Una vida según el Evangelio

Reflexión semanal del Obispo de Cartagena en el Domingo XXV del Tiempo Ordinario.

Con la confianza que nos plantean estos textos de la Palabra de Dios no debemos temer al futuro, al contrario, hay que crecer en esperanza, aunque las dificultades llamen con insistencia a nuestra puerta y atormenten a muchos. En este tiempo, nuestra cultura se ha empeñado en apartar a Dios de nuestras vidas y surgen con frecuencia actitudes de desconfianza ante las afirmaciones no comprobables experimentalmente, dando como resultado que el hombre se cierre más dentro de sus límites, en su tiempo y en su espacio; que recele de la realidad de la fe, como algo incompatible con la libertad o la felicidad. Estos planteamientos le cierran al hombre la puerta de la confianza y lo llevan a buscar seguridades, hasta que al final termina por no fiarse de nada, ni de nadie, incluido el mismo Dios ¿Cuánto daño podrá soportar? ¿Será verdad que somos lo que la sociedad nos permite ser? Nadie le dice que sin Dios el hombre no sabe dónde ir, ni tampoco logra entender quién es. En un mundo sin Dios, ¿quién defenderá a los pobres, a los ancianos, a los sin techo, a los afligidos por la falta de trabajo o de autoestima? ¿Quién defenderá al hombre? No les quepa duda, el Señor, siempre el Señor y muriendo en cruz. Los sistemas, las ideologías, las consignas… todo eso cae, mientras que el Señor permanece para siempre, cerca de los que le invocan.

Decía el Papa Benedicto XVI que ante los grandes problemas del desarrollo de los pueblos, que nos impulsan casi al desasosiego y al abatimiento, viene en nuestro auxilio la palabra de Jesucristo, que nos hace saber: «Sin mí no podéis hacer nada». La noticia de la presencia de Dios en nuestra vida nos anima: «Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mt 28,20). Es evidente que San Pablo tenía una experiencia muy grande de la cercanía y ternura del Señor, por eso pudo decir que «para mí, la vida es Cristo». Así de directo, sin rodeos, convencido y avalado por su misma historia y con una contundente seguridad nos dice que «lo importante es llevar una vida según el Evangelio».

El Evangelio es hoy el que nos desvela que en la viña de nuestro corazón es Dios el verdadero dueño y nosotros somos los operarios, los que debemos trabajarla. A lo largo de toda nuestra vida va saliendo a nuestro encuentro y nos llama, no busca su provecho, sino el nuestro y no se cansa, cualquier hora es buena para comenzar. Este texto resalta la justicia de Dios, a nadie le faltará lo necesario para vivir con la dignidad de un hijo de Dios, de eso ya se preocupa Él, aunque a nuestro alrededor se oigan voces de crítica. A los «cotilleos» no les hace caso el Señor, lo que le interesa es que no te falte lo necesario, que la paga que nos ofrece es la Vida eterna. A todos nos paga más de lo que merecemos, aunque hayamos comenzado a primera hora, así es el corazón de Dios, esa es su bondad. Es su misericordia lo que nos salva.

+ José Manuel Lorca Planes

Obispo de Cartagena

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