Ordenación sacerdotal de los diáconos Enmanuel Bezerra y Diogo de Pinho

Homilía del Obispo de Cartagena, Mons. José Manuel Lorca Planes, en San Pedro del Pinatar, el 4 de julio del 2015.

Ilmo. Vicario Episcopal de la Zona Pastoral

Rectores del Seminario San Fulgencio y Redemptoris Mater. Queridos formadores,

Queridos sacerdotes, en especial al Sr. Cura.

Religiosos y religiosas,

Dignísimas autoridades,

Padres y demás familiares, que habéis hecho un largo viaje desde la querida tierra de Brasil,

Seminaristas,

Queridos feligreses de esta parroquia de San Pedro del Pinatar,

Queridos diáconos, Emmanuel y Diogo, candidatos al presbiterado,

Hermanos y amigos:

Comenzamos este año un largo ciclo de ordenaciones sacerdotales dando gracias a Dios por el enorme regalo que suponen para esta milenaria Iglesia de Cartagena y para la Iglesia universal. ¡Bendito sea Dios! Seguro que cualquiera de vosotros dos ha hecho un alto en el camino para preguntarse: ¿Cómo es que Dios ha salido a mi encuentro, precisamente a mí? ¿Cómo me ha metido el Señor en esta aventura? Las preguntas pueden ser interminables, pero la respuesta siempre converge en Jesús. El Evangelio nos muestra muchos tipos de llamadas, pero siempre al mismo Señor, distintas situaciones pero siempre la misma palabra, la misma fuerza, la misma alegría y sentido que da Dios: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor» (Mt 11, 25s).

¿Quién no ha escuchado este texto del evangelio de San Mateo: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, que Yo os aliviaré»? Se trata de una prueba del amor de Dios que alcanza límites insospechados, va desde su interés por cada uno de sus hijos, tanto en temas concretos de la vida, en el día a día, como en el desempeño de las altas responsabilidades. Esta es una llamada que va dirigida a todos los que viven su vida como una carga pesada, que sientan cómo le importa a Dios sus problemas. No son pocos los que viven agobiados y no conocen la alegría del amor y del perdón continuo de Dios. Está claro que si Jesús les sale al encuentro y les habla de la misericordia de Dios, se sentirán aliviados. Es Jesús el que nos libera de nuestros miedos y presiones, no es precisamente Él el que los crea, ni echa peso en las espaldas de nadie. Cuando te has encontrado con Él compruebas como te hace madurar en tu libertad, en la confianza, nunca en la tristeza; nos atrae hacia el amor, no hacia las leyes y preceptos. Nos invita a vivir haciendo el bien, la caridad, a peregrinar a su corazón lleno de misericordia. Por eso nos dice: «Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón y encontraréis descanso». Jesús no complica nuestra vida. La hace más clara y más sencilla, más humilde y más sana. Ofrece descanso. No propone nunca a sus seguidores algo que él no haya vivido. Nos invita a seguirlo por el mismo camino que él ha recorrido. Por eso puede entender nuestras dificultades y nuestros esfuerzos, puede perdonar nuestras torpezas y errores, animándonos siempre a levantarnos.

Queridos diáconos, con vosotros ha hecho el Señor una historia particular, tan especial que os podéis ver reflejados en la lectura del profeta Jeremías, porque también Dios salió a vuestro encuentro y antes de haberos formado en el vientre de vuestra madre, os eligió, os consagró y os constituyó profetas de las naciones. ¿Os habéis dado cuenta que sois una obra pensada y querida de Dios, una obra hecha con cariño por las mismas manos que han creado el cielo y la tierra? ¡Qué grande y qué hermosa aventura! Os ha llamado el Señor, dice el apóstol Pablo en la segunda lectura, a ser administradores de los misterios de Dios y esto lleva consigo una gran responsabilidad, solo os exige que seáis fieles. Así que no tengáis miedo, aunque os rodeen las sombras de la muerte y os alcancen los lazos del abismo, aunque os tienten las tristezas y angustias, solo habéis de hacer una cosa: invocar al Señor, porque Dios guarda a los sencillos de corazón y los salva.

Tenéis puntos de referencia, no vais a ciegas a la tarea que os encomienda el Señor, Jesús ha ido por delante abriendo camino y sabemos como ver a la gente, sintió compasión de ellos, porque mientras recorría pueblos y ciudades, los encontraba cansados y abatidos «como ovejas que no tienen pastor» (cf. Mt 9, 36). De aquella mirada de amor brotaba la invitación a los discípulos: «Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies» (Mt 9, 38), y envió a los Doce «a las ovejas perdidas de Israel», con instrucciones precisas. Corresponder a la llamada del Señor comporta afrontar con prudencia y sencillez cualquier peligro e incluso persecuciones, ya que «un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo más que su amo» (Mt 10, 24). Al hacerse una sola cosa con el Maestro, los discípulos ya no están solos para anunciar el Reino de los cielos, sino que el mismo Jesús es quien actúa en ellos: «El que os recibe a vosotros, me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado» (Mt 10, 40). Y además, como verdaderos testigos, «revestidos de la fuerza que viene de lo alto» (cf. Lc 24, 49), predican «la conversión y el perdón de los pecados» (Lc 24, 47) a todo el mundo.

Emmanuel y Diogo, Dios os envía como testigos de la muerte y resurrección de Cristo, os envía al anuncio del Kerygma, lo que os «apremia» (cf. 2 Co 5, 14) es siempre «el amor de Cristo». El Señor os necesita radicales y totales, con impulsos nuevos y valientes en la evangelización (cf. Encl. Redemptoris Missio, 66). Ya conocéis en qué consiste vuestra tarea evangelizadora, os sabéis llamados a proclamar la Palabra de Dios, administrar los sacramentos, especialmente la Eucaristía y la Reconciliación, entregados al servicio de los más pequeños, de los enfermos, de los que sufren, de los pobres y de cuantos pasan por momentos difíciles. Palabras y obras son necesarias en la tarea y de ninguna manera os debéis refugiar en vosotros mismos mientras haya alguien que os necesite. Lo que dice el Papa Francisco, debéis salir a la calle, a la vida, a la sociedad, porque lleváis un tesoro de gracia como mensaje de salvación y no podéis ocultarlo o encerrarlo, se os ha entregado para anunciarlo. Pero si en algo debéis destacar sea en la caridad, en la atención a los pobres y necesitados, en los predilectos del Señor, que no os sean extrañas las diversas periferias existenciales.

Como en los comienzos, reunida en torno a la Virgen María, Reina de los Apóstoles, la comunidad eclesial aprende de ella a pedir al Señor que florezcan nuevos apóstoles que sepan vivir la fe y el amor necesarios para la misión. Hoy en esta Iglesia pedimos también al Señor el coraje y la valentía a los que están interrogándose qué quiere el Señor de ellos, no tengáis miedo, sed valientes, que Jesús nos llama siempre a la alegría y al sentido de la vida.

Familiares, gracias por haber venido, gracias por estar aquí, y que os llevéis la seguridad de que vuestros hijos están en una familia, son queridos y respetados, son también ‘cosa nuestra’, hermanos del alma y como a tales los cuidaremos. Que el Señor bendiga vuestra generosidad.

+ José Manuel Lorca Planes

Obispo de Cartagena

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