Las parroquias de la Zona Pastoral Campo de Cartagena-Mar Menor, entre otros grupos, participaron en la Misa del peregrino que, en este día lluvioso, no pudo celebrarse en la explanada de la basílica.
Las condiciones meteorológicas provocaron cambios de última hora en la peregrinación de la Vicaría Campo de Cartagena-Mar Menor prevista para el sábado, que tuvo que dividirse en dos grupos para participar en la Eucaristía y adorar a la Vera Cruz. Con un cielo cubierto de nubes, la lluvia recibió a los más de 1.200 peregrinos llegados desde las diferentes parroquias de los tres arciprestazgos de esta zona pastoral de la Diócesis de Cartagena. Debido a esta situación fue imposible realizar la Misa del peregrino en la explanada de la basílica. «Tuvimos que alterar un poco el orden de lo previsto», explica David Martínez Robles, comisario del Año Jubilar y párroco de El Salvador de Caravaca, quien reconoce que, a pesar de las dificultades en la organización, «es una bendición siempre la lluvia».
A las 10:30 horas se realizaba la primera estación jubilar con los arciprestazgos Mar Menor-Sierra de Cartagena y Fuente Álamo y, a continuación, la Eucaristía se celebró en el interior de la basílica presidida por el vicario episcopal de esta zona pastoral, Manuel Verdú Moreno. «La lluvia siempre es una bendición en este tiempo de sequía en nuestra tierra y, aunque ha dificultado un poco la subida de las personas mayores, han vivido este día con muchísima alegría por venir a adorar la Sagrada Reliquia», explicaba Verdú. Debido al aforo del interior de la basílica de la Vera Cruz se retiraron los bancos para acoger a un mayor número de personas. Mientras, los demás peregrinos permanecían resguardados del temporal en la parroquia de El Salvador.
En la segunda celebración participaron las parroquias del arciprestazgo Campo de Cartagena y otros grupos llegados desde diferentes lugares. El obispo de Cartagena, Mons. José Manuel Lorca Planes, presidió la Eucaristía y, como gesto de respeto, quiso permanecer en pie durante toda la Misa, acompañando así a los fieles que no disponían de asiento. En este día lluvioso, el prelado hizo una petición en la oración de los fieles rogando «al Señor que siga regando nuestros campos». En su homilía recordó a los presentes que «el camino a la cruz es camino de amor», y que, a pesar de las inclemencias del tiempo que habían dificultado la subida a los peregrinos hasta la basílica, «la lluvia es muy necesaria para la tierra». También sugirió a los fieles hacer una reflexión para descubrir y poder aceptar, de manera personal, las cruces de cada uno. Por último, les aconsejó incluir en su día a día una oración a Dios pidiendo la gracia de «poder sonreír por lo menos un rato al día», una recomendación que hizo cambiar la expresión de las caras de todos los presentes.
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