido el año litúrgico con la fiesta de Cristo Rey. Una palabra, Adventus, que significa venida, «porque son dos venidas las que conmemoramos en este tiempo», según explica Ramón Navarro, delegado episcopal de Liturgia.

Estas venidas marcan dos momentos distintos dentro del Adviento. En el primero se fija la mirada en «la venida definitiva de Cristo al final de los tiempos, cuando reunirá a toda la humanidad en la vida plena de su reino». La Iglesia recuerda así que vive un «ya, pero todavía no»; sintiéndose salvada «pero sabiendo que esa salvación todavía no es plena y vive, por tanto, anhelando la llegada definitiva del Esposo, su esperanza».

En un segundo momento, al acercarse la celebración de la Navidad, «este tiempo litúrgico cambia y se convierte en una preparación inmediata a la fiesta del nacimiento del Señor», a la venida que aconteció en Belén, cuando «el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros» (Jn 1, 14). Todo ello –continúa Ramón Navarro– para que «nos demos cuenta de que hay una tercera venida, y es que el Señor viene cotidianamente a nuestra vida». El Adviento, por tanto, es una llamada a «contemplar a Cristo que vino, viene y vendrá: vino en la carne, entró en la historia y la convirtió en una historia de salvación; vendrá al final de los tiempos, para dar fin a esta historia e instaurar ese reino del que se habla en la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo; y viene hoy en cada palabra, en cada acontecimiento que, vividos desde la fe, son una auténtica presencia del Señor en nuestra vida».

El Adviento aparece así como un tiempo de preparación, de disponer el corazón para recibir a Aquel que viene, lo cual se refleja litúrgicamente en algunos signos externos, como el color morado, que es «el color de la esperanza en la liturgia»; la omisión del canto del Gloria, para «no anticipar aquello que viviremos en la Navidad»; o una general «moderación», por ejemplo en los otros cantos de las celebraciones o en los adornos florales de los templos. La esencia de este tiempo también se refleja en la corona del Adviento, compuesta por cuatro velas que simbolizan cada uno de los domingos que lo componen y que «se van encendiendo progresivamente, como progresiva debe ser nuestra preparación a la celebración del misterio de la Encarnación y Nacimiento del Señor».

Las lecturas que se proclamarán en cada uno de estos cuatro domingos también invitan a una preparación progresiva. El primer domingo estará centrado «en la venida de Jesús al final de los tiempos y, por tanto, en las actitudes para estar preparados, sobre todo la vigilancia». El segundo domingo tendrá como protagonista a Juan el Bautista, «el precursor del Señor, que anuncia su venida y nos invita a preparar el camino»; y lo mismo el tercero, conocido como Domingo de Gaudete o Domingo de la Alegría, porque «al estar ya cercano el final de este tiempo, mirando a la Navidad, la austeridad se rompe»; algo que se refleja, por ejemplo, en el uso del rosa como color litúrgico, en lugar del morado. «Y el cuarto domingo, en la segunda parte del Adviento, nuestros ojos se fijan ya en el inminente nacimiento del Señor, que se celebrará en la noche del 24 al 25 de diciembre».

Un tiempo de conversión, pero también de alegría y esperanza, porque «el Señor –que vendrá– ha venido y viene hoy a nuestras vidas».

Preparar día a día el corazón

Hay varios gestos sencillos que, en este tiempo, pueden realizarse en la vida diaria para disponer el corazón. El sacerdote Juan Tudela indica que uno de ellos es meditar en casa las lecturas de cada uno de los días del Adviento, porque en ellas, «al ritmo de la liturgia, acomodaremos existencialmente nuestra vida a aquello que la Palabra de Dios nos va presentando». En estas lecturas, concretamente, «podremos escuchar cómo el Señor, por boca de los profetas del Antiguo Testamento, anuncia que realmente nos ama tanto que va a preparar para nosotros una nueva realidad, un nuevo reino que se hará presente con la venida de Jesucristo»; unos textos en los que tendrá especial protagonismo el profeta Isaías

Junto a estas lecturas, Juan Tudela recomienda la participación en la Eucaristía, porque «no solamente la Palabra de Dios alimenta nuestro espíritu, sino también la comunión con Jesucristo y con los hermanos». En la misa, además, hay algunos momentos que, vividos conscientemente, resuenan con especial fuerza en el Adviento, como la frase del Apocalipsis que se pronuncia al terminar la consagración, «Ven, Señor Jesús» (Maranathá); o la sencilla petición del Padrenuestro, «venga a nosotros tu reino», en la que, explica Tudela, «pedimos al Padre que venga su reino en la persona de Cristo». También aconseja acudir al sacramento de la Reconciliación, que «nos ayuda a purificar nuestra alma, ajustar nuestra vida a los planes de Dios y vivir en un proceso de conversión continua», acentuado en Adviento por la certeza de que Dios «nos ama tanto que viene a nuestro encuentro» y la respuesta que brota ante este amor es «preparar nuestra vida y nuestra alma para recibirlo convenientemente».

Una preparación que se ha de vivir espiritualmente, pero también «en nuestras relaciones sociales, familiares y con las personas que sufren». En este aspecto, Tudela invita a mantener los ojos abiertos «para poder ayudar a aquellos que nos necesitan» y centrar la mirada en los preferidos de Dios, «los pobres, los más débiles, personas que quizá precisan nuestra ayuda; porque Cristo vino en la humildad de Belén, pero sigue viniendo a nuestro encuentro en cada persona, sobre todo en aquellas necesitadas».

Por último, un gesto sencillo que puede ayudar a vivir este tiempo en familia es preparar el belén y otros detalles propios de la Navidad con «un sentido de fe» y, sobre todo, buscar la reconciliación, el «recomponer relaciones, si algún aspecto de la familia necesita perdón,  porque merece la pena vivir en unidad y en un amor grande esta venida del Señor; todas nuestras esperanzas se concretan en la persona de Jesucristo y cuando lo esperamos con fe y con un gran amor, el Señor hace nuevas todas las cosas».

Gestos y actitudes que ayudan a responder a un tiempo, el Adviento, que lanza un mensaje: «Prepárate porque viene alguien, el que más te quiere y mira por tu bien, que además quiere crear en ti, al igual que en la familia y en la sociedad, una realidad nueva en el amor, que es el reino de Dios», concluye Juan Tudela.

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