Tras ocho años en el Seminario Diocesano Redemptoris Mater, se ordena sacerdote confiando en la fidelidad del Señor.
Se llama Domenico Pío Greco, tiene 40 años y es natural del sur de Italia. Llegó a la ciudad de Murcia hace ocho años para estudiar en el Seminario Diocesano Misionero Redemptoris Mater. Pero su historia vocacional comienza unos años antes.
En 2005, durante la Jornada Mundial de la Juventud de Colonia, apareció por primera vez en su cabeza la idea de ser sacerdote, pero la eliminó. Siguió con su vida y terminó sus estudios de Ingeniería Electrónica. Fue entonces cuando viajó hasta Turín, al norte del país, para trabajar. Pero lo que él no sabía es que entonces comenzaría un tiempo de crisis que cambiaría toda su vida. Todo comenzó a complicarse, no estaba contento con su vida, todo lo veía mal, todo era negativo… Pero fue en ese momento, en el que tocó fondo cuando fue consciente de que Dios estaba sosteniendo su vida. “Al llegar hasta ahí me di cuenta de que Señor era el único que podía ayudarme, porque Él no me exige nada, por Él no tengo que dar la talla”.
Fue entonces cuando comenzó a plantearse seriamente su vocación, pensamiento que se fortaleció en una peregrinación a Loreto en 2007; aunque era algo que él siempre descartaba, “el ser cura es para otro, no es para mí”.
Domenico pertenece al Camino Neocatecumenal, y a través de él se materializó su vocación. En una convivencia en el norte de Italia se levantó por primera vez en una llamada a vocaciones sacerdotales, y ahí ya inició un año y medio de discernimiento en un centro vocacional. En la JMJ de Sydney (2008) se levantó otra vez, “con un frío enorme”, recuerda.
Meses después fue enviado a Murcia para comenzar aquí su proceso formativo. “Podía haber ido a cualquier parte del mundo –comenta Domenico– pero salió Murcia, que no sabía ni donde estaba. En todo este tiempo el Señor me dio mucha paz, porque sabía que Él estaba conmigo”.
Estos años en el seminario le han hecho fortalecerse en su vocación y crecer personalmente, sabiendo que es Dios quien dirige su vida. Y así lo cuenta: “tengo paz en el corazón, estoy contento y tranquilo de ir a cualquier parte del mundo, siempre con la duda de dónde iré, qué será de mí… con el miedo humano pero con la voluntad de Dios en el corazón de que sea lo mejor para mí en este tiempo”.
Como seminarista ha estado en misión, durante dos años, en Chile. “Fue un tiempo precioso, al que fui con mucho miedo, porque me iba a la otra parte del mundo, pero volví contentísimo, viendo que el Señor llevaba adelante la misión”. Entre sus tareas se encontraban la formación en las catequesis del Camino Neocatecumenal, y las visitas a las casas de los vecinos, algo que a él le marcó especialmente. “Ver como mucha gente con sufrimiento, a la que yo le contaba mi historia, mi testimonio, terminaba sonriendo y dándome las gracias me ayudó. Aquí el Evangelio confirmaba que el Señor estaba con nosotros, que el Señor estaba siempre conmigo. Esa gente no sólo necesitaba dinero, necesitaba una palabra de esperanza”.
En esta última etapa antes de su ordenación sacerdotal, su diaconado lo ha vivido en la Parroquia Nuestra Señora del Carmen de Cartagena, un tiempo que le ha ayudado a aprender y reforzar su misión como sacerdote. “Ver que actúas in persona Christi como sacerdote es muy importante”.
Mira hacia delante, a tan sólo unos días de su ordenación, y siente miedo, “porque veo que es una misión que me supera por completo, pero sé que en mi debilidad puedo ser instrumento de la misericordia de Dios. Sé que el Señor es fiel, que va a estar siempre conmigo, que voy a ser un instrumento en sus manos para anunciar su amor y dar la gracia en los sacramentos a través de mi pobre persona”, explica Domenico.
El próximo sábado, a las 10:30 horas, será ordenado sacerdote en la explanada de la Basílica Menor-Santuario de la Vera Cruz de Caravaca. La parroquia del Carmen de Cartagena, donde ha estado de diácono, acogerá su primera Misa el domingo, a las 11:00 horas.
María de León