Carta del obispo de Cartagena, Mons. José Manuel Lorca
Siempre me ha resultado impresionante el misterio de amor que encierra esta escena de los evangelios, especialmente, cuando hilas la primera lectura del Génesis, que narra la petición que le hace Dios a Abraham de ofrecer en sacrificio a su único hijo, con el relato de la Transfiguración. Este es uno de los textos que hay que escuchar en silencio, porque es intenso y te muestra la mano de Dios en toda la obra de la historia de la salvación. El protagonista es Dios, que lleva por delante la delicadeza, el respeto a su Palabra, la misericordia entrañable, el amor y la valoración de todos nosotros, que estamos en su pensamiento ocupando un puesto esencial. Por eso mismo, san Pablo puede decir: «Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?… Dios es el que justifica, ¿quién condenará?». La voz de Dios se dirige a nosotros en este caso, quiere que escuchemos bien sus palabras. En este diálogo de amor con Dios salimos fortalecidos, porque hallas seguridad, el Señor te anima a seguir adelante, aunque nuestro peregrinaje recorra senderos difíciles y escabrosos. El tiempo de Cuaresma va a ser una oportunidad maravillosa para poder gozar al escuchar de nuevo a Dios, será necesario prestarle atención, porque es presente, y fortalece nuestra vida y nuestra voluntad.
En la Cuaresma, vestidos de saco y con la ceniza sobre nuestras cabezas, nos prepararemos con fuerza para seguir los pasos de Jesús, aprovecharemos para guardar silencio y entrar en oración, para hablar con Dios y escuchar a Dios. Nuestra tarea es predicar, anunciar el Reino de Dios, llevar la Palabra a todo el mundo, mostrando el camino para que la gente se acerque a Dios, sí, al Señor de la vida, porque solo Él tiene en abundancia lo que el hombre ha perdido y busca desesperadamente: la seguridad, la confianza, la gracia, el perdón, la vida. Por otra parte, el Señor se encarga de calmarnos cuando nos reconocemos pequeños al ser enviados a la misión, porque nos dice con fuerza: «no temas». Recordemos la tormenta en el mar de Galilea que llevó a los discípulos a recurrir angustiados al Señor y pedirle que les salvara, porque iban a perecer… y Jesús les contestó: «¿De qué teméis, hombres de poca fe?». Otra ocasión más para comprobar que si están con Jesús no deben temer nada.
En este domingo de Cuaresma nos dice la Palabra que no somos tan autosuficientes como creemos ya que ante las dificultades nos puede el miedo, somos como niños que seguimos necesitando la ayuda de Dios. La misma situación por la que estamos pasando nos hace pensar que no se nos ha ido el susto, pero somos tan orgullosos que no pedimos ayuda al que puede sacarnos de ahí… El orgullo y la autosuficiencia son terribles, y lo que están indicando es nuestra falta de fe. La soberbia y el orgullo son los indicadores externos de una persona sin fe que anda desorientada; de una persona que está sola, porque no se fía de nadie… Reconozcamos que tenemos urgencia en despertar, en recuperar la fe y poder decir: «¿Quién nos separará del amor de Cristo?», como leemos en la carta a los Romanos. La persona que se enfrenta al mundo apoyada en la fe en el Señor no tiene miedo, sabe que Dios no duerme ni reposa, no llegará nunca tarde en su ayuda, no te puedes figurar de dónde te vendrá el auxilio del Señor, porque sus caminos son irrastreables, solo tienes una cosa segura, que estará contigo cuando le necesites.
Que Dios os bendiga.
+ José Manuel Lorca Planes
Obispo de Cartagena