Nuestra riqueza es la sabiduría de Dios

Escrito del Obispo de Cartagena, Mons. José Manuel Lorca Planes, para el Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario.

Este domingo escucharemos un evangelio de San Marcos muy conocido, el encuentro de Jesús con el joven rico. Todo se resume en una mirada, sólo le bastó al Señor mirarle a los ojos para verle el corazón, lo miró con cariño. El joven era bueno y Jesús quiere abrirle el horizonte, para que llegue a la perfección cristiana. El joven le ha contado su vida ejemplar, pero Jesús le pide más, «te falta una cosa» para desarrollar esa gracia que Dios te ha concedido. ¿Qué? «Anda, vende lo que tienes… y luego, sígueme» (Mc 10, 21). Es la invitación del Señor a quien es bueno para que sea mejor, que llegue a la perfección. Pero, el evangelista se cuida en señalar que existe algo que impide a este chico entregarse a este proyecto, acoger lo que le propone el Señor: posee muchos bienes. Por esta razón, no fue capaz de ver el verdadero tesoro, el mayor de los bienes, la fuente de agua que salta a la vida eterna, el Camino, la Verdad, la Vida. Al final se queda con su tristeza y se marcha. Sus riquezas han sido un estorbo para ver el corazón y la sabiduría de Dios, sus posesiones le han encerrado en su soledad y tristeza.

Contrasta con esta escena el testimonio de los discípulos que manifiestan que han renunciado a todo por el Señor. Las palabras de Jesús hacia ellos las podríamos tomar como la respuesta para los que se preguntan: ¿y si somos capaces de darlo todo? Entonces comprenderás que no necesitas nada, que sólo Dios basta y Él te compensará con la Vida Eterna. Ahora se entiende mejor la primera lectura del domingo, cuando escuchas que en comparación con la sabiduría divina, todas las cosas son nada. San Pablo lo expresa con palabras más fuertes aún: «Todo lo considero pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo perdí todo, y todo lo considero basura con tal de ganar a Cristo» (Flp 3,8).

Cuando reconocemos nuestra frágil condición podemos tener un peligro, pensar que si nos acercamos a Jesús nos saldrá caro, porque nos va a pedir todo lo que hemos conseguido con tantos esfuerzos, todo aquello que considero «mi tesoro» y, naturalmente, la decisión cuesta. Las exigencias de Dios son fuertes; si nos acercamos nos encontraremos con su profunda mirada y las consecuencias no nos van a gustar. Por eso, muchos prefieren ver a Jesús desde lejos para «asegurarse» lo que ya tienen, sin complicaciones de vida. Pero, en el fondo, no te escapas de la tristeza. Lo ideal sería hacer como Zaqueo, invitar a Cristo a casa, acercarte, sin miedos, darle la cara y estar en la misma mesa de Jesús, sin excusas, sin defensas, a corazón abierto. Estoy seguro que si das ese paso no te arrepentirás, puesto que la experiencia de haber estado con Jesús es tan grande y tan decisiva, que amanece el sol en tu rostro para iluminar la vida de los demás.

+ José Manuel Lorca Planes

Obispo de Cartagena

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