¿Seguimos pidiendo la muerte del justo?

Escrito del Obispo de Cartagena, Mons. José Manuel Lorca Planes, para el III Domingo de Pascua.

La resurrección de Jesucristo es la noticia más espectacular que ha recibido la humanidad en toda su historia, no solo por lo que significa de victoria sobre un «imposible» humano como es la muerte, sino también porque la misericordia de Dios ha tenido a bien hacernos partícipes de ese triunfo. Cualquiera de las lecturas de este domingo son extraordinarias para saltar de gozo y cantar las alegrías que nacen del corazón, pero tendríamos que detenernos con un silencio meditativo en la primera lectura. Se trata de una predicación de San Pedro. Está hablando un testigo, alguien que ha experimentado en primera persona los acontecimientos ocurridos en Jerusalén, pero lleva, además, el conocimiento de la cercanía, signos y predicación de Jesús durante la vida pública. Pedro tiene todas las herramientas para ordenar lo vivido con el Señor, sacar sus conclusiones y anunciarle.

San Pedro predica abiertamente lo que ha visto y ha oído a Cristo, su muerte y resurrección e invita a sus oyentes a que se conviertan, que tomen conciencia de la importancia del que ha vencido a la muerte. Sus palabras están avaladas con signos, como hacía Jesús, acababa de curar a un lisiado en la puerta del templo, pero su intención está en llevar a la gente al Señor, al que tiene el poder de dar la vida y devolver las esperanzas perdidas. En su predicación pone San Pedro a Jesucristo en el centro de la atención de los oyentes y les pide que no repitan la historia, eso de gritar fuerte para pedir la muerte del justo, entregándolo a Pilato, a pesar de que había decidido soltarlo. Con esta fuerza les dice: «Rechazasteis al santo, al justo y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la vida…»

La predicación de Pedro tiene mucha actualidad y, sinceramente, sus palabras no están lejos del hoy de cada uno, de nuestra sociedad concreta. Por lo que leemos y escuchamos en los medios de comunicación, ¿no sigue nuestra sociedad pidiendo la muerte del justo y soltando al Barrabás? ¿No nos detenemos demasiado en señalar a corruptos y no reparamos que es nuestra misma sociedad la que está necesitada de purificación? Por esto mismo concluye San Pedro su predicación pidiendo con la misma urgencia que nos convirtamos interiormente y de verdad, para que se nos borren los pecados.

Mucho ánimo a todos, que Jesús sigue presente en nuestras vidas, que sale a nuestro encuentro y nos da su alegría y su paz, pero conviene estar alerta para escucharle, para sentirle cercano y decidirse a abrir el corazón a su Palabra. Mirar con qué finura nos anima el Papa Francisco a dar el paso hacia Jesús, a pesar de las dificultades: «Es verdad que esta confianza en lo invisible puede producirnos cierto vértigo: es como sumergirse en un mar donde no sabemos qué vamos a encontrar… Pero no hay mayor libertad que la de dejarse llevar por el Espíritu, renunciar a calcularlo todo y controlarlo todo, y permitir que Él nos ilumine, nos guíe, nos oriente, nos impulse a donde Él quiera». ¡Dad el paso!

+ José Manuel Lorca Planes

Obispo de Cartagena

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