Pasión por el hombre, pasión por Cristo. Así se titula la exposición sobre el movimiento eclesial Comunión y Liberación que, del 8 al 12 de mayo, podrá verse en el claustro del Palacio Episcopal de la Diócesis de Cartagena. Esta muestra itinerante, que ya ha recorrido varias ciudades españolas, se enmarca en el recién celebrado centenario del nacimiento de Luigi Giussani, el sacerdote italiano que inició este movimiento en Milán, en los años 50.
El responsable de Comunión y Liberación en Murcia, Carlos Brugarolas, describe a Giussani como «una persona de enorme sensibilidad humana», de quien resalta «su pasión misionera, su interés por la literatura, la música y, en definitiva, por la belleza; y su gran capacidad pedagógica». Por encima de esas cualidades, sin embargo, destaca su «apasionado amor por Cristo».
A través de paneles y material audiovisual, la exposición permite descubrir la figura de este sacerdote, así como las dimensiones de cultura, caridad y misión del movimiento, sus frutos y lo esencial de su carisma. Una realidad de la Iglesia que, en la actualidad, está presente en más de 90 países y que congregó a más de 50.000 personas el pasado mes de octubre, en un encuentro con el Papa Francisco celebrado en el Vaticano, en la plaza de San Pedro, con motivo del centenario del fundador.
Encuentro con el responsable nacional
El jueves 11 de mayo, además, habrá un encuentro en Murcia con Jesús Carrascosa, responsable nacional de Comunión y Liberación, que tendrá lugar en el Centro Cultural García Alix, a las 20:00 horas. Jesús Carrascosa fue, junto a su esposa y otro matrimonio, uno de los iniciadores de este movimiento en España; y es, después de 15 años al frente del centro internacional de Comunión y Liberación en Roma, un gran conocedor de su realidad internacional.
La gran respuesta a las exigencias del corazón
El movimiento Comunión y Liberación nació a raíz de la actividad educadora de Luigi Giussani (Desio, 1922 – Milán, 2005), quien, una vez ordenado sacerdote, se dedicó por orden de sus superiores a completar sus estudios y, finalmente, a la docencia. Su presencia en la enseñanza dio un impulso a la ya existente Gioventù Studentesca, de la Acción Católica italiana, que empezó a mostrar carácter de movimiento. En 1969 tomó el nombre de Comunión y Liberación, como expresión de que el acontecimiento cristiano, vivido en comunión, es el fundamento de la auténtica liberación del hombre. Su propuesta era una educación cristiana donde los jóvenes podían comprobar, desde la razón y la libertad, que Cristo da respuesta a las exigencias del corazón de todos los hombres y que la fe resulta pertinente a las exigencias de la vida.
«Lo esencial de este carisma es el reconocimiento de la centralidad de Cristo como el único que puede satisfacer el infinito anhelo del corazón y, en segundo lugar, que el encuentro real con la persona de Cristo se lleva a cabo en la Iglesia», resume Carlos Brugarolas.
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